Capítulo 27: Coney Island (¡Penúltimo capítulo!)

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Fue su aliento mentolado perforando el corazón de mi olfacción, no su sonrisa firmada entre un extremo de su labio y otro lo que me hacía creer estar dentro de una ensoñación fuera de lugar. 

Nicholas me miró divertido y a continuación sus cejas castañas se alzaron con delicada solemnidad; como si de dos montes majestuosos se tratase y, aunque lo intenté empleando de mi más dura resistencia, no pude hacer nada para prevenir esa sensación de mariposas revoloteando en mi estómago. Era obvio quién tenía el control. 

—¿Qué te parece, Christine? —Entonces, una estaca abrasadora de sol se precipitó contra la dentadura de comercial de Nicholas y al estrellarse, diminutas chispas de luz se propagaron como estrellas—. ¿Te gusta? 

Su cálidos ojos avellanos rasgados por los bordes, recayeron en los míos. Hace veinte minutos que salimos del Aeropuerto Internacional John F. Kennedy y todavía no me lo creía. No me creía que estuviéramos en otro lugar. 

Contemplé la velocidad de un Volkswagen fusca dando vuelta al siguiente bulevar y la gente andando como de costumbre; dirigiéndose a algún mercado de la región o los turistas que, como Nicholas y yo, observaban primero la belleza de la pequeña ciudad al tiempo que el pasmo los sobrecogía por el simple hecho de encontrarse en un lugar diferente del que procedieron. Coney Island, desde mi punto de ubicación ofrecía una vista panorámica sosegada, sin embargo, conforme plasmaba mis huellas sobre sus suelos descubría la belleza verde que predominaba a un costado de las aceras. El clima templado de 20 °C resultaba agradable, puesto que en Kensington Londres el clima iba de entre los 10 u 11 °C, aunque la verdad mi cuerpo ya se había acostumbrado a las frías temperaturas que hacía allí que era algo habitual para mí. 

Ceñí mi mano libre entorno a la de Nicholas, acto seguido le pinté un beso en el carrillo. 

—Me encanta —le dije contra su oreja, emprendiendo un juego que seguramente nos llevaría a otro beso—. Tiene mucho tiempo que no había viajado con alguien... Bueno, quiero decir... en pareja. 

Una oleada de calor me atacó tras pronunciar aquello. 

Nicholas sonrió por la manera en la que el rubor engullía mi cara; se río a sus anchas y el calor que consumía mi cuerpo pasó a convertirse en lumbre pura. Empezaba a creer que el fuego nunca se extinguiría.  

—Pues en ese caso te digo de una vez que tendrás que empezar a acostumbrarte —comenzó a decir, efusivo—, porque conmigo vivirás mucho de esto. 

—¿Muchos viajes? —pregunté. 

—Sí —me contestó risueño—. Quiero que mi chica este conmigo en cada una de las presentaciones en las que esté. 

Nicholas me sonrió y luego me besó en la coronilla; con la ocasión presente hundí mi nariz en los fibrosos músculos de sus pechos. Unos segundos después su brazos me rodearon, inmovilizándome.  

—¿Realmente eso es lo que quieres?  

—Sí, eso es lo que quiero. 

—¿Siempre? 

¿Fue tonto haber hecho esa pregunta? No, no lo creo. 

—Siempre, princesa. 

—Bueno —suspiré—, supongo que me esforzaré por hacer cumplir tus deseos rey de mis decisiones. 

Claramente divertido, Nicholas frunció el ceño. 

—Me hace sentir muy bien el hecho de conocer que tengo poder sobre tus decisiones —me compartió, sonriéndome. 

Arrugué el gesto. 

—Pues debes de saber que yo también controlo algo de ti —dije. 

Nicholas pareció desconcertado, por lo que mordió su labio inferior. 

Contigo Hasta La Muerte (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora