Tenía listo mi informe de fin de año. Había presentado los exámenes pendientes y la preparatoria seguía igual, de hecho mi ausencia hizo que me diera cuenta de muchas cosas.
Pasaron al menos diez días desde que volví de Londres; hace diez días no había vuelto saber de Lisa, ni de Ellie. Extrañaba las notas y las margaritas, ¿eso está bien o sigo siendo estúpida?
Nayeon estuvo conmigo cuando llegué de vuelta, y puedo jurar que es imposible contar con los dedos las horas que duré llorando en su hombro mientras me culpaba de todo. De lo que hice, de lo que hago... de lo que sentí. Dentro de mí había un vacío que parecía no llenarse; una válvula de agua que no se vaciaba con las lágrimas. Ella me había hecho sentir tan bien pero al mismo tiempo tan mal, ¿cómo pudo hacerlo tan perfecto? ¿cómo pudo ser tan ideal y tan tóxica al mismo tiempo? No sé si eso tenga respuesta, o no sé si yo pueda responderlo.
Alexander estaba de regreso y todo pareció ser como hace algunos meses atrás. Quería olvidarme del compromiso; del poema; del viaje; del te amo; del libro; de ella. Pero no. No podía. Y aunque pudiera, ella estaba plasmada sobre mi informe de fin de año porque no podía olvidarla.
Por otra parte, Rosé ignoraba mi presencia. Y pensé, pensé en lo que dijo y en lo que pudo pasar si le fuese creído. Yo nunca tuve el valor de contarle lo de Jason, sin embargo ella intentó no repetir la misma historia pero fui estúpida -ingenua como siempre-. Me sentí culpable de nuevo.
Jisoo había conocido un nuevo chico en una librería a dos cuadras de la preparatoria y me sentía feliz por ella porque realmente se veía feliz. Y aunque nuestra amistad no sea la misma que la de hace años, sigo queriéndola como aquellos momentos en primaria.
Y volví. A la realidad. A la realidad de estar sentada de nuevo frente al rostro de Alex, como empezó todo. Era un sentimiento de deja vú.
Un penúltimo día de clases donde no había emoción, donde no tenía adrenalina, felicidad, donde no tenía amigos por haberlos cambiado por amor. Y quise llorar.
Alexander me nombró y me invitó a posarme en frente. No parecía ser Alex, él me sonreía y parecía amigable. El accidente le había hecho cambio.
Mi nostalgia se convirtió en nervios.
—Adelante, Kim. —dijo él. Y dudé en levantarme por un segundo pero ya mi informe estaba en mis manos y no había otra opción.
Le sonreí a pesar de que fuera de forma sátira.
Fue improvisado, como un rayo que cae de repente. No quise verlo así; fue de otra manera y ese era el error. Mi año final no puede resumirse en pocas palabras porque en meses sucedió lo que nunca me pasó en años, y varias veces lo pensé aunque sabía que sí era cierto.
No sé cómo de tenerlo todo, llegué a tener nada. El sentimiento que te deja lo tóxico es creer que necesitas algo más cuando no te hace falta nada. Hizo un hoyo donde no había más espacio, y poco a poco fue liberando más el lugar hasta que solo eso importaba.
Ninguno de ustedes entienden éstas líneas cubiertas de símil. Pero no me importa que ustedes no entiendan; solo quiero hablar en clave para yo entenderme y desahogarme porque metí la pata siendo una estúpida. Dije que el sentimiento de la toxicidad hacía querer más cuando no existía la palabra más, eso sucede ahora. Porque ya no está la que solía llenarme. Le fallé y no sé como bajar mi cara para disculparme. De todos modos: lo siento, y lo digo porque sé que estás oyendo este informe.
Todo fue extraño, un bonito sentimiento apareció para cegarme y ver todo distinto. Pintarlo de colores hermosos aunque todo era gris. Y me culpo por todo. No creí que fuera a terminar así, no creí que todo iría tan mal. Pero fue una farsa. Como todo. Como lo que veía, como lo que sentía, como lo que vivía.
De margaritas a páginas en blanco. Quisiera volver a ser la Jennie Kim de hace unos meses. Este año fue difícil, pero significativo. Y aunque el informe haya sido más personal que académico, quise presentarle ante ustedes éstas palabras que nacieron de mí por estar más melancólica que estudiosa.
Y levanté la mirada. Y todos los ojos estaban puestos en mí. Y yo temblaba, sudaba. Sé que quería llorar pero me retenía y no estaba segura de si era un sentimiento de vergüenza el que sentía.
Y miré a Alexander. Y él sonreía. Sonreía con una margarita en sus manos y una pequeña nota amarrada a ella.
Y desde aquí pude oler su perfume. El que usaba aquella noche del primer te amo.
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Dear Lover | Jenlisa
FanfictionJennie Kim nunca pensó que el amor de su vida estaría en la preparatoria, y jamás supuso que llegaría a ser la sustituta de Alexander. Dicen que todo es mejor cuando llega de forma inesperada y para Jennie eso era más que una simple frase. Lisa Mano...