CAPÍTULO V

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Conciliar el sueño fue algo difícil, ya que las palabras pronunciadas por Marco no salían de su cabeza, y una idea loca se colaba entre sus pensamientos, será que Marco había llegado para pedir su mano, ya que si esto pasaba Marco tendría más posibilidad de algún día quedarse con la corona de su padre, algo que él siempre había querido, puede ser que esa idea sonaba descabellada pero no era del todo imposible.

Pero su mayor duda en esos momentos era el saber quién era ella realmente, que escondían sus padres sobre su origen, así que decidió preguntar a su madre, la gran reina Maritza para que la ayudara a salir de sus dudas que tanto la atormentaban; se dirigió a la alcoba real, pero esta se encontraba sola, así que bajo y se dirigió a los pequeños jardines que se encontraban en la parte trasera del castillo, donde ella se encontraba dando algunas indicaciones a unas sirvientas del castillo, pero ella se encontraba acompañada de una mujer, ella no era del castillo y enseguida recordó que la señorita se encontraba acompañando a Marco en su viaje, Dael no sabía nada de ella y dudaba que fue en verdad su prometida.

Cuando la reina se percató de su presencia la llamó para que se reunieran junto a ellas.

—Creo que ustedes dos no se conocen, Dael querida hija te presento a la condesa Dailet Forrender, ella es una gran amiga de tu tío Marco, me estaba contando que se encuentra maravillada del gran desarrollo presente aquí en Rellintogn, además de sus hermosas vistas.

—Es un gran placer conocerte en persona Dael, tu madre me ha contado muchas cosas de ti. Pero lo que más me sorprende es que los rumores son verdaderos, tu belleza es algo realmente, no se no encuentro la palabra adecuada para describirte, pero sin duda eres una joya, no dudaría en que tienes gran cantidad de pretendientes.

—El placer es totalmente mío condesa, la verdad no había podido verla hasta ahora; he escuchado que usted era la prometida de mi tío -al decir esto recibió una pequeña regañina por parte de la reina- lo siento como dije solo son rumores, me disculpo por eso.

—Niña no me hagas reír -decía la condesa con una gran sonrisa- con Marco solo llevamos una gran amistad de muchos años, él fue la mano derecha de mi difunto esposo, el conde Martiel; cuando me había comentado que quería visitar a su familia decidí acompañarlo, ya sabes para ver nuevos lugares y conocer nuevas personas.

—Así es hija, ella ha estado mucho tiempo sola, encerrada en su propio castillo, es muy difícil el poder gobernar estando sola, además todas las mujeres necesitan poder relacionarse con otras mujeres y salir de la angustiosa rutina, sin salir claramente de su deberes. Además es por eso que no hay que creer en los rumores ya que eso es lo que son rumores.

La plática entre las damas se extendió hasta la hora del almuerzo, y Dael las acompañó durante todo ese tiempo para después poder preguntar sus inquietudes a la reina, no se atrevía a preguntar con la condesa presente ya que siendo amiga de Marco podía decirle aquello y no quería que él se sintiera satisfecho de haber puesto dudas en ella acerca de su origen.
Cuando la condesa decidió salir del castillo acompañada de sus mucamas y sirvientas para dar una vuelta, Dael sabía que era el momento propicio para preguntar, sin interrupciones o compañías desconocidas.

—Madre, desde hace mucho tiempo, ha crecido en mí la inquietud y la duda de temas que no he podido comprender y siento que me pierdo si no los comento con alguien que me puede guiar y así poder salir de esta encrucijada en la que me encuentro.

—En nuestra vida podemos ser víctimas de la duda, por los momentos que vivimos o recuerdos que nos aquejan, así que hija mía, habla para mí y en lo posible tratare de ser la claridad para tus problemas.

—Tengo miedo de no ser lo que muchas personas creen ver en mí, tengo miedo de ser ajena a lo que tengo y lo que soy, sé que te puede parecer algo ilógico que sea hasta este momento, donde dude acerca de mis orígenes, ahora sé que tú me convencerás de algo que en realidad tú también dudas; lo único que quiero de todo esto es la verdad.

El silencio parecía ser eterno, las palabras ajenas al momento y la verdad parecía verse oscurecida.

Ninguna de las dos se atrevía a hablar, pero sí se escuchaban los suspiros de la reina, era como si ella estuviera recordando, estuviera reviviendo momentos; y cuando creyó que no podría escuchar alguna palabra, Dael decidió levantarse del lado de su madre e irse, pero solo escucho algún murmullo y se detuvo, solo quería que aquellas palabras pronunciadas se perdieran con el viento, que esas palabras fueran mentira, pero lo único que escuchó fueron los sollozos provenientes de la reina.

Si antes se sentía confundida ahora se sentía perdida entre la realidad y la mentira, su vida hasta ese momento se había convertido en una farsa en una gran mentira, donde las personas que sabían la verdad se la tragaban para no comentarla.

La relación con la reina cada vez se veía muy débil, cada vez más distanciada, pero solo Dael era la culpable de aquello, creía que entre menos palabras fueran pronunciadas la verdad tarde o temprano saldría a flote, una verdad que ella sabía, solo la perjudicaría.

Los días pasaban y la única manera de poder olvidar todo lo sucedido era el asistir a las clases de Samuel, el blandir una espada era la escapatoria de la realidad, que Dael necesitaba. No importaba si se entregaba a esta actividad gran parte del día, no importaba cuantos eran los golpes que recibía, ahora nada de eso le importaba, en su mente se decía que el dolor físico era una manera de olvidar el dolor que sentí en su pecho, pero en el momento donde su mente se entregaba por completo a la lucha, no se percató que había alguien más, además de sus usuales compañeros, observando atento a cada movimiento de su cuerpo...

La Muerte de la Guerrera Blanca [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora