Capítulo 3: La anunciación

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Remiux bajó de la nave, tomó aliento y se puso en marcha, guiándose únicamente por un dispositivo pegado a su brazo.
  Debía de estar estropeado, porque le condujo a sitios como alcantarillas y cubos de basura.
  Al fin había llegado a una casa, Remiux llamó a la puerta. Un anciano vestido con una blusa, con flores rosas y fondo verde, aparentando ser una mujer, abrió la puerta. Se quedó pasmado al ver semejante bicho, pero tras unos segundos de eterno silencio le invitó a entrar.
  Vivía con cientos de gatos, a los cuales no parecía hacerles mucha gracia el nuevo invitado.
  –Vamos a lo que vamos, has sido seleccionado...
  –¿Quieres galletas?– le interrumpió el anciano.
  –Vale, pero a lo que iba... Has sido seleccionado para dar a luz y cuidar...
  –¿De chocolate? –le interrumpió de nuevo el hombre.
  –¡Me quieres dejar acabar!– insistió Remiux.
  –Perdón, no te estaba escuchando.
  –Lo sé.
  –Pero a ver buen hombre; ¿cómo voy a dar a luz a un hijo si soy un macho?
Que tenga la blusa de mi mujer no significa que sea ella, solo la llevo para darle culto. Además tengo noventa y cuatro años. ¿Qué esperaba? ¿Que lo echara como una de veinte? ¡Tú estás majara!
  –Tienes razón, en tal caso me voy.
  –¡Ah! No. No... Tú te esperas y te comes las galletas, que ni siquiera las has probado.
  –¿Quién me impide irme?
  –Mis gatos...–dicho esto, todos sus gatos empezaron a bufar y a lanzarle miradas amenazadoras como si fueran a arrancarle la piel.
  Remiux cogió una galleta y se la llevó a la boca.
  –¡No he probado algo tan rico en mi vida! Y créeme, tengo muchos años.   ¿Como dice que se llaman?
  –Galletas.
  –¡Wow!
  Tras quince minutos ya había devorado veinte bandejas. El anciano no daba a basto. Después de acabar con todas sus galletas Remiux le dió las gracias y se marchó.
  El Maker llegó a otro vecindario y llamó al timbre en la hacienda más cercana. Unos segundos después una suave voz preguntó sin abrir la puerta.
  –¿Quién es?
  Remiux comenzó de manera directa aclarándose la garganta.
  –Has sido elegida para tener un hijo que salvará tu planeta y...–la puerta se abrió y al ver una niña de ocho años sonriendo, se quedó mudo. La pequeña dijo emocionada mientras corría hacia el salón.
  –¡Qué bien soy mami! ¡Papiiiiiiii!
  Remiux se asomó a la ventana y vio al padre leyendo el periódico y sorbiendo una taza de café y llegó su hija para darle la noticia.
  –¡¡¡PAPÁ YA ERES ABUELO!!!
  El padre escupió el café a la alfombra y le pegó una patada al periódico. Tras esto salió disparado a la puerta y antes de encontrarse con Remiux se le escuchaba berrear.
  –¡Sinvergüenza, ahora tú te ocupas del niño y como te vuelva a ver por esta casa...!
  Se detuvo frente a Remiux y su gesto de asombro lo dijo todo.
  –Lamento el malentendido –dijo Remiux– Le propongo esto: Usted cierra la puerta, yo me voy, y esto no ha ocurrido.
  El hombre asentía lentamente mientras cerraba la puerta y echaba el cerrojo observando desde el otro lado.
  –Estos terrícolas son muy raros...
  Remiux llegó a una casa con la fachada blanca, simétrica con la puerta en el centro, dos largas ventanas que daban al porche delantero, y otras dos más pequeñas en la parte superior.
  Llamó nuevamente a la puerta.
  –¿Sí? –preguntó una mujer al mismo tiempo que abría la puerta. Era de estatura media, esbelta; a juzgar por su apariencia tendría unos veintipocos. Ojos azules y pelo rubio– ¿Quién eres? –preguntó de nuevo.
  –Soy Remiux, no me has de juzgar por mi apariencia. Vengo desde muy lejos, para avisarte de que tendrás un hijo de ojos puros, y cabello oscuro... Toma rima.–pensó Remiux.– Él estará destinado a grandes cosas, una de ellas será proteger a la Tierra y a sus habitantes. Si aceptas, tendrás que tomarte esto.– Extendió el brazo, y le dio un una píldora de un color verde esmeralda.
  –¿Estás de coña, no? ¿Pretendes que me tome una pildora que me da un tío disfrazado de gato gigante?
  Remiux le cogió la muñeca delicadamente y se la llevó al pecho. Ella notó su corazón latiendo a un ritmo exageradamente alto.
  –¿Me crees ahora Márgara? –le preguntó Remiux.
  –¿Cómo sabes mi nombre?¿Quién eres?
  –Te lo explicaré, vengo de un planeta a más de diez mil millones de años luz, con el único propósito de que te tomes esto. Hay un programa en mi mundo llamado Átena, en el cual damos a los planetas la posibilidad de tener un protector que los guarde. Pero para ello, para poder crear un protector; se necesita una huésped, la cual tenga el corazón puro. Y esa eres tú.
  –¿Te estás... prometiendo?
  Remiux ensanchó los ojos y puso una mueca de vergüenza.
  –¡No, no! Lo has entendido mal...
  –Oh, mejor porque ya estoy casada. Y a ver en qué Iglesia dejan entrar a un gato espacial de tres metros...
  –Ciertamente –respondió este.
  Márgara lo meditó un momento, y finalmente dijo...
  –De acuerdo confiaré en ti. ¿Entonces, me la tomo y después qué?
  –Quedarás automáticamente embarazada, y dentro de ocho meses y veinte días tendrás a tu hijo.
  –¿Cómo le llamo?
  –Esa es tu elección.
  –¿Y si tengo alguna duda? ¿Hay algún manual? ¿Dónde te puedo encontrar?
  –Yo acudiré a ti, toma esto –Remiux le había dado un cilindro oscuro en el que estaban incrustadas tres gemas aparentemente moradas.
  –¿Y esto qué? Esto yo no me lo trago...
  –No, esto es...¿Eh? Bueno, ya lo sabrás en su debido momento.
  –De acuerdo. ¿Te doy las gracias o un abrazo o qué hago?
  –¿Tienes galletas?
  –Creo que queda alguna en la cocina, pasa.
  –No lo digas dos veces.
  Pasaron por un largo pasillo y giraron a la derecha dejando atrás la escalera. Entraron en la cocina, Remiux iba casi en cuclillas. Javier el marido de  Márgara estaba en la cocina, comiéndose la galletas a escondidas. Cuando de repente irrumpieron en la cocina.
  –¿Cariño qué haces? –dijo Márgara con un tono elevado de voz.
  –¡Eso! ¿Qué haces? –repuso Remiux indignado porque se había comido sus galletas.
  –¡Eh, eh, que son mis galletas! –Javier era de la misma estatura que Márgara, un metro setenta como mucho. Usaba gafas, y tenía el pelo negro engominado, simulando una pequeña cresta torcida– ¿Y quién es este tío? Márgara, sabes que no quiero tener mascotas, ni raritos.
  –¿A quién llamas tú rarito? ¡Enano!
  –¿Qué dices? ¡Si pareces un gato egipcio de esos que no tienen pelo!
  –¿Quieres pelea?
  –¡Adelante tío feo!
  –¡Parad ya! –gritó Márgara asustando a los dos a las vez –.Tú, cariño ¿En serio le estás plantando cara a un hombre-gato de tres metros, que casi no cabe en la casa? ¿Cuando tú casi no llegás ni al último estante?
  –Sip.
  –¡Callate! –gritó Márgara
  –Vale, vale pero no me grites más que me hago pipi.
  –En fin... Y tú Remiux. Te acabo de conocer, te presentas en mi casa a las once de la noche, te invito a entrar; ¿y te pones a discutir con mi marido por unas míseras galletas? ¿Va en serio?
  –Lo siento, señora –se incorporó de repente e hizo un boquete con la cabeza en el techo que daba al piso superior–. También lo siento por eso.
  –No pasa nada... Por cierto, Javi. Voy a ser mamá.
  –¿Que qué? –dijo Javier sorprendido.
  –Sí, bueno que ya te lo explique ella –añadió Remiux–. Me marcho, tengo que arreglar unas cositas, te pagaré esto, no te preocupes.
  –Adiós.
  Remiux salió con cuidado para no romper nada más, una vez fuera se dirigió a la nave.
  –Raika –dijo una vez en la nave.
  –Has tardado demasiado, esto no es propio de ti –repuso Raika malhumorado.
  –Ha aceptado y se ha tomado la cápsula de vida.
  –Perfecto, ahora a esperar diez años hasta enviar a Alium.

El límite de lo infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora