Capítulo 13: Deseo

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Retorné en Wrights Ln Avenue y me ajusté en la siguiente; Marloes Rd, para luego reiterarme a W Cromwell Rd Avenue y divisar la clínica frente a las luces de mi automóvil que rápidamente adquirían velocidad en las penumbras. Estacioné mi Cadillac bañado de una sutil capa de sereno en un rincón del aparcamiento de la policlínica. Me pasé un poco el maquillaje por la cara para disimular las colisiones; lo guardé en mi bolso enseguida acabe. Tras el cierre la cremallera de mi bolsa chirrió en una estridencia audible.

Bajé, recorriendo el suelo áspero y granuloso con mis pasos desalentados siendo así, hasta pisar la plataforma alineada y firme del hospital cubierta en baldosas blancas y brillantes como el pelaje alechugado de un retozón French pool. Me acerqué a una enfermera pidiendo datos sobre el paciente interesado y, luego de sucintos segundos de espera, me encaminé a la habitación dieciocho. Caminé en una sola línea recta; doble a mi izquierda, luego a la derecha, posteriormente me reanudé en posición vertical.

Llegué.

Atravesé el umbral sigilosamente, con los nervios cautivos que ensartaban una corriente estremecedora en cada músculo de mi cuerpo, sintiendo en el absoluto silencio cada palpitar de mi corazón, cada aceleración frenética que se escabullía por debajo de mi piel y cada jaleo echado acordemente al sosiego tan abrumador de la habitación.

Nicholas estaba recostado sobre una camilla que apenas tenía el espacio suficiente como para dar un pequeño ajetreo de un lado o del otro. La enfermera que minutos atrás me indicó el aposento en el que podía encontrarlo, tuvo la afabilidad de informarme que como la herida no había sido nada serio, en un día podrían darlo de alta, sino es que hasta dentro de dos.

Abandonando el miedo que perforaba ferozmente mis huesos, consiguiendo tambalear el peso de mi cuerpo, me acarré con pisadas apacibles en dirección a ese Dios Griego de fuerza bruta y valentía suprema reclinado en la angarilla, agregando también su engrandecida belleza masculina. Me le acerqué parándome junto a su costado derecho, le besé los frunces de su frente suavemente con el capisayo delgado y endeble de mis labios sin prisa alguna en desadormecerlo. Le acaricié el mentón rugoso con las yemas de mis dedos índice y pulgar de mi mano derecha, apreciando el bozo exiguo de diafanidad castaña que sobresalía de su cutícula y de alrededor de sus mofletes de un dorado tenuemente sutil. El castaño de su cabello desmelenado parecía un poco más oscuro que el castaño claro de su ligera barba. Simplemente es hermoso, discurrí en tanto una sonrisa ceñía mis facciones fisonómicas.

Continué acariciándole el semblante con mis suaves y delicadas manos cerca de cinco minutos más. Acariciarlo era como acariciar algo prohibido y que sin embargo hacía. No podía dejar de contemplarlo ni aunque con mi mayor esfuerzo lo intentara. Conforme deslizaba mis dedos en los pliegues de su faz, me percaté escudriñar una sonrisa de su parte esbozada al aire escoltado de un imperceptible gemido. No sabría explicarme si aquel suspiro emanado era de abatimiento o de deleite al sentir mi tacto sedoso sobre su ceño.

Nicholas despertó. Al avistarme frente a él, tomó la mano con la que le acunaba el rostro con ambas palmas y me la besó. Le agradecí por su ayuda y por haberme seguido los pasos desde antes de mi estancia en Hyde Park.

<<Sin él estaría completamente pérdida y sin rumbo alguno por trazar en mi camino, no habría dirección que guiara mis pasos>>. Aunque eso sonará de lo más absurdo que pudo haber atravesado mi pensamiento, lo atravesó, tal como una bala destrozándome el cráneo.

Desmoronada en sentimiento, Nicholas me pidió acercarme con una vibración tan sexy como lamentable.

—Sabía que lo lograrías.

—No habría podido lograrlo sin ti —señalé como un punto importante que no podía minimizar ni disociar.

Nicholas deglutó una condensada nube compacta de oxígeno.

Contigo Hasta La Muerte (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora