Capítulo tres.

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Al fin vuelvo a mi casa. Mi habitación. Mi mundo.

Encerrada otra vez en la gran habitación de paredes azul marino. Amo el color, también el negro u rojo, pero el azul lo supera.

Mi cama es de dos plazas, extremadamente cómoda. Otra de las razones por la que no salgo tanto al exterior, tampoco soy de las personas que las invitan seguido a las fiestas o algo parecido.

En la mesita de al lado de mi cama, hay una foto familiar. No es la clase de foto familiar de las típicas familias de televisión. Estamos todos sonriendo, mirándonos a nosotros. Incluye a mis dos perros también.

Mi padre en este momento está en el trabajo, para mi suerte. Si no me diría algo como “Siempre acostada, sal de ahí y limpia”. Mi vida es más estresante cuando está él. Mi madre seguro que está limpiando, como siempre. Y mi hermano menor de siete años, Jules, está jugando con mis dos perros, reemplazando mi papel de dueña.

Comienzo a pensar que mi vida es muy aburrida, y raramente deseo que empiecen las clases para que pase algo nuevo. Me aburro demasiado cuando estoy sola y sin amigas desocupadas.

—¡Amy!—alarga mi hermanito desde afuera de mi habitación.

—Pasa.

Jules pasa, sonriente como siempre. Su pelo es algo rojizo como el de mi madre, muestra los pocos dientes que tiene. Su pálida piel sucia como siempre. Siempre se ensucia.

—¿Qué pasa Jules?—pregunto sonriéndole.

—¿Me dibujas algo para pintar?

—Por supuesto. Creo que ya dibujé uno para ti—arranco un dibujo de mi block y se lo tiendo—. Es un parque.

Agarra el dibujo entre sus manos y me mira suplicante.

—¿Podemos ir? Hoy no salí a jugar con nadie—¿¡En el día de hoy!? ¿¡En serio!?

—De acuerdo—ruedo los ojos, a él no le puedo decir que no.

—¿Puede ir Nicole también?—Nicole, amo esa niña. Es la hija de mis vecinos y creo que es un buen ejemplo para Jules ya que es un año mayor.

—Sí, fíjate si está en su casa e invítala. Mientras yo me peino.

Me dedica una gran sonrisa y sale de mi habitación corriendo. Quiero volver a ser niña.

Me pongo de pie dispuesta a ver mi imagen. Mi cabello ondulado está rojizo debido a la luz que lo refleja. Mis labios carnosos y pequeños los pinto con un color casi invisible. Mis ojos cafés se ven exhaustos, acompañados de ojeras de cansancio. No me había dado cuenta que estoy tan mal.

Peino mi cabello como puedo y lo dejo suelto. Hoy no estoy inspirada en hacerme un peinado.

—¿Listo?—pregunto al ver a Jules limpio y ya vestido. Sí es más rápido que yo. Éste asiente.

Y antes de salir se me olvidó pedir permiso.

—¿Mamá podemos ir?—pregunto al verla con su celular.

—¿Al parque? Jules se te adelantó. ¿No era que tenías miedo a las burlas e hipocresía?

-Mamá, es Jules. Si le digo que no me quedo sin pelos.

—Pueden ir. Pero vuelvan antes de las siete. Nicole de seguro ya está lista.

—¡Pero él no me cuenta nada!—me quejo en un murmullo y salimos de mi casa.

Caminamos junto a Nicole hasta la plaza que está a cinco cuadras. Es  difícil caminar con dos niños que quieres zafarse de tu agarre.

Llegamos al parque que está lleno de parejas, no creo que sea muy educativo para ellos estar aquí hoy.

Y yo aquí con dos niños. Lo hubiera pensado mejor.

Pero al ver a alguien que no esperaba afirmo que en verdad no tiene pareja.

En un día de San Valentín.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora