Capítulo 12: Al descubierto

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—Te digo que me sorprendes mucho —soltó a decir el sujeto, quebrando el aire en pedazos por su aliento nauseabundo tal como se quiebra la rama seca de un árbol bajo la suela de los zapatos cuando éstas son aplastadas—. Dices tantas, pero tantas estupideces en tan poco tiempo sin frenarte en pensar que probablemente no cumplirás tu objetivo de vencerme como absurdamente crees.

El sujeto carraspeó, y un segundo después continúo:

—Corrijo. Es seguro como el agua de este lago que no podrás vencerme. No podrás. No puedes. En lo absoluto.

—Quizá tengas razón —esbocé mediante un susurro mientras una sonrisa tomaba lugar en el rostro cínico y desgraciado del sujeto. No la podía ver, pero estaba segura que estaba ahí, en cualquier parte, refulgiendo—, pero vale la pena intentarlo en vez de quedarse de brazos cruzados, ¿no?

—Como digas, total, la victoria de esta pelea será únicamente mía.

—No te confíes —le replanté—, el hecho de que sea mujer no significa que no sepa protegerme. Ya lo has comprobado... y, por lo que viste, mejor de lo que esperabas —completé.

—¡Guau! Que atrevida me saliste, eh... que atrevida —comentó el tipo en acento burlón, como si estuviese hablando con una niña que tan solo cursa sus primeros años de educación básica.

—Con sujetos como tú —retorcí la cabeza en una curva para acomodar de nuevo los músculos que se tensaban allí—, siempre.

El combate en Hyde Park se reiteró nuevamente en su punto de inicio. En tanto seguía peleando con patadas y puños a mí oponente, los baleos seguían rugiendo como una bestia enfurecida fuera de casillas en una espesa calina que sin percatarme, apareció como por arte de magia.

Temía que Nicholas pudiera ser alcanzado por unos de los casquillos de bronce que detonaba el arma al jalar del gatillo. Estaba segura que él continuaba huyendo de los peligrosos bandidos sin alejarse tanto de donde yo me encontraba, lo cual era un error de su parte que servía para que me preocupara aún más. Su estancia cerca de mí solo podría provocar ser herido por una bala; exponiendo algún tejido de su cuerpo a ser dañado.

A mí, las energías para seguir enfrentado a mi oponente por mucho más tiempo se me agotaban. La Christine fuerte que minutos atrás se encontraba de pie, luchando, ahora caía constantemente al suelo, casi sin poder levantarse; me era difícil... muy difícil. Mi cuerpo se debilitaba lentamente y los golpes que recibía en el torso me consumían por completo como si me arramblaran la vida por lacónicos momentos, robándome parte de mi equilibrio; haciéndome borrosa la vista como deshollinada con un trapo sucio.

El aire y la respiración se me cortaban con cada segundo que continuaba luchando.

No puedo más... no puedo.

El secuestrador me tiró de un golpe seco contra los tablones del muelle, produciendo un ruido sordo que dañaba los oídos. Me barrió tan seguido que después del octavo pateo perdí la cuenta de los golpazos que me daba en los costados. Ni retorciéndome entumía tan siquiera un poquito el dolor tan abrasador que me estrujaba. El delirio parecía levantarme visiones, ya que estaba segura de contemplar a la muerte esperándome con su hacha.

Moriría si esto seguía continuando así; así de fiero y montaraz. Estaba segura que así sería. ¿Por qué mentirme diciéndome lo contrario si me hallaba al borde del abismo? Tenía que serme franca y hablarme con la verdad. Tenía que entregarme resignadamente en brazos de la muerte; aquella que me esperaba con su hacha como bien atestiguaba mi visión agónica y moribunda.

Desde esta posición, pude sentir en carne y hueso el suplicio que lamentó Nicholas cuando lo barrí con la punta de mis tacones. El dolor se expandía en cada uno de los músculos de mi cuerpo, incluso hasta de los que desconocía su existencia. Suponía que los porrazos que me estaban dando equivalían a la misma tortura por la que pasó Nicholas si hablamos de una patada en la ingle. 

Contigo Hasta La Muerte (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora