Capítulo 4: Akani

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_No vayas a soltar el arma, inútil. La idea es que pasemos la mayor cantidad para luego torturarlos. ¿Entendiste?

_Sí, señor.

Esa fue la única conversación que tuvo Akani antes de lanzarse junto a todo su pelotón ante el ejército etíope. Muchos fueron alcanzados por la balas, pero un grupo, en el cual estaban él y otros diez hombres lograron llegar vivos al otro lado, aunque lamentablemente no quedaron etíopes que torturar.

_Señor, no tienen comida.

_¿Ni un poco de pan?

_Nada.

_Entonces quítenles las armas y vean si tienen alguna cosa escrita. Debe haber más por aquí, así que no se entretengan mucho tiempo. ¿Escucharon?

_Sí, señor.

Llevaba como dos días sin comer, pues se les habían acabados los pocos víveres que les entregaron al enviarlos al reconocimiento. Lo peor era que aún faltaban al menos tres días más para volver a la base y beber aunque fuese un poco de sopa. Había mucho silencio y la noche ya comenzaba a caer, por lo que luego de saquear al tipo, continuaron por la selva hasta un riachuelo donde al menos pudieron beber un poco de agua, ahí montaron el precario campamento, designaron los turnos y él se tendió sobre unas hojas. No era una persona de sueños extensos ni profundos, pero ese día apenas su cabeza tocó el suelo, entró a la nada. Un blanco enceguecedor que llegó a perturbarlo.

Y entonces despertó.

No podía creer el suelo arcilloso en el que dormía, ni muchos menos que estuviera cubierto de una coraza verde similar a un uniforme, pero de cuerpo completo. Tal vez lo habían secuestrado y encarcelado ahí dentro, pero no tenía sentido darle un traje tan móvil si no querían que huyera. No entendía qué más podría haberlo llevado a ese lugar. En eso sonó algo como una explosión y vio cómo a lo lejos algo similar a un avión redondo despegaba. Desde ahí partieron caminando tres personas con ropas similares a las de él, pero de otros colores. ¿Serían sus enemigos? Tal vez la guerra había avanzado más de lo que él mismo se había dado cuenta. Pensó en esconderse, pero no había nada para hacerlo.

_¡He, ahí está el que faltaba!- gritó Meli corriendo como una loca una distancia de al menos un kilómetro.

Akani inmediatamente adquirió una posición de ataque y se fue contra ella a lo que Melissa respondió con una patada en el estómago y luego un golpe en la cabeza que lo botó al suelo en un momento. William corrió tratando de detener una pelea que ya se había definido y Nemani se quedó al menos a un metro de distancia.

_No sé que xuxa te pasa, weon. No sé si cachai que si estai vestido como teletubi es porque estai en nuestro equipo -gritaba Melissa a Akani que ya se levantaba.

_¿Quién demonios te enseñó a pelear así, niñita?

_¿Qué te importa conchaetumare?

_¿Así que estás en mi equipo? ¿Equipo de qué? Soy el Teniente Akani Walltree y te exijo que me digas ahora mismo qué cargo ocupas en la milicia.

_¿En qué milicia, gil culiao? Anda pegándote la cachaita de que no estai na en el planeta Tierra. Porque, en caso de que no te hallai dao cuenta, es lo que está allá arriba -señaló el planeta que les quedaba en el cielo.

Nunca en su vida había visto una imagen del planeta, pero eso indudablemente no era la luna. ¿Dónde demonios estaba? ¿Qué milicia sería esa? ¿De qué forma había abandonado su pais en plena guerra? Aún peor era cómo le habían puesto esa armadura que parecía no quitarse con nada.

_Oye, aweonao, reacciona -lo regañó la Meli dándole un golpe en la cabeza.

_¿Cómo me he unido a esta milicia?

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