15° Lamento

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Entré junto a Dean al lujoso restaurante, parecía exclusivo, todo mundo tenía reservaciones, incluido Dean. De igual forma estaba molesto, esto probablemente era algún plan extraño y poco estratégico, Dean lucía como un amateur al salir en público sabiendo que habrá gente esperándolo, ¿un show? Estaba loco, enfermo y safado de un tornillo, era una locura que creyera poder controlar lo que pudiera seguir a continuación a pesar de que no sabe que pueda suceder exactamente. Ni siquiera eso tenía sentido.

— Señor Winchester, tenemos ya lista su mesa. — Mencionó el hombre en la entrada, traje y rostro amable, él llevaba el control de las reservaciones y todo aquel que cruzaba esa puerta.

— Gracias, quiero un whisky en la mesa en cinco minutos.

— ¿Lo de siempre, señor?

— Por supuesto, no puede haber otro. — Dean sonrió y siguió a un camarero mucho más joven que el de la entrada y con la carta en mano nos llevó a una mesa y colocó las cartas sobre la mesa. — ¿Sabe lo que van a pedir?  — Preguntó con amabilidad, aunque el joven lucía nervioso, probablemente no tenía mucho tiempo ahí y sino cambiaba la actitud, podría ser despedido.

— Aún no. Déjanos unos minutos mientras lo revisamos.

— Muy bien. — Sonrió apenas visible y de no ser por mantener su decoro, él habría huido.

Dean tomó la carta y miró con atención cada una de las posibilidades que podría pedir. Iba de una página a otra y regresaba la mirada por unos breves segundos, yo simplemente lo observaba sin interés específico, era lo único en lo que me podía entretener. Tal vez podría tomar un cuchillo y matarme ahí mismo, o mejor aún, lo mato a él ahí mismo.

— ¿Qué te parece mejor? Un filete de pescado cubierto por no sé que salsa y creo que eso de ahí es zanahoria, o tal vez el filete de res con papas y pasta que también lleva carne.

— Te recomiendo comer sosa cáustica, seguro te encanta.

— Tienes razón, mejor el filete de res. Conseguiré colesterol alto más pronto, uno de mis propósitos del año. — Pocos segundos después llegó el mismo camarero y acercó whisky, vasos con hielo y a Dean le dió un puro.

— ¿Fumas?

— Fumo tanto como mi padre me quiere.

— Eso no me dice nada. — Respondí exasperado.

— Él no lo hace. Además, el cigarro es parte de la buena calidad del show.

Alejé mi mirada de él y tomé mi carta para ver que había de platillos, no tenía hambre pero Gabriel decía que de la mirada nace el amor y del bocado nace el divorcio o la boda, ¿tenía sentido? No, pero él reía de eso.

Pescado...

Filetes...

Ensaladas...

Pastas...

Aburrido, común, asqueroso, simple, nada era pasable para mí y mi horrible ánimo, todos estos platillos eran demasiado ostentosos con condimentos o ingredientes que no conozco y ni en su casa conocen, este restaurante simplemente no era lo mío. Gabriel y Sam, ellos si saben de lugares y comida, eran un par de maestres del arte culinario. Sam sabe de comida saludable entre otros, pero la mayoría de veces se encuentra informado y suelo preguntarle a él sobre los platillos y orientación en mi decisión; Gabriel por otro lado puede comerse lo que le pongan enfrente y sin preguntar lo engulle y pide más, sabe de casi toda la comida que contenga altos niveles de colesterol o diabetes, le gusta cocinar y no hay porque explicar el porqué. ¿Y yo? Yo no sé nada de comida, apenas podría diferenciar la carne de res de la de cerdo y aún así no tengo ni la más remota idea de cuál es exactamente la diferencia, el origen probablemente. No pude saber que pedir, y tal vez para mi suerte encontré un pequeño rayo de luz entre tanta extravagancia.

Fuego Cruzado | Destiel | AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora