Capítulo 6: De nuevo

361 1 0
                                    

Subiendo al taxi, tuve la impresión de encontrarme a alguien conocido al lado mío, así que lentamente por la intuición, volví la mirada llevándome con ese sesgo una gran sorpresa. Sin duda alguna era él, estaba sentado a unos pocos centímetros míos con la espalda erguida sobre la colchoneta del asiento como un monarca descansando sobre su trono.

Mi corazón palpitaba a un ritmo verdaderamente impresionante que sentía que iba a estallar al unísono en que el fuerte viento entraba por la ventanilla entreabierta de mi lateral. Era nada más y nada menos que el hombre que me salvó de aquel incidente, Nicholas…, Nicholas Looper.  Era él.

Éste se quedó sorprendido y a la vez se notaba tan feliz por verme, pareciera que yo le había alegrado el día, tal vez fue un simple gesto de su parte, pero, para mí fue algo más que solo eso. Si yo no le había hecho el día, él a mí me lo hizo en definitivo.  

—¡Vaya, vaya! que sorpresa verte de nuevo —manifestó Nicholas, trazando una plena sonrisa en los fuelles de sus labios, tan frágiles que parecían papel de china—, y sobre todo aquí, en el mismo taxi —anotó placiente, revestido en una camisa de color vino acompañado de unos jeans blancos ajustados.

—Hola —saludé, bajando la mirada y echándome el pelo por detrás del hombro mientras salía a flote una estúpida sonrisa que traté de contener con mi mayor esfuerzo. Aunque confieso que mi saludo fue más por gusto que por cordialidad.

—Creo que el destino pretende volvernos amigos —mencionó, con gesto alegre.

—No sé qué decir —apunté. El cuello y las mejillas me ardieron de pronto por el sonrojo que se hacía presente y que mil veces maldije.

—No digas nada —señaló Nicholas, aun con la sonrisa tornada mientras que sus ojos avellanos ingresaban por debajo de mi piel, arrastrándose hasta impregnar mi alma con su pigmentación inmaculada.

Por instantes que parecían eternos nos miramos fijo el semblante el uno al otro, deteniendo el tiempo y manteniendo sobre una línea delgada dibujada al oxígeno, una —escrutación exorbitada—, hasta que ambos emprendimos a reírnos en compañía por el casual acaso de habernos encontrado.

En el momento en que Nicholas soltó a reírse pude apreciar unos dientes blancos y perfectos que deslumbraban como el mismo brillo de la luna al caer la noche. Pero más precisa, como el fulgor de un diamante de cristal petrificado.

—¿Y a dónde irás? —le pregunté, con una manifestación fofa.

—Al estudio Universal Music que está ubicado en la avenida Kensington High St y entre el tramo que hay con Holland Rd —me dijo—. ¿Lo conoces?

—Sí —le respondí enseguida.

—Bueno, allí iré a grabar una canción con mi grupo —me contó, dejándome pasmada y estremecida.

—¿Eh? ¿Tienes un grupo?  —¿Es enserio que yo haya dicho eso?, parecía que no había escuchado lo evidente.

—Sí —objetó Nicholas, pasando por alto esa posición babieca de mí.

—¿Y qué función desempeñas? —espeté, todavía con el asombro hecho presente por los ojos.

—Adivina.

En los segundos que necesité para darle una posible respuesta, me enamoró el rostro tierno que emitía.

—Mmm… ¿cantas? —respondí, medio segura, medio dudosa.

Nicholas levantó una ceja antes de darme la razón o no. Posiblemente la tenía.

—Sí, pero también toco la guitarra —me explicó.

Contigo Hasta La Muerte (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora