Eran las ocho de la mañana de un viernes. Era fiesta, así que ni Vanessa, ni Alfredo, ni Ángela fueron al colegio ese día.
–Alfredo, han venido tus padres.–dijo Vanessa abriendo la puerta.
Alfredo bajó andando lentamente las escaleras. Iban vestidos elegantemente con smokings. Vanessa iba vestida con una sudadera blanca con mallas ajustadas. Alfredo a diferencia de ellos iba con unos vaqueros azul marino y una chaqueta azul eléctrico.
–Os he echado de menos.–dijo Alfredo abrazandolos.
–Y nosotros a ti.–Le declaró su madre mientras le besuqueaba la cara.
–¡Ay! Para ya.–Le pidió Alfredo, apartándola de su cara.
–Madre mía, qué gusto volver. Cómo echaba de menos la paella, ¿sabes? Nueva York no es el mejor sitio gastronómico que se diga...–dijo Javier mientras le daba un beso en la frente a Alfredo y le golpeaba el hombro repetidamente.
–Creía que sólo ibais por trabajo.
–No puedes asar el pollo, y esperar que el perro no se lo coma. –Respondió Javier con una metáfora.–¿Y tu igual de sangre?
–Verás; ha habido un pequeño problema.
–Seguidnos– dijo Vanessa mientras caminaba por el pasillo.
–¿Es así de amarga todo el rato? ¿O es que hoy no ha ido al baño? –Le preguntó Javier a Alfredo al oído.
–Es maja.
La estantería se echó a un lado, y los cuatro esperaron al ascensor pero no llegaba. Se abrieron las puertas que dejaban ver el profundo hueco de aquel ascensor.
–Mire a ver si viene, Javier, por favor –le pidió Vanessa.
Javier hizo lo que se le decía. Se asomó al hueco. Vanessa le dio un empujoncito, lo suficientemente fuerte para que Javier cayera al vacío.
–¿Pero qué haces?–Le pregunto Márgara, la madre de Alfredo.
Pero Vanessa no le respondió. Tras unos instantes Vanessa extendió su brazo rápidamente, lo cual hizo generar un látigo de luz. Vanessa lanzó un extremo del látigo al vacío, mientras sujetaba el otro. Cuando notó el peso de Javier lo subió rápidamente.
–¡Estás loca! –Gritó Javier mientras intentaba mantener el temor de su cuerpo a raya, pero no podía para de temblar.–¡Me caes bien!
–La vida de una amargada es un tanto dura...–Le dijo Alfredo a su padre.
–Menuda novia más maja has encontrado...–dijo Javier fatigado por el esfuerzo.
–¿Quiere ir otra vez para abajo, señor?–Preguntó Vanessa sarcásticamente.
–No, no, gracias. Creo que me quedaré aquí con mi mujer, y mi superhijo.
–Tú te lo pierdes.
El ascensor llegó finalmente a su destino, y los cuatro subieron en él.
–Márgara, tenemos que ampliar nuestra casa.–dijo Javier tocando todos los botones.
–Está muy bien como está.
Finalmente llegaron al ala médica, pasaron un pequeño pasillo, y llegaron a la sala en la cual estaba la cápsula de Dex. Pero él no estaba.
–¿Dónde podría haberse metido, si se suponía que estaba inconsciente? –preguntó Alfredo–. Remiux, ¿dónde está Dex?– Le preguntó Alfredo.
Remiux estaba tumbado en el suelo, arreglando la cápsula donde anteriormente había estado Vanessa.
–Le he trasladado a la sala de contención de la planta diecinueve.– Le respondió Remiux levantándose, y limpiándose las manos con un trapo.
–¿Por qué lo has trasladado, Remiux?–Le preguntó Vanessa.
–Estaba mejor y esta cápsula no era suficiente.–Le respondió Remiux tirando el trapo al suelo.
Los cinco se metieron nuevamente en el ascensor, y empezaron a subir. Esta vez a la planta diecinueve. Salieron del ascensor, y caminaron por un largo pasillo, iluminado únicamente por unas cuantas bombillas en el techo. Al final del pasillo había una puerta metálica que se abrió en dos, al paso de Remiux. Atravesaron un puente azul luminoso, al otro lado del puente había una especie de cápsula de contención, pero no se veía el interior a causa de las luces que se reflejaba en el grueso cristal.
–Antes de abrir esta cápsula tendréis que asumir que la persona que una vez fue vuestro hijo... Puede que ya no exista.–Les advirtió Vanessa sujetando la palanca que accionaba el mecanismo de apertura.
–De acuerdo.–dijo Márgara.
–De acuerdo.–dijo Javier empujando la mano de Vanessa.
Los cristales de la cápsula se abrieron, y una nube de vapor salió del interior de la misma a alta presión. Dex estaba dentro... Estaba sujeto de pies y mano, por brazos robóticos gigantes que lo mantenían elevado, y lo mas importante; inmóvil.
Márgara y Javier entraron corriendo a la cápsula.
–Cariño, ¿pero qué te ha pasado?–Le preguntó Márgara rompiendo a llorar.
–Lleva días sin abrir la boca.–Le respondió Remiux.
–¿Quién le ha cortado el brazo?–Preguntó Javier con un tono como si fuera a estallar de furia.
–Eh...–Se preparó Alfredo para decirles la verdad.
–Fuí yo –Intervino Vanessa tocándole el hombro a Alfredo.
–¿¡PERO POR QUÉ!? –Le respondió Márgara gritando, y envuelta en una lluvia de lágrimas.
–Fue algo necesario...–Respondió Vanessa apenada.
Márgara cayó al suelo de rodillas, víctima de la desesperación y la angustia que le recorría el cuerpo en ese momento.
––Lo siento, pero no llore, que si no me voy a poner a llorar yo, y esto va a ser un lago de lágrimas rotas.–dijo Vanessa cuando una lágrima se le escurría por la mejilla.
–No te disculpes, tuvistes tus razones al igual que yo tengo las mías... Alium.–dijo Dex segundos antes que una nube negra lo envolviera con un movimiento en espiral, acto seguido los brazos robóticos únicamente sostenían una nota. Alfredo recogió la nota.
–La sangre de los infieles será derramada sobre el monte de la vida.–leyó Alfredo la nota mientras la desesperación lo acogía.
–¡Mierda! ¿¡Cómo ha escapado!?–Preguntó Javier tocando todos los botones del panel de control de la cápsula.
–Señor pare, va a desactivar...–dijo Remiux intentando detenerle, pero era demasiado tarde.
El puente de luz se había desconectado, se había cerrado el único camino que llevaba a la salida. Habían quedado atrapados en un pilar de metal que sostenía la cápsula, bajo ellos se abría un abismo infinito. Alfredo se asomó hacia abajo pero solo se veía oscuridad.
–¿Estoy a tiempo de disculparme?–preguntó Javier avergonzado.
–Yo puedo llegar al otro lado.–dijo Remiux preparado para saltar– Vanessa, Alfredo sujetarlos.
Vanessa sujetó a Javier y Alfredo a Márgara. Remiux flexionó las piernas se preparó y saltó, al hacerlo el suelo se agrieto y la onda expansiva golpeó a Alfredo y a Vanessa en la espalda que estaban cubriendo a los padres de Alfredo.
–Eres muy blandita –dijo Javier siendo abrazado por Vanessa.
–Tu no te callas nunca, ¿no?– le preguntó Vanessa aunque ya sabía la respuesta.
–Me viene de familia –dijo Javier mientras apartaba a Vanessa.
Remiux aterrizó al otro lado con facilidad, allí se encontraba la consola de mando, accionó una serie de botones y el puente de luz se volvió a desplegar.
–Daos prisa, el generador está dañado, no podré mantener el puente desplegado durante mucho tiempo.
Los cuatro salieron corriendo por el ancho puente de luz. Pero cuando estaban a punto de llegar al final, el puente empezó a palpitar y se apagó.
Alfredo y Márgara llegaron a tiempo, Vanessa saltó lo justo para quedar colgando del saliente con el brazo izquierdo y con el derecho sostenía a Javier.
–Suéltame sálvate tú, déjame caer al vacío.
–Te has olvidado de que detrás de esa cara hay una Guerrera Celestial.–dijo Alfredo riéndose.
Vanessa hizo fuerza con el brazo izquierdo, lo contrajo y saltó, tan fuerte que pasó por encima de Remiux, aterrizando con elegancia a diferencia de Javier que aterrizó con la cabeza.
–Eres una bellísima persona Vanessa, te lo digo de verdad, te quiero más que a mi hijo.–dijo Javier abrazando la pierna de Vanessa desde el suelo.
–Oye, que yo soy un hijo estupendo.–dijo Alfredo cruzando los brazos con el ceño fruncido.
–Afróntalo Alfredo, caigo mejor a la gente, y lo sabes. –le susurró Vanessa al oído a Alfredo dándole una pequeña colleja.
–No eres para nada graciosa, ¿lo sabías?
–Oye Alfredo teníamos pensado ir al centro comercial ¿quieres venir?–Preguntó Javier levantándose del suelo.
–¿Pero cómo se te ocurre? A Dex le han cortado un brazo y ha desaparecido, ¿¡y pretendes ir a un centro comercial!?¿No se como puedes ser así Javier? –dijo Márgara llorando.
–Mamá, papá tiene razón, por mucho que a Dex le esté pasando, tenemos que ser fuertes y seguir con nuestras vidas. Remiux es nuestro guardián y su misión es ocuparse de ello.–dijo Alfredo intentando calmar a su madre.
–Alfredo tiene razón señora. Estaré las veinticuatro horas del día buscando a su hijo y no pararé hasta encontrarlo, se lo prometo.
–De acuerdo, pero no sé cómo puedes ser así, Javier.
Alfredo y Javier entraron en el coche.
–Alfredo, hay un momento en la vida en el que un padre debe hablar con su hijo.–dijo Javier entrando por la puerta del conductor y sentándose.
–Ya te he dicho que no me dedicaré a los negocios y menos dirigiré tu empresa.–Le respondió Alfredo abrochándose el cinturón del asiento que estaba justo detrás del conductor.
–¿Qué? No, voy a decirte de donde vienen los bebés, verás los bebés no vienen de París. Los bebés...
–Papá, ve al grano.
–Yo no soy tu verdadero padre.
–¿Cómo que no?, pero si, bueno ya sabes, mua mua cuanto te quiero cariño y todo eso.
–Sí, pero tú no llevas mi sangre, tampoco la de tu madre. Verás hace dieciséis años un hombre–gato se presentó en nuestra casa y le pidió a tu madre que se tomara una pastilla verde. Le pareció una locura pero lo hizo y a los nueve meses nacistes tú. Quiero decir que te concibieron en otro sitio, en otro planeta y en la píldora seguramente estuviera el óvulo fecundado...
–Papá, el término papá no se le da a alguién por concebir a un hijo, se le da a alguién, por proteger a un hijo, al igual que a un alcohólico un hijo no le puede llamar papá, a un hombre que protegió a su hijo incluso poniendo en riesgo su propia vida en innumerables ocasiones no solo se le debe llamar papá, se le debe llamar héroe, eso es lo que eres para mi, un héroe me da igual si no eres mi padre de sangre lo que importa es que eres mi padre y eso nunca se podrá cambiar... ¿Papá?¿estás bien? –Le preguntó Alfredo tocándole el hombro.
–Sí, sí, es que ha sido muy conmovedor, me has hecho llorar y eso que yo soy un hombre, pero fíjate tú.–dijo Javier secándose las lágrimas.
–¿Quieres un pañuelo? –Le preguntó Alfredo sacando un paquete de clines del bolsillo.
–No, gracias, ya tengo.–Respondió Javier sonándose la nariz.
–Papá, eso es la manga.
–¿Y qué diferencia hay si al fin y al cabo cumple la misma función que un clines? –Le respondió su padre mientras se abrochaba el cinturón.
En ese momento las puertas del coche se abrieron. Márgara se subió en el asiento del copiloto. Vanessa se sentó atrás, en el asiento central y Ángela en el de la izquierda.
–Espero que no os importe mi compañía –dijo Ángela frente a la mirada iracunda de Vanessa.
–Bueno, si ya estamos todos nos vamos.–dijo Javier girando la llave de contacto.
Era un coche negro, un "BMW M5" con la tapicería blanca. Salieron del barrio y se metieron en la autopista, no había tráfico pese a ser festivo. Pasaron por debajo de algunos puentes antes de llegar al centro comercial.
Una vez allí aparcaron en el parking subterráneo y los cinco bajaron del coche. Alfredo y Vanessa iban delante de Márgara, Javier y Ángela, la cual estaba charlando sobre lo que haría esas navidades, aunque todavía faltase un mes y medio. Las puertas automáticas se abrieron al paso de Alfredo y Vanessa pero se cerraron tras ellos, Ángela iba andando marcha atrás y las puertas no se activaron, lo que hizo que Ángela se estampara contra el vidrio.
Subieron las escaleras mecánicas, Ángela estaba muy emocionada pues solo había estado tan solo un par de veces en ese centro comercial.
–Alfredo vamos a entrar, a mirar ropa.–dijo Vanessa entusiasmada.
–Ah no ni de coña. Soy un hombrecito respetable y como hombrecito respetable debo alejarme de la ropa cursi y de las novelas de amor donde Santa Margarita Teresa Rosita de la Guardia Del Monte Guerrero se siente mal por ser rechazada por Pedro Paco Antonio María José Valdés.
–¿Ni siquiera por una buena amiga? –Le suplicó Vanessa poniendo pucheros.
–Vanessa, noo, Vanessa no me pongas ojitos... Vale.
–Gracias.–dijo Vanessa dándole un beso en la mejilla.
–Calzonazos.–Le dijo Ángela al oído.
–¿Y cómo querías que me resistiera a eso?
–Vamos Alfredo.–dijo Vanessa sonriente.
Entraron en la tienda de ropa. Llegaron a la sección de mujer. Vanessa empezó a darle a Alfredo vestidos, camisetas, pantalones hasta ropa interior, sus piernas se empezaban a flexionar a causa de la tonelada de ropa que llevaba encima ¿Por qué a algunas personas les gusta tanto caminar entre prendas de vestir, si son todas iguales? Entraron en los probadores, Era una cabina de un metro cuadrado Vanessa se empezó a quitar la camiseta.
–Vanessa que discreta eres.–Le advirtió Alfredo el cual también estaba dentro de la cabina con una tonelada de ropa encima.
–¡Ah sí es verdad! Salte un momento fuera, anda hazme el favor y vete pasandome la ropa.
Alfredo salió de la cabina y empezó a darle ropa, una tras otras, al cabo de media hora al fin se había probado la mitad, pero faltaba la otra.
Así que una hora después salieron de la tienda cargados de bolsas. En la otra parte del centro comercial estaba Javier y Márgara en la tienda de electrónica estaban mirando simplemente, no tenían el deseo de comprar la más mínima chorrada que tuvieran en la tienda, a diferencia de Vanessa que por si ella fuera se compraba toda la tienda.
Se reunieron en el centro del centro comercial, "sí suena raro, lo sé", en un espacio abierto que separaba las tiendas de los restaurantes y por donde entraba luz gracias a unas ventanas gigantes situadas en el techo.
–¿Que tal os ha ido? –Preguntó Javier alegremente.
–¿Tú que crees? –Preguntó Alfredo con un tono irritado.
–Que estás hecho un calzonazos de los buenos. ¡Mira, ya tenemos algo en común! –le respondió Javier riendo su propia gracia.
El suelo empezó a temblar y a agrietarse. La gente empezó a correr intentando resguardarse del terremoto. De repente las vidrieras del techo estallaron al paso de una espada gigante de color negro, que se estrelló contra el suelo y se quedó clavada de forma vertical. Tras ella un hombre cayó del techo atravesando la vidriera en una lluvia de cristales. El hombre calló elegantemente al lado de la espada, iba vestido con un gabán negro al igual que su sombrero. El hombre se incorporó y cogió su espada del suelo. Clavó sus ojos negros en Alfredo, acto seguido lo apuntó con su espada. Entre ellos aterrizó Remiux sobre una de sus rodillas. El hombre lanzó un mandoble con su espada, que mandó volando a Remiux unos cuantos metros hasta chocar contra un escaparate rompiendo los cristales; se incorporó rápidamente y placó contra su oponente, pero no pudo moverlo ni un centímetro. El hombre movió el brazo hacia un lado y Remiux salió nuevamente volando por los aires, pero esta vez rectificó en pleno vuelo y aterrizó intentado frenar su velocidad. Remiux juntó las palmas de sus manos asimilando rezar, la energía se concentró en éstas; las abrió nuevamente y de ellas salió un rayo azul que iba directo al pecho de su oponente, pero este elevó su espada desviándolo hasta impactar contra unos asientos, volatilizándolos junto con un buen pedazo de suelo. Remiux salió corriendo hacia ese misterioso hombre, pero no llegó a su destino pues el hombre pegó un pisotón al suelo, que lo fragmentó en mil pedazos y derribó a todas las personas en un radio de cien metros a causa de una inmensa onda expansiva. Vanessa materializó su traje y su arco, y lanzó una flecha que impactó directamente contra la espalda de aquel hombre. El hombre se dio la vuelta lentamente.
–Alium, ¿que haces en la Tierra? esta recompensa es mía...–Le advirtió el hombre mientras se arrancaba las flechas lumínicas de la espalda.
–Yo ya no me muevo por dinero, Yenzo.–Le aseguró Vanessa volviendo a cargar su arco.
Vanessa soltó la cuerda y la flecha salió directa a la cabeza pero Yenzo movió su espada lateralmente generando un onda de energía que partió la flecha en pleno vuelo e impactó contra Vanessa y contra unas cuantas columnas partiéndolas en dos. Vanessa salió volando aterrizando con unas cuantas vueltas de campana.
–¡Vanessa! –Gritó Alfredo desesperado.– ¡Corred! –dijo Alfredo intentando avisar a sus padres.
Ellos salieron corriendo, Yenzo se percató y lanzó su espada en la dirección de Alfredo, este la esquivó por poco, pero la espada no se detuvo...
–¡¡¡Nooo!!!
Alfredo salió corriendo...
–¿¡Papá!?
La espada había alcanzado a Javier en la espalda atravesándolo por completo y la punta le salió por el pecho.
Javier cayó al suelo torpemente.
Alfredo se tiró al suelo intentando auxiliar a su padre. La sangre de su padre estaba mojando sus manos, al igual que las lágrimas mojaban su cara. Alfredo puso de lado a su padre.
–¡Papá... Papá! Te vas a poner bien, papá.–Le aseguró Alfredo mientras lloraba sin descanso en el suelo, al lado de su padre.
–Alfredo... No llores, dime la verdad, ¿me consideras buena persona?–Preguntó Javier débilmente tosiendo y expulsando sangre por la boca.
–Claro que sí, pero eso ya lo sabes.–Le respondió Alfredo sujetándole la mano.
–Entonces, bicho malo nunca muere, ¿pero qué pasa con el bueno? –dijo Javier a modo de despedida.
–No. Papá tú hoy no morirás.–dijo Alfredo apoyado la cabeza sobre su pecho.
–Parece que a este bicho bueno le ha llegado la hora, ven coge esto.–dijo Javier extendiendo la mano para entregarle un pen drive.
–¿Para qué es esto? –Preguntó Alfredo mientras lo examinaba al detalle.
–Mi vida entera...
–¿Papá? ¡¡¡Papááá!!!
Javier había fallecido a la una y media del mediodía, del viernes nueve de noviembre del dos mil dieciocho. Alfredo se quedó llorando la muerte de su padre. Estaba tirado en el suelo llorando encima de su pecho.
Yenzo se acercó a Alfredo y sacó la espada del cadáver de Javier. Se preparó para acabar con Alfredo levantando su espada por encima de su cabeza. Bajo la hoja con gran velocidad, pero de repente un intenso sonido chirriante empezó a sonar y Yenzo detuvo su arma en seco y se fue directo a por Márgara la agarró del brazo, se dio la vuelta y de un salto llegó hasta el techo destrozándolo con su espada y desapareciendo.
ESTÁS LEYENDO
El límite de lo infinito
Science Fiction¿Qué me dirías si yo te digo a tí que cada mundo tiene su dios, digamos algo como un protector? Tras ver cómo su madre era secuestrada y su hermano corrompido por fuerzas malignas; Alfredo, Dios de la Tierra tendrá que unir fuerzas con diferentes...