Capítulo 7: Fiji

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Era la primera vez que caminaban tanto en aquel lugar y extrañamente no tenían hambre ni sed. Ya había pasado más de un día y el famoso demonio no aparecía por ninguna parte. ¿En verdad los estaría buscando? ¿Sería ciego acaso? ¿Cómo podía ser que no los encontrase cuando resaltaban tanto con esos ridículos trajes?

Pero al fin, cuando la noche iba a caer por tercera vez desde que habían llegado, una mujer cubierta de una larga capa negra se puso frente a ellos. Tenía una quemadura que le cubría casi todo el rostro y varios aros en las orejas. Cualquiera que la hubiese visto entonces pensaría que pertenecía más al mundo de los muertos que el de los vivos. Meli inmediatamente dió un salto y se lanzó a darle un golpe en la sien. La tipa, sin embargo, la esquivó sin problemas y la desafío para que lo intentase de nuevo. A la Meli no le tenían que decir las cosas dos veces, así que se fue a darle patadas y combos que la mujer esquivó a una velocidad imposible. Los demás estaban atónitos y no sabían muy bien cómo reaccionar. Pero Akani que no sabía de retiradas fue a atacarla también con ese báculo tan inútil que había adquirido. Trató de enterrárselo en el pecho y de presionarle el cuello, pero no hubo caso, pues ella todo lo esquivaba.

¿Qué demonios se podía hacer contra una tipa así? William lanzó una ráfaga de viento con su espada y la lanzó al suelo de una vez. Ella pareció sorprendida del movimiento, pues había olvidado que habían dos guerreros más ahí. El líder entonces avanzó con una velocidad desconocida por él mismo hasta enterrarle la espada directo en el corazón y ver cómo la vida se iba de sus ojos. Hessa apartó la mirada para no ver tal escena que le revolvía el estómago.

Will sacó la espada del cuerpo sin vida y cayó de rodillas afirmándose del suelo helado. Eso ya estaba siendo mucho.

La Meli entonces comenzó a tapar el cuerpo con arena lo más rápido que pudo y golpeó a Akani para que le ayudara. Este que no entendía el problema, lo hizo más bien para no quedar de inútil.

_Ya no está -dijo la Meli terminando-, así que levanten la cara ustedes dos.

Hessa entonces se atrevió a mirar el montículo de arena y luego fijó la vista en William que permanecía en shock. Todo el miedo que acababa de sentir se transformó en pena y en preocupación. Una mala persona no se habría visto tan afectada al quitarle la vida a otra. Pero no sabía qué hacer. Nunca había tenido que consolar a alguien. Sus hermanas solo lloraban por tonteras y esto no era una tontera, sino algo más serio que lo que nunca pensó que le tocaría tratar. Es que la Meli y Akani se notaban incapaces de hacer algo más.

_Will -se esforzó en usar la forma que la Meli le había comentado en esos días de caminata-, ¿recuerdas que aún debemos ir por Nemani? Tú mismo dijiste que nos preocuparíamos de él apenas venciéramos a este demonio. ¿Lo has olvidado?

_No lo he olvidado -respondió con voz tiritona-. Solo necesito un momento.

_¿Sabes que lo has hecho por nosotros? Tú dices estar a cargo.

_Lo sé. Pero no deja de pesar.

_¿No habíai matao a alguien antes, sacoeweas? -se entrometió la Meli.

_Sí, lo había hecho. Aquella vez también sabía que debía hacerlo, pero creo que no soy tan fuerte como tú en estas cosas.

_Yo nunca he matao a alguien. Puedo dejarlos pa la cagá, pero hasta ahí nomás. Así que no creai que soy más fuerte que tú.

_Entonces solo eres más afortunada.

_Estás haciendo un drama dónde no lo hay -intervino Akani-. Todos los días hay que matar a alguien y eso no es maldad, es sobrevivencia. Así que ya párate y vamos a buscar a ese cobarde, que si sigo durmiendo en mi tierra, van a echar mi cuerpo al fuego.

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