Al salir del colegio Alfredo y Dex volvieron a casa andando.
–Vamos a entrar por atrás, es demasiado arriesgado entrar por delante–dijo Alfredo susurrandole a su hermano.
–De acuerdo.–dijo Dex adelantándose a Alfredo.
Saltaron la verja blanca que delimita el jardín y fueron directos a la puerta trasera que daba a la cocina.–Pase lo que pase estaremos juntos en esto.–dijo Alfredo. Entraron sigilosamente, cuando de repente la madera del parqué gruñió y rápido como un rayo apareció Javier. Iba vestido con una bata roja y tenía una taza de café vacía, pues lo había tirado todo al venir tan rápido.
–¡Dexter! –dijo su padre intentando poner una voz de autoridad, aunque sin mucho éxito.–Me ha llamado el director, me ha comentado no se qué de una pelea...
–Estás solo tío...–dijo Alfredo mientras salía de la cocina.
–Es tu primer día de clase –Continuó su padre– y ya te has metido en una pelea, y encima casi matas a tu oponente. Tienes suerte de que su familia no haya presentado cargos. El chico decía que había visto un demonio,¿sabes a que se refiere con "demonio"?
–Ni idea.–Contestó Dex.
–Por cierto, estás expulsado una semana del colegio. Esto es el primer aviso, y también considérate castigado por mi parte. Y por parte de tu madre... Bueno; yo me compraría una armadura.
En la habitación de Alfredo, el panorama era completamente diferente, este estaba a la derecha de su habitación con un ordenador negro encima del escritorio. Estaba escribiendo a alguien.
–¿Vanessa?¿Estás ahí?–Preguntó Alfredo.
–Sí, estoy aquí. ¿Por qué lo preguntas?–Escribió Vanessa.
–¿Adónde te has ido con tantas prisas?
–¿Al baño?
–Mientes de pena,¿sabes?–Escribió Alfredo junto a muchos emoticonos de risa.
–Había ido a ver a mi madre.
–¿Para qué?
–Para nada.
–Pues nada, ¿te han dicho alguna vez que eres un poco rara?
–Sí, me lo han dicho, y bastante a menudo.
–Bueno, esta conversación se está tornando un poco incómoda.
–La verdad es que sí. Por cierto, ¿cuándo quedamos para hacer el trabajo?
–¿No puedes hacerle la pelota a tu madre?
–Me temo que no.
–Pues que pena. ¿Te parece bien el sábado?
–De acuerdo, ¿vienes a mi casa, o yo voy a la tuya?
–Un sábado, ¡puff! Ven tú, me da pereza.
–¿Dónde está tu casa?
–Al lado de la del vecino.
–Eres encantador...
–Estás siendo irónica.
–Qué bien lo sabes...
–Es el número cuatro de la calle Nasala.
–Gracias. Bueno, te dejo que me voy a duchar.
–Adiós.
Llegó el sábado. Alfredo estaba en su cama jugando con un cubo de rubik, cuando sin previo aviso llamaron a la puerta.
–Mierda–Masculló Alfredo– Viene demasiado pronto... Si habíamos quedado dentro de diez minutos.
Bajó las escaleras de dos en dos, fue directo al recibidor y abrió la puerta.
–Pizza carbonara con doble de queso, son veintiun euros.–dijo un repartidor con gorra y un mono rojo.
–Ah vale, toma.–dijo Alfredo extendiendo la mano para darle el dinero.– Quédate el cambio.
–Gracias.–Respondió el repartidor entregando la pizza.
Alfredo cogió la pizza cerrando la puerta, se dio la vuelta y empezó a andar a su habitación, cuando de repente. ¡RING! Volvieron a llamar al timbre de la puerta.
Alfredo abrió nuevamente la puerta, y esta vez Vanessa estaba al otro lado de la misma. De la impresión que le dio a Alfredo al ver a Vanessa vestida así, tiró la pizza al suelo.
–Yo no me como eso.–dijo Vanessa; iba vestida con una camiseta de tirantes rosa que dejaba ver su ombligo y con unos shorts azules, tenía el pelo amarrado con una goma morada formando una coleta.–¿Alfredo?
–Hola...–Fue lo primero que le vino a la cabeza y lo soltó a la ligera.
–Hola. ¿Me dejas pasar? ¿O hacemos el trabajo en el porche de tu casa?
–¡Ah sí! Pasa, pasa...–dijo Alfredo entusiasmado.–Vete subiendo, es la segunda habitación de la izquierda, voy a recoger todo esto.
–De acuerdo.–Contestó Vanessa.
–Espérame allí, voy a buscar materiales.
¿Sábes cómo hacer los planos de un disgregador lumínico?–Preguntó Alfredo esperando no ser respondido.
–Pues resulta que sí, mi padre era físico, me enseñó algo antes... Bueno; de que se fuese.
–Lo siento, no lo sabía.
–No importa. Bueno, voy a empezar, hasta ahora.En la habitación de Alfredo...
Vanessa estaba sentada en la cama. Estaba dibujando los planos en un cuaderno azul.
–Mi madre es una bruja, se ha pasado con esto. ¿No podría haber dicho que hagamos un volcán, o algo más sencillo? No no no no... " Haced un trabajo de física avanzada...Que implique física avanzada...Bla bla bla..."–dijo Vanessa mientras hacía los planos.
–Sabes que hablar sola es el primer indicio de locura, ¿no?–dijo Alfredo mientras pasaba por la puerta con una caja de cartón cerrada, siguió caminando y la dejó encima del escritorio; parecía muy pesada.
–Y entrar sin llamar es de mala educación.
–Pero, esta es mi habitación.
–También es verdad.
Alfredo retiró la silla con ruedas del escritorio y se sentó con la piernas cruzadas.
–¿Qué traes en esa caja?–Preguntó Vanessa intrigada sin levantar la vista del cuaderno.
–Los materiales para el disgregaador.
–Ya casi he terminado.
–Tómate tu tiempo, que yo mientras estaré ocupado mirando el móvil.
–Pues ya he terminado, te toca tu parte.
–Triste realidad... Bueno, pásame los planos.
Vanessa le entregó el cuaderno en el que estaban los planos, consistían en un anillo de metal negro de unos veinte centímetros de diámetro con una lente, con una base amarilla cuadrada en la que se sostenía el anillo de forma vertical, también había una vara metálica en frente del aro y una cámara enfocándola..
–Bueno, dame unos minutos.–dijo Alfredo sacando unos cuantos trastos de la caja.
–Bueno, pues si solo queda tu parte me voy yendo a mi casa ¿vale?
–Haz lo que te parezca, ¿te acompaño?
–Sé cuidar de mi misma.
–¿Seguro? Son casi la diez de la noche...
–No te preocupes, de verdad. Gracias.
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El límite de lo infinito
Наукова фантастика¿Qué me dirías si yo te digo a tí que cada mundo tiene su dios, digamos algo como un protector? Tras ver cómo su madre era secuestrada y su hermano corrompido por fuerzas malignas; Alfredo, Dios de la Tierra tendrá que unir fuerzas con diferentes...