CAPÍTULO III

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Cada día con su noche era un completo misterio, en su mente no podían salir las palabras de la adivina; Dael cada dos días salía a su búsqueda en el bosque pero no se encontraba ninguna rastro de ella, era como si la tierra se la hubiera tragado, tal vez  había sido solo un sueño y su mente le estaba jugando una mala jugada.

—Señorita Dael espero que se encuentre memorizando todo lo relacionado a su última lección -cuando se lo proponía la institutriz Petronz podía hacer enojar a cualquier persona- creo que a su madre, la reina estaría muy decepcionada de saber que no has avanzado nada en tus clases.

—Puedes decirme todo lo que quieras, no me importa -cada clase era un gran tortura, pero lo que más le molestaba era la manera en que la miraba, Dael se sentía señalada, despreciada, no sabía que había hecho mal con esa señora, pero si era así como ella la trataba, su trato seria de la misma manera- eres una mujer demasiado amargada deberías salir un poco de seguro encontraras a alguien que…

—Creo que esas no son las palabras para dirigirse a una dama, y mucho menos  proviniendo de una princesa -la reina Maritza se dirigió de la manera más tranquila a su hija, sabía que si no intervenía, entre esas dos mujeres se generaría una disputa- Dael será mejor que te disculpes con la señorita Petronz, ella no es merecedora de tales palabras.

—Como diga su majestad, me disculpo con usted señorita Petronz -y con una sonrisa forzada Dael se dispuso a salir del salón en el cual se encontraban- que tenga un buen día.

Después de que la clase terminara Dael decidió ir a la cocina donde todos los sirvientes y cocineros  se movían con gran rapidez para la preparación de la cena, pero ese día en particular estaba más movido que de costumbre.

—Princesa ¿qué hace por aquí? Dafne le traerá una galletas que están recién hechas -Dorotea era una excelente cocinera, además de una persona de gran confianza en todo el castillo, ella llevaba muchos años al servicio de los Reyes y se encontraba muy a gusto en lo que hacía- espero que no hayas discutido con la señora cascarrabias.

—Cada día me caes mejor Dorotea, creo que tenemos buenos gustos y sabemos cuándo una persona no es gran agrado -dicho esto se escuchó risas de todos los trabajadores, todo indicaba que Ana Petronz, la reconocida maestra no era del total agrado para el personal que trabajaba en el castillo- cambiando de tema sabes ¿dónde puedo encontrar a mis hermanos?

—Bueno mi niña hace un momento se encontraban en el castillo, pero han salido con el Rey en el momento en el que él llegó. Son unos niños tan dulces, en especial el pequeño Rob, se parece mucho a tu madre con sus grandes ojos azules y su cabello rubio, creo que iban a cabalgar un poco por los alrededores no tardaran en llegar, anda mi niña vete a tu alcoba con las galletas si los veo les diré que tú los andas buscando.

Su alcoba siempre era lo mismo, Dael se cansaba de hacer siempre lo mismo lo único que la distraía eran las lecciones con Samuel y el cabalgar son Storm, el resto siempre era lo mismo, ella quería algo totalmente diferente, le encantaría salir con su padre todos los días y planear las mejores estrategias para defender el castillo en cualquier eventualidad, claro no todo podía girar en torno a la guerra valía mil veces más, mucho más vivir en completa tranquilidad el poder vivir en paz.

—Espero no molestar a la princesa, escuché que estabas esperando a tus hermanos, ellos están con tu padre, pero creo que mientras esperamos su llegada podemos hablar.

La reina adoraba con todo su corazón a todos sus hijos, ellos eran su motivo para levantarse cada mañana y velar por ellos como toda madre que está atenta de sus hijos y se preocupa por ellos lo haría. Así que se sentó en la cama donde Dael se encontraba acostada y acarició sus cabellos.

—Eres cada día más hermosa, no tardará tu padre en recibir a múltiples caballeros que pidan tu mano- y con una sonrisa llena de amor se acercó a su hija- dime ¿qué es lo que atormenta? Puedes confiar en tu madre.

—Creo que solo estoy cansada -Dael se negaba mirar a su madre, ya que si lo hacía caería entre sus brazos, como cuando era una pequeña niña en busca de consuelo después de tener una desagradable pesadilla en una noche de tormenta- por favor madre podrías dejar de mirarme así creo que me da malestar de estómago.

Entre las risas de la reina Dael empezó a reír y la miró, su madre era una de las mujeres más bellas de toda la nación, y entendía porque su padre la había escogido a ella para reinar a su lado. A pesar de los años Maritza conservaba la misma belleza de siempre, su largo y lacio cabello rubio lo llevaba trenzado y le caía en su espalda (no había que olvidar que su cabeza la adornaba una hermosa corona hecha con el oro más fino y las esmeraldas más brillantes), su rostro delgado, labios con un color natural a carmesí, pero eran sus ojos dos estanque del más puro azul que se pueda encontrar; todo adornado con la manera más dulce, sutil, delicada y respetuosa con la cual se dirigía a su pueblo, con la cual se entregaba a su familia, no sólo era bella también era una mujer sabia y de conocimiento.

—Cada vez que te miro me pregunto porque no pude haber nacido igual a ti, eres tan bella y yo una simple mortal que se hace llamar hija tuya.

Sí, las características de Dael y la reina Maritza eran muy opuestas, mientras que el cabello de la reina era de un color como el sol, el de la hija era de una color castaño y no era lacio al contrario se caracterizaba por ser algo ondulado; su piel era un poco más oscura que la de sus padres y hermanos; sus ojos eran diferentes ya que Dael tenía unos expresivos ojos color ámbar con unas pequeñas manchas verdes, eran únicos, si eso lo escuchaba siempre, pero lo que más le llamaba la atención de su cuerpo era pequeña marca en forma de media luna en su omóplato derecho.

—Tú te pareces más a tu padre y a tus abuelos, desafortunadamente no los pudiste conocer, pero me atrevería a decir que te pareces a tu abuela, la reina Margaret. Además tú eres demasiado bella y tan solo tienes dieciséis años, solo espera -Maritza busco en la cómoda un cepillo y se acercó a su hija, Dael se sentó en la cama y dejó que su madre cepillara su cabello- eres hermosa eso nunca lo olvides no importa si nuestro parecido es poco, eres mi hija y te amo.

—Madre quiero preguntar ¿por qué hay más gente de lo normal en el castillo? ¿Algún conde o duque llegará el día de hoy? En la cocina hay mucho más trabajo y en los pasillos hay demasiadas personas.

—Marco el hermano de tu padre llegará en algún momento, y parece que con su llegada traerá a su prometida, aunque esas son solo habladurías -Maritza empezó a trenzar el cabello de hija y lo recogió con un broche- ahora si estas más hermosa, será mejor que bajemos al gran salón tu padre y hermanos ya deben de haber llegado, y ya sabes cómo son los hombres en esta casa, nunca encuentran nada.

La reina beso la frente de su hija y salió no sin antes llamar a dos sirvientas para que ayudaran a Dael a arreglarse para el banquete.

Holas queridos lectores, espero estén disfrutando de estas fiestas. 🎅
Les Deseo una Feliz Navidad ❤️🌲

La Muerte de la Guerrera Blanca [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora