𝟷- "𝚄𝚗𝚊 𝚏𝚊𝚖𝚒𝚕𝚒𝚊 𝚖𝚞𝚢 𝚒𝚗𝚝𝚎𝚗𝚜𝚊"

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El movimiento del auto era extrañamente relajante para la inquietud que sentía en ese momento. Estar allí, sentada, observando el paisaje que se extendía fuera de la ventana, era completamente irreal.

Aunque en mi interior mi corazón latía como si estuviera a punto de salirse de mi pecho, mi exterior lucía tranquilo, casi como todos los demás días del año. Pero ese día no era como todos los demás días del año, claro que no, ese era el día que dejaba mi casa para instalarme en lo que sería mi nuevo hogar por los próximos cuatro años.

Ya había visto el campus varias veces; al vivir en Maryland era sencillo viajar a Virginia, ya que eran estados contiguos y solo bastaba con un viaje en auto de unas aproximadamente tres horas y media, pero aún así todavía no había logrado acostumbrarme del todo.

—¡Tierra llamando a Vee! —dijo mi hermana, sobrepasando su volumen normal de voz (que ya era bastante alto), mientras movía una de sus manos frente a mi rostro.

—¿Qué pasó? —pregunté dejando de lado los pensamientos que invadían mi cabeza desde que había salido de casa.

—Estamos por llegar —contestó mi padre sin mover sus ojos del frente, pero con una sonrisa amigable en su rostro.

—Cada vez falta menos para que tengamos que dejar ir a nuestra bebé... —dijo mi madre desde el asiento del copiloto, mirando a mi padre ya con los ojos llenos de lágrimas. Yo rodé los ojos pero igualmente sonreí.

Mi familia podía considerarse una familia normal, con las locuras que podía llegar a tener cualquier familia normal, las discusiones que podía llegar a tener cualquier familia normal, y los momentos alegres que podía llegar a tener cualquier familia normal.

Mi madre, Audrielle Vogel, o Audrielle Scarlett Vogel para ser más exactos, era lo que podría llamarse "la intensidad" de la familia, todo lo que hacía, decía o siquiera pensaba, era con una intensidad increíble; si lloraba, lloraba con fuerza, si reía no había nadie que la pare, y si se enojaba..., bueno si se enojaba era el momento de correr.

Mi padre, Jeff Edwin Vogel, era la calma en medio de la tormenta que era mi madre, el ancla del barco que era esta familia, él era la tranquilidad, siempre tenía la respuesta a los problemas y los entendía como ningún otro.

Mi hermana, Brigit Vogel, era una diva en formación, si no es que no estaba formada ya; con sus quince años ella ya tenía más amigos de los que yo había tenido en toda mi vida y enemigos en la misma cantidad, tenía un sentido de la moda increíble y una seguridad en sí misma inquebrantable.

Y yo... Ya tendrán tiempo para conocerme.

—¡Oh Dios mío ya estamos aquí! —exclamo mi madre con la nariz pegada en la ventanilla del auto, tal como una pequeña niña emocionada.

—Mamá, hemos venido aquí como unas cinco veces ya —mientras decía esto, Brigit seguía con la mirada en su celular, pero podía jurar que había rodado sus ojos.

—Déjala Brigit —suspiró mi padre —, está emocionada.

Mientras él estacionaba, yo me tomé el tiempo de observar ese lugar que ya había visto más de cinco veces. El estacionamiento se dividía en dos: hacia la derecha de un largo camino de piedra, donde estabábamos nosotros, y hacia la izquierda del mismo. Por este camino del centro caminaban varias personas llenas de cajas, mochilas y equipajes de todo tipo de formas y tamaños. La mayoría de los estudiantes estaban acompañados de sus familias; padres, madres, hermanos y hasta abuelos caminaban junto a ellos, hablando, riendo, o también había algunos serios.

Al final de este pasillo había unas diez mesas, cada una llevaba un cartel con letras, como "A-D"; las personas cuya inicial de su apellido estuviera entre esas letras, debía dirigirse a esa mesa. Lo sabía porque, al recibir mi mail de aceptación, nos habían enviado también indicaciones sobre qué hacer al llegar el primer día.

Odiando amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora