👺Petyr Baelish

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Meñique y Dionisia

No es ningún secreto que uno de los hombres más temidos de todo poniente, nació en una casa insignificante, en el Valle de Arryn. Aunque muy poca gente tiene recuerdos de el de joven, ya que no fue hasta cierta edad que se hizo notar.

No obstante, Dionista no está incluida en esa lista. Ella tiene solo tres años menos que él, y también es de la baja alcurnia. Se conocen desde que tienen memoria, ya que sus padres se llevaban la mar de bien. El problema era, que a pesar de que ella era inteligente, no le interesaba el poder, ni nada que tuviera que ver con placas política. Así que mientras Meñique ascendía desde las sombras, ganándose un montón de enemigos, ella se dedicaba a observar desde su simple puesto de sirvienta de los Lannister. Eso sí, estaba viva, algo de lo que no muchos eran capaces de alardear. Y le enorgullecía saber que eso era así por méritos propios.

A pesar de todo seguía considerando a Meñique como un viejo compañero. No podía considerar que ahora fueran amigos, porque vamos, ¿quién en su sano juicio pensaba que aquel gran jugador del juego de Tronos tenía amigos? Socios quizá sí (estaba segura de que había gente que quisiera algo de lo que tenía por ofrecer, pero eso era todo). Y aunque pensara todo eso, cuando Petyr se acercaba a brindarle un poco su aparente sincera compañía, no podía pensar que era tan malvado como aparentaba.

Aún debía de quedar algo de aquel afable muchacho que siempre hacía reír a Catelyn, a su hermana Lysa y a ella. Recordaba los momentos a solas en las que se dedicaban a pasear por el Valle, a veces hablando de cualquier tema y otras veces (simplemente) sumidos en un agradable silencio. Tampoco se olvidaba como le dolió el corazón cuando le dijeron que Petyr amaba con todo su ser a la Stark. Ni siquiera sabía porqué se hizo ilusiones. Ninguna persona se fijaría en una don nadie como ella, ni aunque el otro fuera de su misma baja clase social. Petyr a pesar de eso, siempre tuvo madera de... bueno, de todo eso que él era.

-Buenos días, Dye -oyó que le llamaban por su apodo, con tono casi dulce-. ¿Cómo te va con tus labores?

-Oh, Lord Petyr, que agradable sorpresa -le sonrió de forma sincera. Él hizo una mueca.

-Por todos los dioses, Dye. Ya sabes que conmigo no necesitas ninguna formalidad.

«Con todos los títulos que tienes en tu poder, y yo siendo solo una criada, no sé si es lo más adecuado» pensó la castaña, más no dijo nada. Sabía que era una pérdida de tiempo intentar hacerle de cambiar de opinión.

-Insisto, trátame de tú a tú -recalcó, cogiéndola del brazo y empezando a caminar. Dionisia quiso protestar, ¿qué pensaría la gente al verlos tan unidos?

Esta vez si intentó hacerle entrar en razón, pero como se temía, fue en vano. Pasearon por las principales avenidas, uno de los sitios menos contaminados de todo Desembarco. De improvisto, una flor (una hermosa violeta) apareció en el campo de visión de Dionisia. Miró sorprendida a Petyr, que le sonreía de forma encantadora, como solo él sabía.
-Me imagino que ya lo sabes. Pero con esta flor quiero representar que mis sentimientos hacia tí son humildes -le contestó mientras se la enganchaba en la melena.

-Yo no sé qué decir.... -murmuró apesadumbrada. La sonrisa del consejero de la moneda (entre otras cosas) se ensanchó.

-Con un gracias me conformo.

La joven se vio tentada a besarle, así que le dio un casto beso en la mejilla. Se sonrojó al instante ante tal atrevimiento, aunque no debería ser así, se suponía que seguían teniendo confianza. Para intentar calmar los feroces latidos de su corazón, le dio las gracias, tal como el había pedido.

Petyr la miró como si llevara tiempo queriendo decirle algo, y que no podía esperar más. Siguieron caminando, para no tener que hacer contacto visual. Así sería todo más fácil.

-Ambos sabemos bien que en mi niñez estaba tontamente enamorado de Catelyn. Por todos los dioses, si casi muero en un duelo por ella. Después de que eso pasara no me habló, ni siquiera para asegurarse de mi bienestar. Después de todos los buenos momentos que pasamos... No estuvo en el malo. ¿Sabes, Dye? De echo, fuiste la única que estuvo ahí para mí.
»No sabes cuánto significa eso para mí, aún a día de hoy. En fin, a lo que iba... -suspiró- con el paso de los años me di cuenta de mi error. Debí amarte a tí desde un principio.

-Espera -le interrumpiendo Dionisia, parándose en seco. Se giró hacia él-. ¿Ahora me amas?

-Por supuesto. Como siempre debió de ser.

Dicho eso, Meñique se abalanzó sobre sus labios. Era un beso hambriento, como si necesitara sentir a la muchacha para seguir respirando, y pasional a la vez, como si quisiera aprovechar el tiempo perdido.

De repente Meñique se separó. Miró hacia todos lados, con su habitual gesto analizador «Bien, es mejor que nadie nos haya visto» pensó una vez que se aseguró de ello. La llevó a un sucio y maloliente callejón. A veces había que hacer sacrificios.

-Y si tú me permites, me haría inmensamente feliz que me acompañaras en nuestro ascenso -le susurró, acariciándole la mejilla de forma suave. Dionisia no se lo podía creer. ¿El nuevo Petyr preocupándose o pensando en lo demás? Qué seguía, ¿Petyr romántico? «Espera, en realidad ya está mostrando esa faceta» pensó.
A ella no le importaba el poder, eso ya se lo había dejado claro a todos, pero si con eso podría estar junto a su amado... Lo haría.

Aceptó la oferta.

-Ya verás. Ya puedo imaginarlo. Un hombre y una mujer de una casa sin importancia, moviendo los hilos, gobernando... Todo el mundo nos conocerá. No te arrepentirás.

Dionisia se fundió con Petyr en un largo abrazo. Cuanto lo había añorado. Había esperado años por un nuevo abrazo suyo. Y la espera había merecido la pena, no podía negarlo. Inspiró su aroma corporal, que la hizo viajar a través del tiempo.

Mientras estuvieran juntos, le daba igual su posición social o lo que pensara la gente de ellos.

Game of thrones: one shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora