Capítulo 26: Como empezar otra vez (¡Últimos capítulos!)

41 1 0
                                    

Clavé la mirada en mi hamburguesa aun sin terminar. Nicholas intentó hacer que me la acabara pero con las Papás a la Francesa que comimos antes y la porción de pan de ajo que solicitó había bastado para saciar mi apetito. 

Para obligarme a comer lo último que quedaba en en plato, Nicholas bebió un sorbo de su Coca-Cola previamente. 

—Por favor, come —me suplicó con voz de antaño, que me transportaba a la épica noche en la que cenamos en la terraza de su pent-house, donde la lluvia nos empapó inesperadamente—. Una pequeña porción de papas y tres bastones de pan de ajo no fueron cosa impresionante para que te hubieras llenado.

Bufé ante su férrea contumacia.

—Lo fue con la mitad de la hamburguesa que me he comido —dije, mirando con indiferencia el otro pedazo.

—Christine —parecía crisparse.

—Nicho... —le rogué con la mirada que no siguiera más.

—¡Come! —me insistió

—Ya no tengo hambre —exclamé.

Nicholas plisó la frente.

—¿Las mujeres son todas así? —Gruñó por lo bajo.

Enarqué una ceja.

—¿Cómo? —le desafié a darme una respuesta.

Nicholas entrecerró los ojos, pues sabía que algo tramaba.

—A que tan empeñadas están en cuidar con sumo tesón su figura —observó con recelo al momento de colocar su resolución.

—No todas. Si no como, no es porque este tratando de cuidar mi figura, sino porque ya no tengo hambre. 

Un mesero alto y rubio se acercó hacia nuestra mesa.

—¿Puedo levantar la mesa? —nos preguntó.

La mirada de Nicholas pasó a la mía y viceversa. Sabía que si le daba la instrucción al mesero de poder retirar el plato él se enojaría. 

Miré los ojos azules del joven mesero.

—Adelante —dije.

Fue cuestión de segundos para que el hombre levantara los platos. La Coca-Cola de Nicholas y la mía fueron lo único que se conservó sobre la mesa.

—Te encanta hacer lo opuesto a lo que te digo, ¿verdad? —me dijo, mordiéndose el labio inferior.

Le sonreí triunfante.

—No lo voy a negar —discutí sus palabras—. Cuando te enojas tus mejillas se ponen coloradas y eso me gusta.

El rubor rápidamente cubrió con creces su semblante.

Hizo una gesticulación compungida.

—Humm... Como ahora —le comenté mientras dejaba que una sonrisita de placer se sombreara en mis labios.

Nicholas pasó de ser una persona a convertirse en un tomate, literalmente.

—¿Te gusta verme sonrojado? —me pidió una réplica.

Sus hoyuelos refulgieron como dos soles.

—Sí —le contesté sin más.

—¿Porqué razón? 

—Porque te ves como un hombre adorable —anoté. Acto seguido le pellizqué una de sus caldeadas mejillas. 

Nicholas dejó escapar un leve gemido.

Contigo Hasta La Muerte (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora