Entré con las zapatillas pesadas debido a la lluvia, dejando pequeños charcos de agua en la escalera de entrada a la casa. Él se había quedado en silencio desde que le pedí permiso para entrar, rompiéndolo únicamente al terminar de girar la llave de la puerta y voltearse a verme.
—Espéreme aquí, iré por unas toallas y algo de ropa para que se cambie— Dejó el sobre que llevaba sobre la mesa y se encaminó hacia una habitación, dejándome sin posibilidad de negarme.
Suspiré, lamentando nuevamente mi personalidad tan impulsiva. Ni siquiera estaba seguro de lo que pretendía al venir a buscarlo cuando no me veía capaz de preguntarle por nada, ni mucho menos tenía el derecho cuando le ocultaba tales secretos.
Levanté mi mirada a los alrededores con una mueca indecisa. Era la segunda vez que entraba a esa casa, pero sentía que cada detalle me decía que yo no era el que pertenecía ahí. Fijé mi mirada en las figuras de búhos en los muebles, el color y forma de los sillones e, incluso, en los diseños de las cortinas. Cada cosa era un reflejo perfecto de la fusión de gustos de personas tan distintas como lo eran Bokuto y Akaashi.
Mi vista se detuvo inevitablemente en el sobre encima de la mesa, acercándome para cerciorarme si había leído correctamente, pero era tal como había pensado, después de todo, un símbolo como ese no se olvida fácilmente y más cuando se trata de la misma clínica en la que había visto morir a mi madre años atrás.
Recordé la conversación de los niños que me había encontrado en el camino cercano, pero cuando un leve roce del papel estaba instalándose en mis dedos fue que lo vi parado en la entrada del pasillo. Podía ser solo una idea mía, después de todo, sus ojos grisáceos siempre fueron un misterio para mí, pero esta vez parecían estar viendo más lejos que solo mi presencia frente a él. Estaban apagados, mirando una perspectiva del mundo completamente distinta a la mía, aún cuando solo estábamos uno frente al otro.
Me entregó las cosas junto a las indicaciones para llegar al baño en un suave susurro que me hizo voltear a verlo antes de que se sentara próximo a la ventana. Su silueta melancólica viendo la lluvia se veía tan armónica, tan familiarizada a él, que me hizo pensar en cuantas veces estuvo de la misma forma, en solitario esperando a quien nunca llegaría.
Tragándome mis propios sentimientos, seguí sus indicaciones tratando de despejar mi mente con el agua tibia que caía sobre mí. Estaba cansado de las mentiras, pero tampoco quería ver su rostro opacado por la soledad para siempre.
Si tan solo me quedaban cuatro cartas por entregarle...calculaba que no podría ser más que un par de semanas, máximo un mes a su lado antes de que se enterara de todo. Me preguntaba si podría llegar a quitar aquella mirada tan triste de su rostro. Era un egoísmo fruto de la misma autosatisfacción que me daría el saber que no genero solo infelicidad a los que me rodean, pero quería verlo.
Quería hacer feliz a Akaashi Keiji aunque sea por una vez.
Hice una mueca al verme en el espejo, puesto que los pantalones y la playera me quedaban algo pequeños, llegando a la conclusión de que me había prestado unos suyos. Visualicé en mi mente la ropa de Bokuto, guardada pulcramente en su armario, sin que él se atreviera a sacarla sin que su propietario estuviera presente. Mi mueca se transformó en una sonrisa triste mientras salía del baño, algo avergonzado por estar usando su ropa.
Cuando llegué al living, capté su atención, haciendo que guardara los papeles del sobre que estaba leyendo. Dio un vistazo a mi vestimenta, formando una mueca entre divertida y apenada.
–Veo que la ropa le queda algo pequeña, lo siento mucho— Se disculpó.
—No te preocupes, yo fui el que vino sin avisar— Dije sentándome en la silla frente a él en el comedor.
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Remitente de vida
Fiksi PenggemarKuroo Tetsuro piensa que fue la vida quien le quitó cualquier sentido a su existir, pero no tenía planeado que ésta aún le tuviera una carta preparada con el remitente de Akaashi Keiji. Los personajes son de exclusiva pertenencia a Haruichi Furudate...