CAPÍTULO XXI

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—No sé si pueda seguir aquí.

Era la primera vez que Frederick escuchaba en la voz de Dael un atisbo de miedo, ella siempre se mostraba fuerte y decidida, pero ahora se sentía inquieta y tal vez insegura.

—Desafortunadamente la noche ha llegado y no podemos ir más allá de estos muros hasta que llegue la mañana.

—Bien, haré guardia toda la noche y cuando los primeros rayos de luz sean visibles en el cielo, saldremos de inmediato al castillo.

Mara y Frederick sólo podían aceptar, ya no tenían palabras para hacer que Dael cambiara de opinión, de igual manera ella tenía razón, la muerte se respiraba en cada rincón de la fortaleza y era imposible negar que la magia oscura estaba allí, suspendida aún en el aire.

Mientras Frederick organizaba su equipaje con ayuda de Mara, Dael salió a caminar por los alrededores, cerca a la entrada de Belmort. La oscuridad ocultaba el paisaje y sólo se lograba ver las siluetas de los frondosos árboles más cercanos, el canto de las aves nocturnas armonizaban de manera lúgubre el lugar, mientras el cielo ocultaba el brillo de la luna y las estrellas.

Conjunto al canto misterioso de las aves, se podían escuchar los pasos de Dael sobre las hojas muertas, la respiración cada vez más agitada al sentir la brisa fría de la noche contra su rostro, pero sus sentidos se alteraron al notar que ella no se encontraba sola, detrás de la obscuridad habían ojos que la observaban.

Maldijo a sus adentros al sentirse de nuevo desprotegida, se devolvió sobre sus pasos sintiendo como la presión nacía en su pecho, advirtiéndole de algún mal próximo a suceder. El camino de retorno parecía más largo y sin fin aparente, la intranquilidad recorría cada vena de su cuerpo y el miedo que creía dormido abrió los ojos al ver a su enemigo frente a ella.

Cinco encapuchados rodeaban a Mara y a Frederick y eran intimidados con el filo de las espadasqie apuntaban hacia sus cuerpos, la inseguridad y una pizca de miedo iluminaban sus ojos, pero en la mirada de aquel joven irradiaba un brillo especial, la rabia dominaba a Frederick demostrando su fuerza interior, pero Dael estaba segura que en algún momento un movimiento no controlado arriesgaría su vida, él ansiaba atacar pero ignoraba el resultado de aquel impulso.

-Y sin necesidad de buscarte te hemos encontrado.

Un hombre algo mayor se había acercado a Dael haciendo que ella diera un pequeño salto de sorpresa, no la había tocado aunque su mano se encontrara a poca distancia de su cabello, movimiento ligeramente sus dedos.

-¿Qui-quién eres?

La voz de Dael sonó con fuerza, con un leve tartamudeo haciendo que sus aprehensores se rieran y se burlaran de ella. El hombre a su lado hizo un par de señas a unos de sus acompañantes haciendo que este trajera consigo una pequeña silla, situandola frente a Dael y sentándose en ella, quedando en medio de sus indefensas víctimas.

—Mi nombre no debe convertirse en tí en algo de importancia, al igual que tus amigos yo solo soy un peón.

—¿Tu mismo te denomina peón? Alguien detrás de ti te manipula ¿es eso lo que dices?

—Bueno, a decir verdad todos aquí obedecemos a alguien más, o acaso tu has decidido llegar a estos lugares por tu propio deseo.

No había respuesta que fuera totalmente cierta, pero todos los pasos que había dado tenían un firme objetivo y Dael estaba de acuerdo con él.

La Muerte de la Guerrera Blanca [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora