Fugaz XII - Divagando

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Mantengo el recuerdo de nuestro primer beso tan intacto del olvido como me es posible. Cada que te extraño viene a mi mente aquella noche que cambió nuestras vidas para siempre, cada que estás lejos de mis brazos no hago más que recordarte y me pierdo en ti sin que nadie se de cuenta. No quiero parecer obsesiva contigo, pero el amor y la costumbre me hala a tu persona. A veces parece que solo te importa que sea directa con mis palabras, que no te arrebate el tiempo del que no puedes desperdiciar ni un segundo soportando mis palabras infantiles, no respondes a mis cursilerías y no sé si es por falta de interés, falta de tiempo o si ya no te gusta. Tal vez sean todas... o ninguna.

Es increíble como el tiempo y el cansancio nos han alejado más que nada. Hemos sabido sobreponernos de muchos problemas, discrepancias, llámale como quieras. Incluso a la intolerancia de nuestras familias cuando se supo lo nuestro, superamos juntas cada insulto, grito, amenaza y todo comentario haciendo referencia al fuego del infierno de su parte... pudimos hacerle frente a esa época tan difícil de nuestra vida y aquí estamos, sin embargo, el tiempo cada vez se nos reduce más y la fatiga te lleva de la mano siempre.

El cansancio te quita del cuerpo las ganas de todo. Y me parece inevitable un distanciamiento más grande y profundo. Solo es una hipótesis, nada real (aún) pero me voy haciendo a la idea, ya no se sabe que puede cambiar o pasar. Tengo la espinita en el pecho de que en cualquier momento te vas a hartar de mi persona y nos alejaremos como si de un acuerdo mutuo se tratara. Porque para serte sincera, podré asentir con mi cabeza y sin palabras hacerte pensar que dejarnos es lo mejor para las dos, pero no, mi corazón y toda yo gritará por dentro que no te vayas, que no me sueltes... y mis ojos van a delatar eso que mi boca no va a decir, porque sabe que no darás vuelta atrás, que sin importar nada vas a cambiar de destino...

Tanto tiempo juntas, ¿Qué hacemos sin nosotras? ¿Acaso me extrañarás tanto como yo a ti? ¿Me nombrarás cuando estés sola? ¿Me buscarás entre la gente y entre tus libros?

Sé que un día dejarás de ser el motivo de mis escritos, que no serás tú a quien vayan dirigidas las cartas, pero también sé que en cada uno de ellos irá un poco de nuestra historia, sin importar si es para alguien más o para mí misma. Es simple. Eres y seguirás siendo parte de mí, por lo tanto estarás presente aunque no me de cuenta.

Si un día muriera, ambas sabemos que llorarías por mí. Y yo desde donde esté te abrazaría como siempre he sabido hacerlo, de una manera muy mía, tan mía como mía seguirás siendo tú. Porque mis besos los he grabado a fuego en tu piel, mis caricias han dejado sensaciones que no serán iguales con nadie más. Porque he sabido dejar en tu alma mi nombre y mil cartas para ti debajo de la almohada. Porque mi ausencia será del mismo tamaño que tu río de lágrimas y en mi armario quedará desteñida la foto de nuestra boda.

Y si un día murieras... desaparecería del mundo por un tiempo para darle a mi dolor el espacio que sé bien que va a necesitar. Para reinventarte en cada cosa, para escribirte, dibujarte y hasta pintarte y llorar amargamente escondida de todos, porque nadie me abrazará como lo haces tú y nadie me besará la frente para apaciguarme las ganas de morirme contigo. Te haría arte y te colgaría en las paredes de mi mundo para que nunca mueras para mí. Te reescribiría en el tiempo de la manera que fuera. Te dibujaría cada cierta cantidad de años, imaginando cómo serías, una arruga por aquí y por allá, una sonrisa blanca y perfecta y unos ojos con la luz que siempre te caracterizó. El cabello rizo, porque con los años pudiste vencer la necesidad del moño. Vivirías conmigo siempre.

Nadie ha muerto, ni tú ni yo... y sin embargo pensar en vivir sin ti es tan doloroso como eso mismo, como saber que ya no estás.

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