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El camino fuera de las murallas de Alexandría estaba helado. La carretera estaba vacía, lo único que había en ella eran hojas secas provenientes de los grandes árboles que habían en ambos lados de esta. Mis pasos avanzaban lentamente por ella, intentando hacer el menor ruido posible para no atraer a los caminante que vagaban por el bosque. El frío del invierno me golpeaba la cara. Un gran y cómodo silencio se apoderaba del lugar, continué  andando hasta que escuché como un coche avanzaba a gran velocidad desde atrás de mi. Corrí hacia los setos que había más próximos a mi. Me tiré de boca hacia los setos y rodé hacia dentro para que no me vieran.

Un coche blindado que me resultaba familiar pasó delante de donde yo estaba escondida. La ventanilla se bajó dejando ver a Carl un tanto angustiado. No me moví, de echo, aguanté la respiración para que no me escuchara. Con las manos en el volante, Carl colocó sus manos encima de sus antebrazos y soltó un suspiro acompañado de un agudo sollozo.
-¿Dónde estás ______?
Las lágrimas salían de sus ojos mientras yo lo escuchaba sollozar.

Subió la ventanilla, sin aparente ganas de moverse, para que sus sollozos no fueran tan audibles. Cosa que hizo tarde, ya que un par de caminantes se abalanzaron al coche.

No me gustaba ver a Carl así. Él no merecía eso. Necesitaba ir a consolarle y, prácticamente, mis pies reaccionaron por mi al ir a por el caminante que más cerca tenía y le clavé el cuchillo (que recién había empuñado del cinturón) en su putrefacta cabeza. Y más tarde hice lo mismo con el otro. El ojiazul me miró con sorpresa y se bajó lo más rápido que pudo del coche para abrazarme, cosa que le impedí dando un paso hacia atrás, dejando al chico con un ceño fruncido.
-¿Qué haces aquí? - dije yo.
-¿Cómo que qué hago aquí? Buscarte - comentó de lo más obvio.
-¿Por qué?
-¿Porque me preocupo de ti? No se - habló él con tono sarcástico.

La noche caía, el frío se colaba por mis huesos y los hacía temblar. Carl notó y me hizo entrar en el coche.
-Tienes frío, entra.

Me senté en la parte trasera ya que estaba enfadada con el chico. Yo quise irme y él no me dejó. Carl puso el seguro a todas las puerta y empezó a conducir, para mi sorpresa, en la misma dirección en la que yo andaba.

El ojiazul suspiró:
-Me habías asustado - comentó y al ver que no le respondía continuó - no te puedes escapar así porque sí.
-Se cuidarme sola.
-Me da igual _____ - su voz cambió y, por el retrovisor pude ver como su ojo se hacía más oscuro. De repente frenó de golpe y se giró rojo de rabia - Que seas inmune no te hace saber sobrevivir. ¡Me asustaste joder! Y me da igual que estés enfadada, te llega a pasar algo y no vuelves y yo... ¡JODER! - apoyó su cabeza en el respaldo del coche cuando las lágrimas empezaron a salir.
-Carl - dije acercando me para ver como estaba.
-No me toques.

Y esas tres palabras me destrozaron en pedazos.

Yo, la cura y tu locura(Carl Grimes) RiggersAwards2019 #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora