Nunca nos vamos a volver a ver después de hoy- dijo mientras limpiaba las lágrimas que caían rápidamente por mis mejillas, mientras yo suplicaba entre sollozos que no me dejará, que no se fuera de mí.
Se paró lentamente de mi cama, dejando un gran vacío a mi lado, caminó por el pasillo donde tantas veces lo había visto llegar, abrió la puerta. Se fue.
Caí en el suelo destrozada, y fue en ese momento, vuelta mierda donde entendí que todo aquello que empieza mal, termina mal.
Toda esta historia solo es posible de comparar con la sensación de probar una sustancia totalmente nueva, como cuando te tomas el primer trago de la noche, o le das la primera pitada a un cigarrillo. Y después de esta lo único que quieres es más y más, sin importar las consecuencias que pueda tener.
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La oleada
“Probé lo que no debía, se encendió algo en mí, algo totalmente nuevo. Y después de ese momento nunca pude tener suficiente.”
Pensar en él, era taladrarme la mente y penetrar las fibras más profundas de mi alma desde el preciso instante desde que lo vi por primera vez.
Era un viernes, final de mi primer semestre en una universidad y ciudad donde nunca me imaginé estar ni en mis fantasías más alocadas, la casa de una de mis mejores amigas nos esperaba por una noche que pensaba iba a ser inolvidable, sin si quiera llegar a imaginar que jamás podría dejar atrás ese día. Esperaba ansiosa por celebrar este acontecimiento rodeada de personas maravillosas que había aprendido a conocer durante estos cortos seis meses.-Van a venir unos amigos del colegio, aquí las espero- escribió mi amiga dueña de la casa donde sería aquella reunión. Me sentía llena de alegría, emoción y nerviosismo. Lista para tomar todo lo que el semestre me había impedido, pensamiento de alcohólica, pero ¿Qué podía hacer?, 17 años encima y un gran gusto por el alcohol.
Entramos todas en un bochinche terrible, saludándonos tan eufóricamente como si no supiéramos que hacía apenas unas escasas horas nos habíamos visto las caras.Y ahí sentado en un cómodo sillón, estaba él.
Con una de sus tantas gorras que se volverían costumbre para mí, sus infinitos lunares que aprendería de memoria y una sonrisa incomoda que inundaba su rostro.
-Hola, soy Gabriela- saludé cortésmente a este desconocido con un fugaz beso en su mejilla, acto que siguieron todas mis amigas sin preocupación. Cross, era el apodo con el que mi amiga se refería a aquel desconocido que hasta el momento era una persona más de tantas en la inmensa sala de aquella casa.
Más tragos de los que me gustaría admitir pasaron por mis manos, cansada de bailar y con unas pequeñas gotas de sudor cayendo por mi rostro, decidí salir a recibir un poco de aire. Abrí la enorme puerta del balcón con dificultad y en la esquina estaba el, fumándose un cigarrillo mirando al vacío de la noche fría que nos envolvía a ambos.
Me acerqué, le pedí un cigarrillo, me lo encendió. Miré sus ojos con un poco de vergüenza y le agradecí mientras daba una pitada, pensé en iniciar una conversación, pero segundos después entró una de mis amigas a unirse a esta nube de humo que nos rodeaba a ambos.
Posterior a ese momento, me avergüenza apenas recordar estar bailando sin sentido. No sé la verdad como terminamos ambos bailando, culpo a los tragos por terminar besándolo sin si quiera saber su verdadero nombre. Tomó mi mano en un arranque de lujuria y desenfreno, subimos unas escaleras que no reconocía y justo antes de entrar a un cuarto que recuerdo vagamente, me besó con tanto deseo que me pareció imposible no seguirlo dentro.
Todo lo que sentía que siempre había estado dentro de mí, se encendió. Se aceleró cada partícula dentro de mí, mi pulso, mi corazón y hasta la sangre que llegaba al mismo. Sentía todo menos vergüenza en el momento, salí corriendo escaleras abajo. Caí desplomada en la alfombra de la sala. Me dormí.
He aquí el preciso momento en que, sin saberlo, mi adicción había comenzado.
Desperté con dolor en todo el cuerpo, desconcertada y con recuerdos que esperaba fueran erróneos. Sentí un guayabo moral que nunca he vuelto a sentir desde ese día. Sabía que todo lo que pasaba por mí mente era cierto. Había pasado.
Deben estar pensando que soy una cualquiera, que le gusta pasar de cama en cama, pero la verdad de todo esto es que jamás había estado implicada en una situación de este calibre. No entendía realmente como se me había ocurrido terminar en la cama con un completo extraño, desconocía que me pasaba y quien era en ese momento.
Pensé erróneamente que no volvería a saber de él, pues siempre se asume que después de haber pasado por ese tipo de situaciones nunca se vuelve a saber de la otra persona, era una cosa de una noche, pero he aquí mi primer error, estaba muy errada.
Horas más tarde, llegó a mi celular un tímido hola, de un teléfono que era irreconocible para mí. Desbloquee extrañada mi celular, era él.
No sabía que estaba pasando, los nervios me consumieron rápidamente.
Hola- respondí extrañada, sin saber si quiera que desde ese tímido mensaje este hombre sería mi perdición.
Y desde ese instante no hubo día en que no habláramos.
Este fue el inicio de mi ruina
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Soul Door
Short Story"A veces amarga, a veces divina, la vida es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar."