Capítulo 2: Segundo Remezón

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_ Me agrada que seai tan sincero. Así podemos terminar esto por la paz. A mí hace tiempo que no me provocai nada más que ganas de matarte. Creo que una persona que puede venderse tan bien a su propia conveniencia y de una manera tan sínica, bien podría irse al mismísimo infierno.

_Sabía que diríai eso.

_Y te atreví a meterte a los pacos sabiéndolo.

_Me tratai como a un delincuente, Meli.

_Pa mí eso erí. Tengo amigos ladrones que me caen mejor que esos pacos culiaos.

_Meli...

_Aparte, me teniai cansada por hartas cosas ya. Entre muchas, porque pucha que la tení chica, weon.

_No hablí como weona despechá, Meli, Vo no soy así.

_Yo soy como se me pare la raja, weon. Esa wea vo la sabí desde que me conocí. Yo no le respondo a nadie – sentenció acabando de vestirse y cogiendo su bolso para salir.

_Te vai a arrepentir el día que querai armar una familia y cachí que te convenía el paco.

_Te aviso cuando llegue ese día, porque lo que es ahora, pa cabros chicos y cerquitas blancas yo no estoy – le gritó ya desde las escaleras de la pensión.

Bajó corriendo y continuó por la calle como que la llevara el mismísimo diablo. Iba tan emputecida que bien podría haber matado a quién se atreviera a mirarla feo.

En eso tembló.

Que tiemble en Chile es tan común como que salga el sol, así que no por eso se detuvo. La gente que pasó cerca de ella comentaba que ya iban varios ese mes, pero nadie dejó de comprar ni alteró el ritmo de sus pasos. Al rato, llegó a la plaza. Ahí se sentó un rato a calmarse. Porque sabía que si llegaba así a la U, probablemente se iba a agarrar a combos con alguien. Siempre fue tan agresiva la Meli.

Volvió a temblar.

La wea ya parecía webeo, pensó. Hacía rato que la wea no paraba. Aunque decían que era mejor que temblara harto para que no se viniera uno fuerte, porque así no se acumulaba energía. Pero vino el fuerte. Fue tanto lo que se movió la tierra que la gente comenzó a correr, las alarmas a sonar y en un segundo todo ya era un caos. Un caos tan generalizado que fue tirada contra el suelo por una pareja que pasó corriendo por donde ella estaba. El golpe la aturdió hasta el punto de perder la conciencia.

_¿Y esto?

_Vaya, despertaste -le dijo un hombre en una armadura metálica que le cubría todo el cuerpo.

_¿Dónde estoy?

_Honestamente, no lo sé. Es la segunda vez que vengo aquí. ¿Qué consumiste tú?

_Nada. Ni desayuno he tomado.

_La otra vez que aparecí aquí habían unos sujetos que trataron de atacarme. Ahora solo está esa mujer.

_¿Qué mujer? -preguntó preocupada y miró detenidamente al mismo punto que él.

Era un vestido negro tan largo que parecía un vestido de novia teñido. El cabello estaba en un moño altísimo, largo, liso. Los ojos eran perturbadoramente plateados y la tez tan pálida que parecía papel. Esa mujer caminaba hacia ellos con una calma de violín tan desesperante que uno empezaba a temblar sin darse cuenta.

_Tenemos que ir por ella.

_¿Estai enfermo?

_Ya he jugado este juego y creo que la única forma que tenemos de salir de aquí es ganando.

Cuando nos encontramosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora