Le Balcon

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— El mozo ya se habría retirado con la cuenta pagada y los platos vacíos dónde previamente ya habrían estado los postres ordenados. Jacob se pone de pie, queriendo estirarse un poco luego de la interesante cena que acababa de tener, pero sabía que aún no terminaba. Sonríe para su interior al ver que también te paras por reflejo, y se acerca hacia ti, para abrazar tu cintura y mantenerte cerca. — Eres un bebé muy bello e interesante. — Susurra suave por la cercanía, manteniendo una sonrisa cariñosa mientas una de sus manos acariciaban tu mejilla. No tarda en juntar sus labios en algunos besos lentos pero no profundos, pues consideraba estar frente a mucha gente. El simple hecho de sentir el tacto de tus labios le devolvía una sonrisa un tanto boba, pues era una sensación única y que muy extrañada. — Ven... — Susurra suavemente, aún estando casi sobre tus labios. Quita una de tus manos del lugar donde las hayas apoyado para entrelazar sus dedos y darte un último beso antes de separarse completamente y comenzar a caminar a aquel balcón descubierto que tenía el lugar, permitiendo una experiencia visual mucho más amplia e impresionante. Continuaba caminando por el balcón vacío, pues toda la gente prefirío sentarse en el sector techado, probablemente por la temperatura, ya que habría un poco más de frío. Llega a la esquina más aislada y menos iluminada del balcón, la luz de la luna y la ciudad era lo que más le gustaba. Suelta tu mano un momento, para quitarse su saco de traje y pasarlo por tus hombros, en caso de que llegues a tener frío con solo tu camisa elegante. Sin darte la oportunidad de negarte, te abraza por detrás, para luego sentarse lentamente en el suelo, llevándote a ti también, dejándote sentado entre sus piernas y dejando que te recuestes en su pecho, mientras él abraza y acaricia suavemente tu abdomen. Se queda admirando la ciudad, sin realmente decir mucho, era una vista realmente impresionante e inspiradora. Era divertido poder ver de lejos cada letrero luminoso, y aunque no se pueda leer lo que decía, él ya sabría de qué lugar se trataba. Fueron unos pocos minutos de silencio, ambos perdidos en sus pensamientos y en la situación, sintiendo cierta relajación y cariño del uno con el otro, manteniendo sus leves caricias sobre tu abdomen y pecho con calidez y dulzura. Luego de ese corto tiempo, finalmente rompe el silencio. — Gracias por darme esta oportunidad, Tokky. — Susurra suave, aún estando con su mirada fija en la ciudad. — Gracias por aceptar esta cita... — Dice con una sonrisa de costado, imaginando todo lo que hubiera pasado si esta cena no habría sucedido, sintiéndose con suerte, con mucha suerte. Baja su mirada hacia tus cabellos y deja un beso en aquel lugar. — Gracias por esto, bebé... — Vualve a susurrar, esta vez dejando un beso suave debajo de tu oído, sin dejar de acariciarte y manteniéndote cálido. —

— Tu rostro hundido en su cuello era el gesto más hermoso que pudiera pedir. Al momento en que lo haces, sube una de sus manos a tus cabellos para comenzar a masajearte y a jugar con ellos. Tus besos comienzan a subir, siendo este, un acto de puro cariño, transmitiendo más de lo que realmente significaba, pero de forma amorosamente sensual. Muerde con suavidad su labio por unos segundos, en los que te suelta para que te puedas mover sin inconvenientes. Tus palabras no hacían más que dejarlo sin aliento alguno, y aún más con aquella sonrisa perfecta iluminada en contraluz a la ciudad, pero que brillaba con el esplendor de la luna. Sus ojos te observaban en cámara lenta, apreciando como tus facciones cambiaban mientras te acercas, haciendo que en su interior, sienta toda sensación posible. Sube una de tus manos a tu mejilla y deja la otra sobre tu espalda baja, para luego, de sorpresa escuchar todo lo que necesitaba para perder la cordura, y no sólo por la sensualidad con la que lo haces. Realmente sabías cómo enloquecerlo, esto ya no sólo se trataba de caricias y cumplidos. Esto ya valía muchísimo más, esto es amor, amor más puro y perfecto que el de cualquier novela, o al menos para él. Corresponde a tus labios, ya no sabría decir si era una única sensación compleja o si eran miles de sensaciones que recorrían su cuerpo. Besaba tus labios con dulzura, pero aún manteniendo tu sensualidad del principio, hundiéndose en ella. Su mano subía y bajaba por su espalda bajaba, tallando la curva que se forma en esta, mientras que su lengua recorría la tuya lentamente, pero con aquel amor pasional a ritmo bajo, para así poder disfrutar más del momento. Aquella mano, comenzó a bajar lentamente hacia uno de tus muslos, que posaba al costado de sus caderas, y comienza a acariciarla lentamente de arriba hacia abajo. Continuaba el beso, cambiando de ángulos de vez en cuando, para que ambos gocen de la misma forma, capturando tu labio inferior, y luego volviendo al superior, teniendo una profundidad aquella que las lenguas nunca perdían tacto, haciendo de este un beso muy adictivo. De pronto, con sus ojos cerrados, en su interior pudo sentir que por al menos por un momento, Los Ángeles comenzaba a transformarse en París, encontrando cierta plenitud en el amor del momento. —

(El próximo es un rol tuyo, me muero de amor, mi bebé precioso.)

-Cerro los ojos y se dejó llevar, sintiendo que un extraño hormigueo recorría su cuerpo, haciéndolo jadear por lo bajo mientras tus labios tomaban los suyos de forma suave. Una de sus mano se desliza por tu hombro hasta llegar a tu pecho acariciando este mientras que la otra mano seguía en tu cuello enredando tu cabellos en sus dedos, y sus labios aun sobre los tuyos que tenían un exquisito sabor a vino. No podía creerse que estuviera en aquella situación con la persona que tanto quería. El corazón le martilleaba en el pecho, y casi podía notar el tuyo contra sus dedos mientras se aferraba a tu camisa. Le cosquilleaban las zonas del cuerpo donde le tocabas, sintiendo que en cualquier momento iba a explotar. Sus labios se tocaron una y otra vez, sus lenguas jugueteando sin intención de separarse. Siendo un beso profundo que los dejaba a ambos sin aire. Pero que aun así seguirían queriendo más el uno del otro.-

— Tanta cercanía le hacía mucho bien, le encantaba sentir tu tacto, y que de este salgan miles de sensaciones, como si de magia se tratara. Lleva una de sus manos a tu espalda baja, acariciando esta y apegándote más hacia él, mientras reduce el beso a cortos y lentos besos sobre tus labios, para concluirlo lentamente. Luego, lleva sus labios al extremo más bajo de tu cuello, para hundir besos suaves y cálidos por allí, subiendo con lentitud a lo largo de este, pasando también por tu mandíbula hasta llegar a tu oído.— Je t'aime à la folie, mon petit ange. — Susurra a tu oído, con su marcado acento nativo del francés, significando esto una declaración de amor con locura hacia tí. Baja ambas de sus manos a los muslos de ambas de tus piernas, de esta forma, tomándote con delicadeza para apergarte lo más posible a su cuerpo, y así retomar el beso anterior, quizá con un ritmo más tendencioso a seguir incrementando lentamente. Sus manos aún acariciaban aquel lugar, de forma delicada, pero a ritmo con el beso. Toca tus rodillas, para que de esa forma envuelvas tu cuerpo en él, creando un pequeño acurruco entre ambos. Luego de unos segundos perdido en el cielo de tus labios, siente unas pocas gotas caer pausadamente sobre ambos, pero no le da importancia. Estaba tan sometido y sumergido en el momento, que apenas pudo reaccionar cuando la lluvia comenzó a ser más notoria. Ambos estaban empezando a empaparse completamente cuando el francés decide cortar el beso repentinamente y cargarte en aquella posición hasta la mesa más cercana y sentarte en esta, pues las mesas del balcón tenían una sombrilla para sol, que también les servía de paraguas. Una vez que te deja sentado sobre aquella mesa, él se queda parado frente a tí, aún estando envuelto en tus delgadas y estilizadas piernas, tranquilizandose de que ya no estés expuesto a la lluvia, aunque la sombrilla no llegaba a cubrirlo a él mismo, pero no le importaba en lo más mínimo. Se acerca a dejarte un último beso en tus labios antes de volver a hablar. — Nada puede ser tan perfecto sin que pase algo. — Ríe leve de costado tras la ironía, llevando una de sus manos a tu mejilla, que se encontraba un tanto empapada, al igual que tu cabello. — ¿Tienes frío?, ¿Quieres volver o nos quedamos un rato más? — Pregunta mostrando importancia, mientras se mantenía cerca a tu rostro y continuaba sus caricias. —

Pour mon doux ange.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora