32 pulgadas

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Narra Alba

Fuera de la casa parecía llover, o eso intuía en las gotas cayendo sobre el techo.

Las ventanas estaban cerradas y con las persianas bajadas, la casa olía a una mezcla entre cerrado y a alcohol.

En el sofá se encontraba él; Guzmán, como se llamaba mi padre, observando en la television de 32 pulgadas una película porno.

Repulsivo.

-Para qué me llamaste. -Hablé desde la puerta, que ni tuve que llamar para que abriera pues se la había dejado así.

-Ve al baño, tienes una sorpresa. -Ni me miró.

Dudosa en la respuesta tan "tranquila" de mi padre decidí dirigirme allí.

Cruzando el estrecho pasillo un corto pensamiento se vino a mi mente.

El de Natalia y yo besándonos. Un  hormigueo cruzó por todo mi cuerpo y una sonrisa apareció en mi cara.

Llegué a la puerta del lavabo y antes de abrirla otro pensamiento relacionado con ella apareció en mi; Natalia me estaba esperando en el portal, seguramente fumando de los nervios.

Debería de dejar ese mal hábito y engancharse más a mi.

Impulsada por aquella imaginación me animé a girar el pomo para encontrarme allí dentro a alguien.

Mikel.

Se encontraba sentado en la tapa del váter, con una navaja.

Se veía tranquilo, jugaba con el cuchillo entre sus manos como si de una pelota se tratase.

Los ojos se me salían de las cuencas del asombro y miedo. El corazón se me paralizó en ese mismo momento y la sonrisa tonta que tenía por causa de Natalia se borró al instante.

-Escapa ahora que puedes. -Me miró por primera vez.

Tenía toda la cuenca del ojo izquierdo roja.

-J-joder...

Invadiéndome el miedo decidí darme la vuelta y salir corriendo pero algo me lo frenó.

O más bien alguien.

"Mi padre" se interpuso entre la huida y yo, dejándome atrapada entre dos posibles asesinos.

-Ay Albita... Que ingenua eres, ¿Querías salvar a tu noviecita? Ahora morirás tu... -Se acercó a mi a la par que su navaja, ahora la afilada punta descansaba sobre mi cuello sin llegar a tocarme del todo.

Tragué saliva y levanté la cabeza evitando el mayor contacto posible con el afilado objeto.

Comencé a temblar.

-Así así, muy bien, con miedo, zorra. -Lamió la otra parte de mi cuello, donde no reposaba el cuchillo.

Tenía ganas de vomitar sobre el.

Una lágrima, de asco y de impotencia, comenzó a bajar.

-Pero no llores rubia... Te voy a follar que vas a flipar. -Comenzó a subir las manos por mis caderas tocando con ansias cada porción de piel.

Donde antes había tocado Natalia ahora se encontraba el, borrando el rastro de la pamplonesa.

-Guzmán, ahora déjame a tu hija, haré que se vuelva hetero. -Rió Mikel junto a el nombrado.

Mi padre se fue de allí de un portazo dejándome con aquel loco, aun que no se cual de los dos era peor.

-Lo vamos a pasar bien, y no grites ni huyas. -Siguió refrotándose en mi.

Comencé a sollozar.

-Que no llores. -Golpeó mi mejilla con su mano abierta y forcejeó para romperme la camiseta.

Camiseta también de Natalia.

-No me toques por favor. -Gimoteé con miedo.

Hizo caso omiso a mis súplicas pero paró de besarme un segundo para hablar.

-Voy a preparar unos jueguitos, no te muevas de aquí.

Tan pronto como habló, se fue dejándome allí.
Y tan pronto como conseguí reaccionar, le mandé un mensaje a Nat.

-Sube, ya.

Breve, conciso. Captará el mensaje.

Envié el mensaje y la puerta se abrió, y disimulando, metí mi móvil en el bolsillo de nuevo.

-¿Lista para jugar? -Acercó un trozo de celo a mi boca y me lo pegó allí, me sentó en la tapa del váter y me puso unas esposas.

Intenté gritar; no podía. Intenté liberarme de las esposas; tampoco podía.
Y a cada movimiento brusco que hacía Mikel me pegaba más y más fuerte.

Y mientras el agresor desenvolvía un condón, la puerta del baño se abrió sin que el se diera cuenta; pues estaba muy distraído pensando en como sería la mejor manera de violarme.

Detrás de ella se encontraba Natalia, con una barra de hierro.

Mikel no la había visto aún, así que la pelinegra, cogiendo impulso, golpeó con la barra la cabeza de el machito hunga hunga.

Miró el cuerpo de Mikel, ahora inconsciente en el suelo, para luego mirarme a mi fijamente.

Se había quedado en blanco.

Comencé a forcejear intentando llamar la atención de Nat.

-Alba joder... -Se acercó a mi y me quitó el celo y las esposas con cuidado.

-Ay ay ay. -Froté mis muñecas y la zona de mis labios.

Comencé a sollozar, mi respiración se comenzó a desastibilizar y caí de rodillas al suelo.

Me sentía vulnerableen aquella situación.

En sujetador, casi violada, con el cuerpo de mi agresor inconsciente a mi lado y con Natalia llorando de la impotencia a mi lado, en cuclillas.

Sonaba a chiste... Pero no lo era.

Oía a la pelinegra suplicar que le mirara, que me tranquilizara y que todo había pasado ya.

Pero mi cuerpo no respondía y mi respiración no se tranquilizada.

Casi obligada por la manos de Natalia, conseguí mirarla a los ojos.

Su mirada estaba oscura, cargada de rabia, impotencia y preocupación.

-¿Estás bien? -Observó todo mi cuerpo en el suelo con cautela.

-Rompió tu camiseta. -Consiguiendo tranquilizarme un mínimo, observé la tela en el suelo.

-¿Qué coño importa eso ahora, por dios? Ven.

Pasó sus brazos por debajo de mis axilas y me ayudó a levantarme para luego sujetarme en un abrazo.

Veía nuestro en el reflejo del espejo del baño.

Me encontraba en sujetador, con toda la piel de mi torso erizado. Los ojos llorosos.
Natalia acariciando cada parte de mi espalda, de arriba abajo, de arriba abajo, repetidamente.
Y Mikel tirado en el suelo.

-Vamos ya, antes de que se despierten. -Se quitó su chaqueta y me la puso por encima- Así mejor... ¿Sí?

Fungí una leve sonrisa para que no se preocupara más por mi.

-¿Puedes andar?

Asentí, pero seguía temblando del miedo.

-Bueno, ven. -Pasó mi brazo por su hombro y salimos de allí.

En el salón conseguí ver a mi padre también inconsciente.

Salí de aquel infierno con un ángel; Natalia.

muchísimas gracias por el apoyo <3


En este banco || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora