Capítulo 10: Caminando entre la gente

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Akani se vio en medio de la bulla de Santiago, junto a un río café que corría bien definido por enormes paredes de cemento. Muchos puestos pequeños ofrecían pañuelos, linternas, dulces, bebidas y baratijas. Eso le recordó un poco al mercado de su país, aunque sin animales ni vegetales. El aire era un poco pesado, como si cargara mierda y el pavimento lo hacía cansarse más rápido. Cuando estuvo en Fiji, las calles eran de piedras, de tierra o de un asfalto delgado, nada parecido a aquel tumulto que lo volvía loco. Pensó en preguntar por Melissa, pero era difícil que entre tanta persona, alguien conociese a una muchachita peleadora que no resaltaba mucho.

_Hessa, Hess... si me pudiste hablar, podré hacerlo al revés... ¿Alguno de ustedes sabe dónde puede estar esa niña?

Ella efectivamente lo escuchó mientras corría con Will.

_Akani pregunta dónde puede encontrar a Melissa. ¿Recuerda si dijo algo sobre donde vivía?

_Fui a Chile hace poco y la vi. ¿Pregúntale si es de día o de noche ahora?

Ella le preguntó y Akani observó el cielo.

_De noche.

_Entonces está en su casa. ¿Qué pasa? ¿Ahora yo también escucho al Kano? -se rió Will.

_¿Sabes dónde es?

_La visité hace poco, pero no fui a su casa. Eso sí, recuerdo haber investigado que era en un lugar llamado...Renca, pero no me acuerdo de lo demás. Cuando estés ahí puedes preguntar por ella. Su apellido es Catalejo.

Akani entonces caminó tratando de ver algún letrero o aviso, aunque no tenía idea de cómo leerlos. No sabía hablar español y ni siquiera usaba el mismo alfabeto. ¿En qué estaría pensando Will cuando lo envió a él? ¿Cómo podía hacer para llegar a un lugar que no conocía sin saber tampoco desde donde estaba partiendo? Sintió entonces su báculo en su mano. Este temblaba y llevaba su mano hacia el norte. ¿Acaso podía leerle el pensamiento aquel artefacto? ¿Y cómo podía aparecer fuera de la luna? Sin saber muy bien por qué lo siguió, pero un hombre lo detuvo cuando iba a cruzar la calle y le indicó una luz roja sobre un poste. Cuándo esta dio el verde, volvió a indicársela y cruzó. Al avanzar más calles notó que la mayoría de las personas obedecían aquellas luces, así que las siguió también. En las esquinas en que no habían estas, en cambio, estaban dibujadas unas líneas blancas en el suelo ante las cuales los vehículos paraban. Ya habiendo entendido todo eso, sintió que podía defenderse en aquel mundo.

Luego de dos horas entre semáforo y semáforo y gracias a su rapidez se encontró al fin frente a una casa de dos pisos que compartía la pared con otra que solo cambiaba el color. Era una casa en medio de muchas similares, mucha gente aún caminaba rápido de camino a sus hogares. Pero el báculo apuntaba directamente a esa casa. Trató de abrir la reja, pero estaba con llave y no pudo. Notó entonces un timbre similar al de los cuarteles subterráneos y lo presionó. No había nada a lo que hablarle, por lo que esperó paciente a que alguien se dignara a aparecer. Nadie salió. Impaciente, volvió a tocar varias veces y recién ahí un caballero bastante rellenito y algo calvo salió a abrir la puerta.

_¡Por qué tanta bulla! ¿Qué querí? Nosotros no tratamo con militares.

_Melissa -contestó él sin entender lo que el hombre le decía.

_¿Qué querí con la Meli? Si esta dejó un paco pa salir con un milico, renunció a cualquier esperanza que le halla tenido. ¡Meli! ¡Meli! - la gritó hacia dentro de la casa y esta al rato apareció reclamando y restregándose los ojos.

_¿Qué wea, viejito?

_Te buscan.

_¡Akani! -gritó totalmente sorpendida.

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