Fugaz XXXVII - La distancia no es olvido

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Siempre estuvo en la puerta

esperando sutilmente

ese destino que venía por ella

(a destiempo según sus ojos)

con una vida distinta

bajo el brazo

y me pongo triste al pensar

que no tuve suficiente tiempo

para hacerme a la idea

de su partida.


Tomé su mano

cuando fue tiempo

y le sonreí

como si no doliera

diciendo en voz alta

una y otra vez

que no era un adiós,

que ninguna distancia

sería suficiente para alejarnos,

que nuestros caminos

continuaban cruzados.

Y lo creímos.


Me tomó por sorpresa,

cuando me envolvió

en un largo abrazo

y la promesa

que se escondía en éste.

Me tropecé con las lagrimas

que dije que no saldrían

para no quitarle fuerza

a mis palabras

y en silencio le pedí al cielo

que la distancia

no se volviera olvido.


Quedamos en el acuerdo

de ser cómplices de la casualidad

de toparnos de vez en cuando

tomarnos un café especial

o comer un helado

en un día cualquiera.

Porque para ser sinceras

que no estés cada día

sentada a mi lado

no influye

en que te quiera más

o que te quiera menos,

porque te quiero igual.

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