Capítulo 4: La llegada de Caroline

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Cuando llegué a casa le agradecí al taxista por su servicio. Crucé la puerta como un rayo de luz disparado y a tientas busqué entre la oscuridad el apagador para encender las luces, al parecer, Robert no se encontraba. Seguramente había salido a buscarme bajo el manto de la noche al ver que no llegaba, y si esto resultaba ser así no sabría que decirle. No podría contarle que un tipo con quién bailé en una discoteca trató de abusar de mí. No, por ningún motivo podía. Estaba tan nerviosa que decidí prepararme un té de tilo para tranquilizarme un poco.

Mientras tomaba mi taza de té en el sofá, recordé como el hombre, el cual se llamaba Nicholas Looper, me había salvado de lo que pudo haber sido una de las peores desgracias para mí. Platicar con él francamente fue algo agradable, sentir el aroma que desprendía su cuerpo despertó en mí sensaciones extrañas. Escuchar su voz, descubrir su sonrisa y apreciar el movimiento de sus labios al adherir dialogo conmigo me hizo sentir completamente desviada en la curva caprichosa de un sueño mágico. Pareciera que todo era exactamente eso; un sueño.

Yo era una mujer que solamente creía en el primer amor, en el matrimonio, apesar de que muchos pensaran que mi edad no era la suficiente como para formar una relación tan sellada. Creía en la sólida confianza que debía de haber entre una pareja, pero ahora todo me daba vueltas en la cabeza como si fuese una ruleta o un trompo que gira y baila, haciéndome sentir mal al mismo tiempo. ¿Por qué mi corazón sentía algo repentino por ese hombre que apareció de entre un problema escalofriante a defenderme? Creo yo que era por eso mismo, porque me defendió y se volvió como un héroe para mí. Un gladiador contra mi amenaza fatal.

Apesar de todo, no consideraba que el acto fuese lo suficiente como para liberar en mí una descarga eléctrica de emociones encontradas que me partiera en fracciones, dejándome como una galleta resquebrajada. Probablemente, aún me encontraba en shock por lo sucedido. Tal vez era eso.

Minutos más tarde llegó Robert a tropezones, barriendo las piedras en su camino. Apurado, se disculpó por su demora.

—Mi amor, perdóname, no quiero que pienses mal de mí otra vez como la vez pasada —se explicó sin ni siquiera haberle reclamado nada—. Salí a casa de un compañero de trabajo a dejarle unos planos muy importantes. Perdón —dijo, agitado al venir deprisa.

—Robert… —quedé confundida, pero tuve la brillante idea de aprovechar la ocasión, aunque fuera algo sucio de mi parte—. No te preocupes. Entiendo, pero debiste avisarme, ¿eh? —mencioné, levantándome del sofá en el que tenía apoyado mi trasero.

—Lo sé cielo, pero fue un imprevisto, te juró que no volverá a suceder. De seguro pensaste lo peor de mí, ¿verdad? —articuló Robert ante el recuerdo del mal entendido que tuvimos la última vez.

—No. Tampoco es para tanto, sabes que confío en ti —contesté—. La única persona a la cual le puedo depositar mi confianza es a ti.

—Y es por eso mismo que te amo con todo mi corazón —se acercó y me besó la boca—, porque sabes que tu hombre jamás te fallaría —dijo, jadeando contra mi respiración.

—No, no lo haría, porque de lo contrario ya no habría un nosotros aunque te amé con toda el alma —al decir aquello me aparté de su lado. Quise mostrar suavidad, pero el tacto se reveló en retortijones.

—Mi amor, no digas eso, si te enojaste porque te deje sola un gran rato en la casa y sin saber de mí, nuevamente te pido disculpas —agregó Robert, seguramente tras sentir mi toque adusto; frío como una rama dormitando bajo el crepúsculo—. Seguramente llevas como dos horas esperándome, ¿no?

—No, créeme que no estoy enojada, solo estoy agotada por la salida que tuve con las chicas, eso es todo —engañé a Robert nuevamente, aunque ésta vez no del todo porque lo cierto es que si estaba cansada—, necesito descansar. Y sí. Más o menos llevo como ese tiempo esperándote.

Contigo Hasta La Muerte (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora