17° Nunca paras.

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Me encontraba al norte de la ciudad, no tenía dinero, pero podría tomar un auto "prestado". Caminé hacia el estacionamiento y pasé el auto de Dean, lo vi a la distancia y sin más tiempo lo pasé de largo. Encontré un auto decente y conduje hasta casa, con Sam, él sabría que hacer. Tardé dos horas en llegar, las luces estaban apagadas, no parecía haber nadie pero él estaría dormido. Bajé del auto y abrí la puerta a la fuerza, no tenía llaves y creía que una llave de repuesto escondida era una tontería.

Al entrar me apresuré a buscar a Sam, pero busqué en toda la casa y no encontré rastro de él.

— Tuvo una emergencia en la agencia. — Una voz se escuchó detrás de mí y me giré ampara buscar el lugar de donde provenía. Rafael se encontraba recargado contra la puerta principal. — Fue informado de traición de alto nivel, como sabes, tiene que asistir al estar involucrado contigo.

— Si te atreves a tocarle un solo cabello... — Me giré a verlo con molestia, pensando en que momento era el ideal para tomar el arma que solía estar bajo la mesa junto a mí.

— Oh, claro que le haremos algo. Pero eso dependerá de ti. Entrégate, acepta la culpa y Sam estará bien. No necesitas a nadie más con una bala en el pecho.

— No soy un traidor.

— Eso ya no importa. Este es el problema, agente Novak, cuando te relacionas con tu equipo, es tu vida o la de ellos.

— Hice todo lo que me pidieron e hice cada una de esas cosas sin replicar, incluso si estaba en contra de ellas porque creí que era lo correcto, ¿Y así es cómo me pagan?

— Tiene que entender, agente, que la vida no es justa y es necesario de sacrificios. — De su saco extrajo un arma corta. — La agencia agradece sus años de servicio y todo lo que ha hecho, pero cae en pena al tener que decirle adiós, permanentemente. — Apuntó el arma hacia mí.

Tomé esta como mi oportunidad y me deslice bajo la mesa y tomé el arma, disparé un par de veces sin dar en el blanco y me resguardé tras un muro.

— ¡Sam no te ayudará! Es un cachorro apegado a las reglas, él no te habría dado su mano, te habría matado. — La voz de Rafael sonó en señal de intentar distraerme.

Me mantuve callado. Esperando la oportunidad para dispararle al maldito, oportunidad que no llegaba. El silencio se volvió pesado, era seguro que los disparos habían sido escuchados en toda la cuadra, pero ahora ni los perros se escuchaban. Era probable que pasaran minutos y no escuchaba señales de Rafael, estaba curioso y no pude evitar la tentación de asegurarme que Rafael siguiera ahí, salí de mi escondite y observé la sala, nada. Fui a la cocina y estaba vacía. No había rastros de él.

Bajé el arma desconcertado, pero apenas bajé la guardia Rafael se permitió ver a mis espaldas junto al sonido del seguro de su pistola. Ninguno dijo nada y el sonido del arma resonó en mis oídos. El sonido de un arma es ensordecedor y te hace entrar en pánico, especialmente cuando no sabes de dónde proviene o quién disparó, son milésimas de segundos en los que no puedes hacer nada más que escuchar. Pasados esos milisegundos, las cosas vuelven a cobrar sentido, claro, si la bala no llega a ti y te mata tienes tiempo para pensar en que deberías correr.

Tal fue mi desconcierto al notar una tercera arma en la habitación, una con detalles blancos y siendo empuñada por nadie más que Dean. Rafael cayó al suelo en un golpe seco y di unos pasos más atrás.

— Justo a tiempo. — Mencionó mientras guardaba su arma. — ¿Toda esta acción no te da hambre? — Dean lucía relajado.

— T-tú... ¿Qué demonios estás haciendo aquí?

— Salvar tu emplumado trasero. De nada, por cierto. Conozco perros mas agradecidos. — Saltó en cuerpo de Rafael y se encaminó a la cocina, encendiendo una lámpara en el proceso y el foco de un pasillo.

Fuego Cruzado | Destiel | AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora