Al día siguiente...
Alfredo se estaba despertando.
–¡Puff! Me duele todo.–dijo Alfredo quejándose de todo.–Me voy a duchar.–Dicho esto se fue al baño, se desvistió y se metió directo a la ducha.
Una vez fuera, fue a escoger la ropa como de costumbre. Abrió el armario de su cuarto el cual era alto y con dos puertas marrones. Buscó algo que ponerse, pero al mirar detrás de la ropa doblada encontró un cilindro negro con tres gemas moradas incrustadas en él.–¿Qué es esto?–Se preguntó Alfredo. Pasó el dedo pulgar por las gemas, y de repente estas se tornaron verdes fluorescentes y del cilindro salió una hoja de metal envuelta en llamas negras, esta empezó a brillar con un tono verde al igual que las gemas, y de repente... Estalló un haz de luz proveniente de la espada.–¡Mierda!–.Masculló Alfredo tirando la espada a la cama. Este vio como la espada desintegraba las sábanas; Alfredo salió corriendo a coger la espada de la cama, y al hacerlo tocó sin querer la hoja con las manos, estas le empezaron a arder con el mismo fuego negro que hacía arder la espada. Alfredo cayó al suelo agonizando, el fuego se había extinguido, se miró las manos y observó que las yemas de sus dedos estaban carbonizadas, y donde debería ir la cama se alzaba una montaña de cenizas negras y polvo verde que brillaba por momentos.
–Alfredo, ¿estás bien? ¿Qué es ese escándalo?–Preguntó su madre gritando desde el piso de abajo.
Alfredo corriendo, se subió al escritorio y salió por la ventana al tejado que cubría el porche. Al ver que se abría la puerta de su cuarto saltó, cayendo al césped mojado por el rocío de la mañana. Se habían quedado las huellas de sus pies incrustadas en la hierba. Salió corriendo, saltando la verja del jardín, todavía llevaba puesta la toalla, siguió corriendo sin detenerse.
Había una furgoneta negra aparcada en un lateral de la carretera, Alfredo no se detuvo a contemplarla, pero cuando pasó por su lado la puerta se abrió de golpe y unos fuertes brazos le sujetaron por el cuello y le metieron en la furgoneta. Alfredo era incapaz de ver nada, le habían vendado los ojos, había notado como un pinchazo en el cuello, y sentía cómo poco a poco perdía el conocimiento hasta desmayarse.
–Alfredo, Alfredo, despierta.–Decía una voz.
Alfredo todavía estaba anestesiado y le costaba ver algo más que sombras y figuras borrosas.
–Alfredo, ¡Alfredo despierta de una vez! necesitamos que te despiertes –dijo nuevamente la voz.
Alfredo empezaba a retomar el control sobre su cuerpo, cuando de repente notó cómo le golpeaba algo frío.
Finalmente volvió en sí, llevaba puestos unos pantalones negros y una camiseta azul oscuro. Estaba atado de pies y manos a una silla, delante de él estaba un ser con forma felina, vestido con una falda romana y con unos tirantes entrecruzados que formaban una "X" en el pecho.
–¿Pero qué?–dijo Alfredo sorprendido mientras intentaba liberarse de sus ataduras. Pero era imposible, eran de una especie de tela negra; por más que lo intentara no se movían lo más mínimo, eran tan duras como el acero.
–Hemos detectado unos picos de energía procedentes de sus manos, son los más fuertes detectados en esta ciudad. –dijo una figura femenina que le daba la espalda, estaba hablando con el hombre-gato, iba vestida con un traje blanco con las pantorrillas violetas. El pelo le llegaba hasta los muslos, lo llevaba suelto. Se dio la vuelta, a Alfredo le resultaba familiar, llevaba el rostro cubierto con un pañuelo violeta, que le tapaba la parte inferior de la cara. Tenía un símbolo de una mariposa, también violeta. Llevaba unos brazaletes negros. Con la mano izquierda sostenía un blanco y enorme arco con acabados en oro, y en el centro había una gema de color violeta fluorescente.
–Alfredo –dijo la mujer, que se le acercó peligrosamente a la cara y se quitó el pañuelo.
–¿Vanessa? –dijo Alfredo sorprendido al reconocer a su compañera.
–Alfredo, necesitamos tu ayuda –le dijo Vanessa mientras le desataba.
–¿Cómo que mi ayuda? Me habéis drogado, metido en una furgoneta, y llevado a un lugar oscuro y tétrico. –dijo Alfredo casi gritando– ¡Hay maneras mejores de pedirlo!
–Lo siento, pero la situación lo requería.
–¿Te has metido a una secta o algo así? –Preguntó Alfredo preocupado.
–No, no estoy en ninguna secta.
–No me digas que eres una asesina. En tal caso ¡No me mates por favor, soy inofensivo no supongo ninguna amenaza, no me mates porfa! –Suplicó Alfredo cubriéndose la cara con los brazos.
–No te voy a matar.–dijo Vanessa apartandole las manos de la cara.
–Y entonces,¿para qué es ese arco? –Preguntó Alfredo más calmado.
–Este; ah no es nada, mira, ya lo guardo – Dicho esto, lanzó el arco al aire y se desintegró en el acto. Se formó una bola de luz y surgieron de él un par de pendientes con forma de diamante violetas que fueron a parar a las orejas de Vanessa– ¿Contento?
–Te escucho –dijo Alfredo levantándose de la silla.
–Siéntate –Le ordenó el hombre-gato desde la penumbra de la habitación.
–Haz lo que te dice, todavía estás muy débil como para levantarte. –Le sugirió Vanessa.
–De acuerdo; ahora dime... ¿Quién es ese tío? ¿Es tu guardaespaldas? –dijo Alfredo acomodándose en la silla.
–Más bien... Es TU guardaespaldas. –dijo Vanessa soltando una pequeña risita.–Ven, acércate– Le ordenó al hombre-gato.
Este se acercó a la luz, Alfredo pudo observar la cicatriz de su ojo izquierdo.
–¿Qué... Qué eres? –Preguntó Alfredo sorprendido– ¡Auh! –Se quejó cuando Vanessa le cogió las manos.
–Tengo que curarte esas heridas, tienes que aguantarte un poco –dijo Vanessa en cuclillas limpiándole las manos.
–¿Quién es ese tío? Ahora en serio –dijo Alfredo mirando fijamente al hombre-gato.
–Soy tu guardián –contestó– Remiux, y me enviaron a la Tierra para avisar a tu madre de que te tendría. Mi misión es protegerte. A ti, y a tu hermano. Pero tras una discusión que tuvo lugar ayer con el líder de mi raza, Raika, me destituyeron de mi cargo como protector y me convertí en enemigo público número uno de los Makers, la raza más poderosa.
–¿Estás de coña, no? –Preguntó Alfredo sin quitarle el ojo de encima a Vanessa, la cual le estaba dando una especie de pomada azul.
–Ójala fuese así –Les interrumpió Vanessa incorporándose– Los Makers han emitido un comunicado en el que se le declara culpable de múltiples delitos de alta traición. Yo debería de estar buscándole para matarle; al igual que a tu hermano...
–Espera, ¿qué tiene que ver mi hermano con todo esto? –Interrumpió Alfredo inclinándose hacia adelante.
–Mucho.– Le respondió Remiux– Verás... Hace dieciséis años debiste haber nacido solo tú. Raika me dio órdenes explícitas de matar a tu hermano, si conseguía despertar algún poder... No obedecí y sabiendo que posee en su poder ejércitos enteros y Dioses con habilidades, que escapan a tu imaginación...
–Espera, ¿cómo que Dioses? –Le interrumpió Alfredo.
–Exacto, Dioses –Prosiguió Vanessa mientras dibujaba un símbolo gigante con tiza en el suelo. –Tú y yo fuimos unos de los muchos elegidos para proteger nuestros planetas. Somos los llamados "Guerreros Celestiales", o Dioses,
–¿Y cómo se supone que vamos a proteger el planeta si tú solo tienes un arco y yo solo tengo las manos quemadas?
–Yo no solo tengo un arco, y tú no solo tienes quemaduras. –dijo Vanessa mientras extendía su brazo con la palma hacia arriba.– La percepción del mundo varía según el ángulo desde el que lo mires –Dicho esto, en la palma de su mano se generó una bola de luz blanca que empezó a girar y a ganar velocidad. Entonces, de la bola comenzó a salir un humo negro que la envolvió en unos instantes –¿Lo ves?
Vanessa se giró repentinamente y le lanzó la bola a Remiux que se cubrió instintivamente con los brazos. La bola impactó directamente contra sus antebrazos, pero de ellos se generó un campo de fuerza que hizo que la bola se esparciera en un muro de llamas y se disipara.
–Pero yo no puedo hacer eso. –Repuso Alfredo levantándose nuevamente de la silla.
–Siéntate... –Le pidió Remiux.
–Tranquilo, ya me encuentro mejor. Bueno, como iba diciendo...Yo soy incapaz de hacer esas cosas.
–Tienes razón, no puedes hacerlo; pero podrás...– dijo Vanessa mientras se ponía de nuevo el pañuelo.– Fíjate en este símbolo.
Era un símbolo circular con una espiral en el centro y nueve rayos que salía de la misma y se dirigían al borde de la circunferencia. –Ahora quiero que con esto te hagas un corte en la mano derecha, y después la coloques encima de la espiral. Remiux, por favor, entrégasela.
Remiux le entregó el cilindro negro con las tres gemas moradas.
–¿Para qué quieres que me corte con la espada? – Preguntó Alfredo.
–Todos los Dioses tienen que hacer un pacto de sangre con su gema.
–...No me he enterado de nada.
–A todos lo Dioses les corresponde una gema abstral. Las gemas abstrales son las gemas que iniciaron la creación y que tienen un poder ilimitado. Existen tres tipos:
En el primer grupo se encuentran las gemas de poder; son unas gemas muy poderosas. Pero de las tres son las que menos poder pueden albergar. Este grupo está formado por las gemas azules, amarillas, y las rojas.
En el segundo grupo se encuentran las gemas de luz. Existen muy pocas y su poder es casi inimaginable, el que posea estas gemas podrá tener la habilidad de crear materia blanca o de luz. La que yo poseo es una de esas gemas –dijo Vanessa, volviendo a materializar su arco– Cógelo – Le ordenó Vanessa.
–De acuerdo –Respondió Alfredo cogiendo el arco. Era realmente ligero, pesaba menos que su móvil.– ¿Y qué disparas, si no tienes flechas ni nada por el estilo?
–Solo yo puedo usar la gema, observa – dijo Vanessa mientras volvía a coger el arco.
Vanessa extendió su mano derecha, y de su brazalete surgió una flecha que desprendía una luz muy intensa; casi dañina a los ojos. Vanessa tensó el arco y apuntó a Remiux .
–¿Preparado?–Preguntó Vanessa.
–Preparado... –Respondió Remiux colocándose en posición defensiva para recibir el impacto, y flexionó ligeramente las rodillas, y entonces Vanessa soltó la cuerda la cual era de oro. La flecha salió disparada junto con un estallido sónico, impactó directamente en el centro de la "X" que había formado Remiux con sus brazos, el campo de fuerza actuó, pero no fue suficiente, y Remiux salió volando por los aires, aterrizando contra una pared.
–¿Estás bien? –Preguntó Vanessa preocupada.
–Sí, no te preocupes –Respondió Remiux levantándose... Se apoyó sobre una rodilla y luego se incorporó con una mueca de dolor.
–El último grupo contiene sólo dos gemas... –Prosiguió Vanessa– Por una parte están las gemas Kuarlum, y por otra está la gema Zetszun. Son las llamadas gemas oscuras, o gemas de la destrucción. El Kuarlum era una gemas oscura que se fragmentó en millones de gemas pequeñas tras una gran batalla, llamada "La Batalla Bastarda", pues nunca debió ser librada. Al ser del tercer grupo es super potente, y puede matar a un Guerrero Celestial con suma facilidad. Muchos ejércitos la usan como arma principal.
–¿Y qué hay de la gema Zetszun? –Preguntó Alfredo intrigado.
–Esa, amigo mío. Es la gema más poderosa de la existencia.
–¿Y qué ha sido de ella?
–La tienes en tu espada. Bueno, tienes en tus manos el arma más poderosa de la existencia.
–¿Qué?¿en una simple espada?
–No es una simple espada... Es la espada del infinito; es capaz de abrir brechas entre dimensiones, y destruir todo lo que toca. Si ha acudido a ti, seguramente tengas los poderes de la antimateria. Uno de los más poderosos. Eres un tío con suerte...
–Pero si soy incapaz de invocar una bola de fuego de esas.
–Tienes que despertar tus poderes –dijo Remiux mientras se acercaba lentamente a Alfredo.
–¿Cómo hago eso? –Le preguntó Alfredo.
–O lo despiertas en una situación límite, o haces un pacto de sangre con tu gema.
–Entonces... Acciono la espada, y me corto la mano.
–Sí; tienes que dejar caer algunas gotas de sangre antes de colocar la mano en la espiral.–Le respondió Remiux.
–Vale. –Alfredo cogió la espada con la mano izquierda, pasó el pulgar por encima de las tres gemas, estas empezaron a brillar, se tornaron verdes fluorescentes y salió la hoja envuelta en llamas negras. Alfredo puso la espada encima de su mano derecha, ya no le ardían al tacto de la hoja, entonces apretó fuertemente la espada contra su palma; surgió un hilillo de sangre, y sin pensarlo dos veces... Tiró con fuerza hacia atrás.
Se abrió una enorme raja en la palma, apretó con fuerza el puño y dejó caer unas cuantas gotas de sangre sobre la espiral. Esta empezó a brillar con una luz azul.
–Coloca tu mano en la espiral – Le indicó Vanessa.
Alfredo hizo lo que le decía. El suelo comenzó a temblar, y la sangre se dirigió por los rayos hasta llegar a la circunferencia. Allí la sangre empezó a girar a gran velocidad, elevándose hasta engullir a Alfredo por completo en un huracán rojo. Siguió elevándose, y de repente estalló, manchando a los tres en el acto.
–¡Alfredo corre, coge tu espada! –Le dijo Vanessa entregándole la espada, la cual había salido disparada por la explosión.
Alfredo cogió la espada.
–¡Corre, recita esto! –Le ordenó Remiux otorgándole un papel doblado.
Alfredo lo cogió y lo extendió. En él había una especie de oración.
–"Mi compromiso es lo mas grande que puedo otorgar. Yo suplico a todos los cielos e infiernos que este pacto de sangre perdure por toda la eternidad, que ni la espada más fuerte, ni el poder más poderoso pueda romper esta promesa. ¡Que este pacto de sangre nos una en cuerpo, mente y espíritu! ¡A partir de esta noche somos un solo ser, un solo hombre...! ¡Ven a mí, Zetszun!"
La espada empezó a ascender, se ocultó la hoja y de la gema central surgió una luz morada que envolvió por completo el cilindro.
–¡Corre, imagina una prenda o accesorio en el que se transforme tu gema al estar en reposo! –Le gritó Vanessa desde la otra parte de la habitación.
–Vale –Le respondió Alfredo.
La luz se apagó y de ella surgió una pulsera negra con una línea dorada que la surcaba por el medio, en el centro se alojaba la gema y al lado contrario estaba inscrito el símbolo del Yin y del Yang.
La pulsera cayó al brazo derecho de Alfredo y se le adhirió como si tuviera pegamento. Alfredo era incapaz de moverla de la posición en la que se le había quedado pegada.
–¡Wow! –dijo Alfredo asombrado por lo sucedido– ¿Qué hago para volver a invocar la espada?
–Simplemente piensa en ello –Le respondió Vanessa mientras se acercaba para vendarle la mano.
–Una cosa más... – Prosiguió Alfredo.
–¿De qué se trata? –Preguntó Remiux interesado.
–¿Por qué la Tierra tiene dos Guerreros Celestiales?
–Yo no soy de por aquí, Alfredo –dijo Vanessa intentando esconder una pequeña sonrisa dibujada en su rostro.
–¿Cómo que no eres de por aquí?¿No eres de España?
–¿Te acuerdas que te dije que Márgara no era mi madre? Bien, eso es porque no lo es. Verás... Cuando digo que no soy de por aquí, me refiero a que no soy de la Tierra.
–¿Y de dónde eres? ¿De Venus?
–Más bien, de Marte.
–¿Cómo? –Gritó Alfredo sorprendido.
–Soy la protectora de Marte.
–Pero... si Marte no alberga vida.
–Ya no, toda vida existente en Marte fue exterminada hace dos milenios. Todo lo que apreciaba: Mi familia, mi guardiana, todo...En estos dos mil años estuve en el planeta de los Makers criogenizada –dijo Vanessa intentando contenerse para no provocar una lluvia de lágrimas.
–Lo siento,¿Qué pasó?¿Qué fue lo que lo destruyó?
–Fue Drívol. Le apodan el Ardiente, pues hace arder los planetas por los que pasa. Es un renegado.
–¿Qué es un renegado?¿Por qué te atacó?
–Los renegados son aquellos que matan a sus guardianes y sólo se mueven por odio y venganza.
–¿Y?¿Por qué te atacó?
–Fue culpa de Raika, me ordenó que le destruyera. Raika sabía perfectamente que no podría con Drívol, pero aun así me envió a una misión suicida, y no podía negarme. Pues ya sabes lo que pasa si desobedeces una orden directa de Raika. Es la creación de los tres hijos de los Ancianos, es superpoderoso.
–Por lo que contais Raika debe de ser el malo.
–Antes era bondadoso y bueno, cuando Éthala aún vivía –Intervino Remiux– Pero cuando todos la creyeron muerta; Raika asumió todo el poder pero no sabe mantenerlo bajo control. La supuesta muerte de Éthala fue lo que provocó la Guerra Bastarda.
–¿Y qué ha sido de los otros dos hijos?
–Éthala, sin embargo se aferró a la vida y para no morir se fue a vivir a la dimensión oscura, una dimensión formada casi en su totalidad por materia oscura. Líwol se retiró a algún lugar de Andrómeda y Ashnir domina gran parte del universo.
–¿Cuánto hace de esa batalla?
–Tres millones de años –Respondió Vanessa, la cual estaba apoyada en la pared.
–¿¡Tres millones de años!? –Exclamó Alfredo anonadado– ¿Los Makers y los Dioses somos inmortales?
–Eternos, pero no inmortales. Puedes morir pero no por longevidad –Le corrigió Vanessa
–¿Y yo hasta cuanto creceré?
–Depende de la edad de tu planeta, estás unido a él.
–¿Y si estoy vinculado a la Tierra?
–Hasta los veintidós, supongo.–Intervino Remiux sentándose en el suelo.
–¿Qué pasa si destruyen la Tierra?
–Es como si te arrancaran un pedazo de tí, uno irremplazable.–dijo Vanessa bromeando mientras se sentaba en la silla en la que anteriormente estaba sentado Alfredo.
–Me voy a mi casa –dijo Alfredo dirigiéndose a la puerta.
–¡No! –Dijeron Vanessa y Remiux al unísono.
–No puedes irte, despertarás tus poderes en unas veinticuatro horas después del pacto de sangre –Le advirtió Vanessa levantándose y cogiéndole del antebrazo.
–¿Y?
–Si quieres desintegrar tu casa y la de unos cinco vecinos más, vete.
–¿Estás siendo irónica?
–¿Tú que crees?
–¿Qué hora es?
–Las nueve de la noche... Has estado inconsciente trece horas.
–¿Dónde duermo?
–Acompáñame –Le indicó Vanessa abriendo la puerta.
Al salir de la sala la luz intensa de un pasillo completamente blanco deslumbró a Alfredo, que se tapó instintivamente los ojos con el brazo. Siguieron andando por esos pasadizos hasta llegar a una especie de ascensor. Se metieron en él, y Vanessa le dió al botón con el número ciento siete escrito en él.
–¿Y ese traje tan ajustado que llevas?
–Ah,¿esto? Sirve como armadura extra. Si quieres me lo quito.
–¿Llevarás algo debajo, no?
Vanessa pegó sus brazos a su pecho haciendo una "X", se concentró, y el traje empezó a desmaterializarse, haciendo así ver un chándal negro con la cremallera blanca.
–Pues sí que llevaba ropa –dijo Vanessa riéndose.
–¿Me estás diciendo que no sabías si llevabas ropa debajo del traje?
–Te estoy diciendo que no me acordaba si llevaba toda la ropa puesta o solo llevaba la ropa interior.
–Te la has jugado...
–¿Tú también te has dado cuenta, no?
–Oye, esto tarda demasiado.
–¿Qué esperabas? Son ciento siete pisos...
Finalmente llegaron al último piso.
–Bienvenido a mi humilde morada –dijo Vanessa extendiendo los brazos hacia los lados– Sígueme.
Habían salido de una estantería corrediza. Vanessa le llevó de tour por toda la casa, subieron las escaleras.
–Tú dormirás aquí –dijo Vanessa abriéndole la puerta de una habitación.
–¿No la había más rosa, no? –dijo Alfredo irónicamente. Todo en esa habitación era rosa exceptuando el escritorio, que era blanco.
–Es que es de mi hermana.
–Espera, ¿¡tienes una hermana!? – Gritó Alfredo de repente.
–Hermanastra, más bien. Es la hija adoptada de Márgara. Es muy maja, te iba a gustar.
–¿Dónde está?
–En casa de una amiga. Vuelve mañana así que yo estaría despierto antes de que llegase, si no quieres morir a manos de una cruel y despiadada bruja de dieciseis años... Esta es la mía –dijo Vanessa abriendo la puerta de su habitación. Era morada y estaba llena de posters de Marte, muñequitos, y peluches.
–Se ve que estás hecha toda una adulta.
–Si lo dices por los peluches, que sepas que cuando fui a tu casa vi a un osito de peluche muy mono que decía: "Teddy te quiere. Mua, mua, mua".
–Eso... tiene explicación.
–¿Cuál?
–Eh... Era de mi hermano.
–Lo que yo decía; todo un hombre... Bueno, me bajo a cenar. Si tienes hambre vente. Si no, quédate. Pero que ni se te ocurra rebuscar en mis armarios.
–Vale, me quedaré aquí.
–Antes sal de mi habitación, que me voy a cambiar de ropa.
–Vale –dijo Alfredo saliendo al pasillo y cerrando la puerta tras de sí.
La puerta se abrió ligeramente y Vanessa asomó la cabeza –Como se te ocurra abrir la puerta te desintegro...– Y cerró nuevamente la puerta.
Vanessa salió tras unos minutos con un pijama de conejitos, al igual que sus chancletas. Bajó la escaleras y se fué la cocina arrastrando los pies.
–¡Anda, mamá! Pero si ya has vuelto.
–¿Ya ha llegado Alfredo? –dijo su madre, la cual estaba preparando la cena.
–Hace unas... Trece horas. ¿Qué hay de cenar?
–Filetes de pollo.
Márgara preparó la mesa con ayuda de Vanessa y sirvió la cena. El olor de la comida llegó al piso de arriba, y Alfredo no se pudo resistir y bajó corriendo. Cuando llegó a la cocina.
–¡Ostras! Anda, hola profe. Yo pasaba por aquí...Y...
–Alfredo, ya lo sabe. –Le salvó Vanessa de una situación embarazosa.
–Pues menos mal, porque no sabía qué decir. ¿Y este perro? –preguntó Alfredo mientras un Husky siberiano le mordía los pantalones.
–Es el perro de mi hermana, se lo encontró hace tres años y desde entonces vive con nosotras. Se llama Atila.–le dijo Vanessa acariciándole la cabeza al perro.
Márgara le dio un plato a Alfredo y le puso un par de filetes. Alfredo se sentó al lado de Vanessa, y en la parte contraria de la mesa estaba Márgara pensando en sus cosas.
–No habrás rebuscado en mis cajones, ¿no? –Le preguntó Vanessa al oído.
–No, pero te has dejado en el suelo unas braguitas rosas de corazones muy monas –Le respondió Alfredo al oído intentando contenerse la risa.
–¡Mierda! –Maldijo Vanessa golpeando la mesa con el puño, se estaba poniendo roja.
–Te estás poniendo roja.
–¿Qué dices, anda? Tú come y calla.
–¿Qué me dices, Márgara?¿Está o no está roja?
–Cariño, estás muy roja –Le dijo Márgara con la mano en la boca.
–¡Que no me llames cariño! ¡Ay! ¡Dejadme en paz! –Gritó Vanessa, roja, mientras se levantaba y se iba a su cuarto.
Tras unos minutos Alfredo también subió. Abrió la puerta de la habitación de Vanessa, pero ella ya estaba dormida. Entonces Alfredo se dio la vuelta y se metió en la cama de la hermana de Vanessa.
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El límite de lo infinito
Science Fiction¿Qué me dirías si yo te digo a tí que cada mundo tiene su dios, digamos algo como un protector? Tras ver cómo su madre era secuestrada y su hermano corrompido por fuerzas malignas; Alfredo, Dios de la Tierra tendrá que unir fuerzas con diferentes...