🐺Robb Stark

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Mae Baratheon y Robb

E

l joven lobo iba a casarse con Jeyne Westerling, aunque eso de momento solo lo sabía su madre Catelyn. No lo iba a hacer por amor, no, lo iba a hacer por honor.

Durante una expedición fue herido, y la muchacha, que resultó ser doctora, le curó sus heridas. Ese mismo día, se enteró de que sus jóvenes hermanos Bran y Rickon habían sido asesinados por quien creía ser un amigo: Theon Greyjoy. Ante su desconsuelo, y dado que la muchacha era la única compañía que tenía en esos momentos, yació con ella.
A la mañana siguiente, presa de la culpa, Robb juró que se casaría con ella para mantener su honor, olvidándose del acuerdo que tenían con los Frey.

Al volver con su madre, esta se puso histérica. No podía entender cómo a su hijo se le ocurría hacer semejante barbaridad. Él debería saber que romper una promesa con Walder Frey sólo podía traer desdichas y desgracias.
Presa del pánico, hace lo único que se le ocurre en ese momento: llamar a la hija mayor de Stannis para que está viniera cuanto antes a verla a ella y a al rey. Sabía que Mae no estaba de acuerdo con muchas actitudes de su padre, pues se vieron hacía menos de un año y se llevaron bien, era una chica muy madura para su corta edad.

Como había esperado, la pequeña cervatillo llegó a Aguasdulces  luego de unos días de espera. Catelyn le contó sus problemas, mientras Mae escuchaba con atención. Le propuso un matrimonio con su hijo, con la "condición" de que debía convencerle a este de que casarse con ella era mejor opción. La Tully pensaba que Walder Frey se enfadaría menos si se enterara de que Robb se había casado con alguien de alta cuna, y no con una simple muchacha que carecía de riquezas. Mae era muy apuesta, así que pensaba poder convencer al rey. Luego Cat ya se encargaría de que su hermano Edmure accediera a casarse con una Frey para mantener el acuerdo.

Las cosas no podían salir tan mal, ¿no?
Eso quería creer. Ya había perdido muchos hijos, no podía permitirse perder a Robb también.

 Ya había perdido muchos hijos, no podía permitirse perder a Robb también

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—¿Acaso no te gusto? —le preguntó la joven haciendo una mueca triste. Robb suspiró de forma pesada.

Estaban ambos en un jardín algo escondido, lleno de verde y flores exóticas. Era un sitio verdaderamente bonito, además de ser el lugar que frecuentaban para sus encuentros.

—Sabes que no es eso. Me encantas. Pero debo mantener mi honor —Tomó de las manos a la Baratheon, sin dejar de mirarla a los ojos ni un segundo.
«Ni un ciego sería capaz de no ver su belleza» pensó.

—Y eso significa elegirla a ella, en vez de a mí —murmuró, aún más apagada que antes.

Se habían parado cerca de un pozo de piedras vacío para tener más intimidad. No querían que nadie les viera.

—Yo... sí. De verdad lo lamento.

—Dime solo una cosa más —El Stark le dió un apretón a su mano derecha, incitándola a continuar. Diciéndole sin palabras que podía contarle lo que quisiera—. Si decidieras que tienes que hacerle caso a tu corazón, y no a tu honor, ¿que elegirías?

Robb se quedó unos segundos en silencio. Tiempo suficiente para que la Baratheon se sintiera morir de los nervios. Habían pasado unas semanas conociéndose, y para lo que ella había empezado siendo un matrimonio arreglado para que ambas partes ganaran, se había convertido en algo más. Habían congeniado muy bien, y parecía muy pronto para decirlo, pero aparentaban quererse.

—A tí —confesó un rato después—. Cuando se tratan de cosas de corazón, siempre te elegiría a tí.  

Mae asintió, bastante conforme con su respuesta.

Rompió el contacto de sus manos, sin embargo, se acercó a él. Cuando sus respiraciones se entremezclaban y sus narices casi chocaban, paró de moverse. Inclinó su cara hacia arriba, pasando sus palmas por el cuello del Stark. Se juntaron en un beso lento, suave y lleno de amor. Pero aún así este tenía su toque amargo.

Se separaron despacio, temiendo romper la burbuja que habían creado a su alrededor. El joven lobo le acarició unas ebras del cabello antes de echarse hacia atrás. Ella le sonrió, pero sus ojos reflejaban tristeza.

Pues si algo sabía la Baratheon, era que Robb era un hombre de honor, al igual que su padre Eddard. La batalla ya la había perdido antes de siquiera empezarla. Jeyne ganó el día que durmió con él.

—Espero que le vaya bien, mi rey —exhaló, volviendo a las formalidades del primer día—. Nunca lo olvidaré.

—Yo tampoco a usted, lady.

Con una última sonrisa se despidieron. Sellando así su trágico futuro, y el final de un amor que quiso pero no pudo ser.

Robb finalmente se había casado con la Westerling, para desagrado de su madre y de su secreto amor

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Robb finalmente se había casado con la Westerling, para desagrado de su madre y de su secreto amor. Esta última se había marchado esa misma noche de Aguasdulces, volviendo con su padre y su amigo Davos.
A pesar de su dolor, no estaba enfadada con Robb. De verdad esperaba que todo le fuera según lo planeado; se lo merecía. Había perdido mucho para llegar hasta donde estaba, y por eso lo admiraba.

Aún así, al igual que su casi suegra, tenía un mal presentimiento. Los Freys no eran de fiar, nunca lo habían sido. Con ese presagio, decidió volver a emprender marcha a Aguasdulces.

Para cuando llegó, ya ni siquiera Jeyne estaba allí. Se había enterado que ella se había quedado en el lugar para evitar confrontaciones.
Le preguntó a un guardia a ver qué pasaba, y este le dió la trágica noticia: el joven lobo había muerto junto a su madre, traicionado por los Freys con ayuda de los Lannister.

Su corazón dejó de latir por unos segundos, y dando un casi inaudible "gracias' al hombre, corrió hacia el jardín. Su jardín, se recordó. El de ella y Robb.

Allí intentó asimilarlo, pero a pesar de haber previsto que algo malo iba a suceder, parecía que ahora que se había dado cuenta de que estaba en lo cierto no podía. Lágrimas salieron sin cesar por sus ojos marrones, mientras apoyaba sus manos en el pozo y miraba hacia el oscuro fondo de este. Sintió como algunas lágrimas caían hacia el suelo, y en un momento de locura, pensó que podía llenar el pozo con sus lamentos.

—¿Por qué me has dejado, Robb? —se quejó, cerrando sus ojos con fuerza—. ¿Por qué dejaste que en un momento de fragilidad una desconocida te consolara y sedujera? Si eso no hubiera pasado, seguirías vivo. Estabas tan cerca de la victoria... Yo creía en tí, ¿sabes? Y en tu causa. Eras un chico bueno y justo, que había visto u oído demasiadas cosas para su corta edad —Mae se dejó caer en el suelo, con su espalda apoyada en las rocas.

Cuando logró serenarse, volvió a pensar con claridad. ¿Acaso era casualidad que Jeyne Westerling no hubiera acudido al encuentro con los Freys? ¿O había algo más?
Fuera lo que fuera, lo pensaba averiguar. Debía hacer justicia a su amado, al Rey... qué perdió el Norte.

Quizá fuera hora de unirse a su padre Stannis. ¿Quién mejor que él para ir contra los Lannister?

Secándose las lágrimas con el dorso de su vestido, se levantó. Empezó a caminar con la espalda lo más recta posible, sin dejar entrever su estado psicológico. No pensaba perder otra batalla más. No esa vez. Sus enemigos no la verían perder.

Game of thrones: one shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora