Capítulo 6: Nuevo día, nuevo curso, nueva vida...

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Habían pasado dieciséis años desde los sucedido anteriormente.
  Era una habitación, la cual tenía un escritorio en forma de "L", en la pared izquierda colgaba un arco, y al lado de este una katana. En el centro estaba la cama, y en esta un muchacho tumbado boca abajo.
  –Vaya basura de sueño...–dijo el muchacho mientras bostezaba. Este tenía el pelo descuidado, oscuro. Los ojos verde celeste. Tenía una figura definida e iba vestido con un pijama blanco a rayas azules–. Nuevo día, nueva casa, nuevo barrio, nueva historia, ¡Vamos a por Dex!
  Se levantó de un salto, abrió la puerta de su cuarto, y fue corriendo hasta la habitación contigua. Se preparó, cogió impulso y de una patada la puerta de la habitación se vino abajo. Dex estaba sentado en su cama, la cual estaba a la izquierda de la habitación, y a la derecha un escritorio, estaba leyendo un libro de historia.
  –Levanta el culo de la cama, que vamos a llegar tarde a nuestro primer día.
  –¿Estás siendo irónico, no?.–Preguntó Dex, tenía los ojos negros como el pelo. También lo tenía descuidado pero un poco más corto que Alfredo.
  –Yo, en mi vida usaría la ironía de este modo... Vale; sí. Estoy siendo irónico...Pero ahora en serio, levanta el culo si no quieres que mamá se ponga a gritar.
  –Si lo dices así...–dijo mientras se levantaba y preparaba la mochila.
  Bajaron las escaleras uno detrás del otro y fueron directos a la cocina. Allí les esperaba Márgara, lo que en antaño fue una preciosa joven de ojos azules, hoy ya rondaba los cuarenta años. Las primeras arrugas ya se abrían paso entre la piel.
  –Hola mamá, qué guapa estás hoy.–dijo Alfredo con un tono sutil.
  –No te voy a adelantar la paga, hijo.–Repuso Márgara.
  –Bueno, había que intentarlo.
  –Os he dejado dinero para el almuerzo en algún sitio. Ya no me acuerdo, sinceramente.
  –Mamá, ¿por qué está el dinero del almuerzo en la nevera?–Preguntó Dex.
  –No lo sé, tengo demasiadas cosas en la cabeza.–Repuso Márgara.
  Tras unos minutos...
  –Dex, nos vamos.–dijo Alfredo abriendo la puerta al ver que se acercaba el autobús escolar. Se había puesto una chaqueta de cuero negro y unos vaqueros azules, debajo llevaba una camiseta blanca con una carita amarilla.
  El autobús era amarillo chillón, y en el lateral estaba inscrito el nombre del instituto.
  –Hola.– Saludó Alfredo al conductor, después miró la fila de asientos, los cuales estaban casi todos ocupados. –Oh no, esto es lo típico que sale en las pelis. Ahora es cuando paso y no me dejan sentarme... Pues me quedo aquí.–   dijo mientras se sentaba en el suelo.
  Dex sin embargo, se adentró en el infierno de adolescentes. Se había puesto una sudadera blanca con un pantalón negro.
  –Mira al nuevo, con un poco de suerte no llegará a pisar el insti.–dijo un adolescente con apariencia asiática mientras ponía su pie en el camino de Dex.
Este no se percató, y terminó cayendo por la inercia. Enseguida se puso en pie. Y le plantó cara al abusón con una amenaza.
  –Yo no soy de esos a los que les puedes tocar las narices e irte de rositas. Esto se quedará como un aviso, al siguiente te aseguro que no lo lograrás contar.
  –Por favor, ¿qué me puede hacer un piltrafa como tú?
  –Te aseguro que bastante más de lo que te puedas imaginar...
  –Claaaro... Bienvenido al infierno. ¡Carne fresca, chicos! –dijo el hostil individuo mientras se reía con sus amigos.
  Llegaron al instituto el cual estaba a poco más de diez minutos en bus.
  –¿Dónde está tu mochila, Alfredo?
  –Mierda, se me ha olvidado en el suelo del autobús.
  –Pues empezamos bien...¿Por qué tenías tantas ganas de venir aquí?
  –No tengo ni idea. Bueno, ¿entramos?
  –Adelante.
  Entraron en el instituto y fueron directos a la clase atravesando los largos pasillos laberínticos llenos de taquillas.
  En el momento de abrir la puerta de la clase.
  –Ahora en serio. ¿Dónde se han metido mis emociones positivas hacia este sitio?
  –¿Vas a abrir la puerta, o tendremos que esperar a que te decidas si abres o no?–dijo una voz detrás de Alfredo.
  Alfredo se dio la vuelta y al hacerlo pudo ver a la chica más bonita que había visto jamás. Tenía el pelo negro, el cual le llegaba hasta la cintura y los ojos azules; casi blancos. Iba vestida con el uniforme del colegio (Una camiseta blanca con el logo del colegio en la parte izquierda, y una falda oscura).
  –Madame...–dijo Alfredo casi babeando mientras le ofrecía el paso.
  –Gracias.–Respondió la chica.
  Dicho esto, entraron a la clase.
  –Chico, quédate de pie.–dijo la chica de ojos azules.
  –¿Y eso? ¿Por qué?–Preguntó Alfredo, con más entusiasmo de lo normal.
  –Se nota que eres nuevo.
  –Que... ojos más b..b..bonitos tienes.–dijo Alfredo tartamudeando y a duras penas.
  –Gracias, supongo. Igualmente.
  En ese momento se levantó un poco de viento, el cual iba en aumento por momentos. De repente, la puerta se abrió tan fuerte que rebotó contra la pared.
  –¡Poneros en fila de posicionamiento!–Gritó una mujer de pelo gris canoso, y con la cara llena de arrugas. Llevaba una gafas caídas, las cuales dejaban ver la mitad de sus pequeños ojos. Iba vestida con el uniforme del colegio, pero con pantalón negro en vez de falda.
  Acabada la frase todos los presentes se pusieron uno a al lado del otro creando una cadena de personas, Alfredo imitó a sus compañeros, que en total serían unos veinte.
  –Así es como os sentareis durante todo el curso que se nos viene encima. Julián con Roberto, Fernando...
  –Por favor que me toque con la chica...–Pensó Alfredo.
  –Que me toque con Alfredo...– Pensó Dex.
  –Vanessa con Alfredo.
  –Pues parece que vamos juntos.–dijo la chica de los ojos azules.
  –¡Bien!–Proclamó Alfredo.
  –¡Mierda!–Maldijo Dex.
  Alfredo y Vanessa fueron al final de la clase, esta tenía veinte pupitres divididos en dos filas de dos cada una.
  –¿Vanessa, no?–Preguntó Alfredo.
  –Me parece que sí... Sí; es el nombre que me puso mi madre.
  –Pues eligió bien.
  A Dex sin embargo le tocó con Ethan, un chico enorme y tosco pero que era de las personas mas amables de la Tierra.
  –Bien, señores...Puesto que van a cursar cuarto de la E.S.O. mediré vuestras capacidades con un trabajo de física avanzada, tenéis que crear un artilugio, lo que sea, pero que implique alguna ley física. Y que sea avanzada.
  –¿Pero qué...? ¡Si no llevamos ni cinco minutos en clase!
  –En efecto, así es mi madre...–dijo Vanessa.
  –Espera...¿QUÉÉÉ?–Gritó anonadado Alfredo.
  –Sí; todos flipan al principio.
  –¡Alfredo, dos horas de castigo!–Gritó Márgara, la profesora.
  –¿Pero...?¿Por qué?–Repuso Alfredo.
  –Tres horas de castigo.
  –Yo que tú me callaría.–Le sugirió Vanessa.
  –De acuerdo. Que sepas que tu madre es una bruja.–dijo Alfredo susurrandole a Vanessa al oído.
  –Eso no te lo niego. A mí tampoco me gusta.
  –Dime la verdad, ¿es tu madre biológica, o eres adoptada?
  –Ni la una ni la otra.
  –¿Entonces qué?
  –Es mi pequeño secreto.
  Cuando terminó la clase.
  –Vanessa, cariño, ven un segundo.–dijo la profesora, estaba sentada en la mesa del profesor con una pulsera la cual estaba manoseando.
  –Te he dicho mil veces que no me llames cariño.
  –Lo siento, ya sabes que se me olvida.
  –Bueno, ¿qué es lo que quieres?
  –Quiero, que le enseñes a Alfredo su taquilla.
  –Vale.
  –Alfredo, ven conmigo.–dijo Vanessa mientras salía de clase.
  –Si, mi capitana...
  Tras recorrer los largos pasillos se pararon y...
  –Mira Alfredo, esta es tu taquilla. La número veintidós... En la que estás intentando meter la nota de "tonto el que lo lea" es mía. Ahórratelo.
  –Lo siento.
  –Eh, tú... Aléjate de mi chica.–dijo el muchacho del autobús.
  –Vanni, yo no soy nada tuyo, menos tu chica.
  –Bueno yo le he avisado.
  En ese momento Vanni se impulsó hacia delante, apretando sus nudillos y dirigiendo su puño cerrado a la cara de Alfredo, con un grito de guerra y dispuesto a destrozar por completo su nariz. Amenazantes palabras salieron de su boca.– ¡Ahora, muere!– Pero entonces; cuando el impacto era inevitable, Dex se interpuso entre los dos e interceptó el golpe con su mano izquierda. Cabizbajo y serio, el hermano de Alfredo alzó la vista, y su mirada de furia penetró en los ojos del matón. Sus rasgos eran distintos; perturbadores. Sus ojos estaban rodeados de un aura negra, y no mostraban ninguna pizca de luz. Tenía extrañas marcas en la barbilla y garganta. Era una persona distinta...
Este cargó su puño, y golpeó a Vanni en el abdomen con una fuerza y velocidad inhumana. Tal fue esto que le desgarró la piel. Dex le dejó caer. La sangre proveniente del interior se esparció por el suelo lentamente.
  Dex insatisfecho, le recogió de nuevo y le pegó una patada propia de un gigante, que lo hizo salir disparado y chocar contra una pared, creando un ancho boquete.–Te lo advertí.–dijo Dex dándose la vuelta, dejando detrás el agujero de la pared.
  Tanto a Vanessa como a Alfredo les impactó esta escena. Y se quedaron inmóviles debido al shock. Vanessa incrédula añadió:
  –¡Ay, Dios! ¡Que alguien llame a la enfermera!
  Acto seguido se giró hacia Alfredo el cual intentaba adimilar lo ocurrido, parecía querer despertar de un sueño... O de una pesadilla. Vanessa le preguntó dudosa:
  –Alfredo;¿no era ese tu hermano?
  –Pues..., sí. –Respondió con gesto serio.
  Tras esto, Alfredo se acercó a su hermano.
  –¿Dex?–dijo Alfredo tocándole el hombro desde atrás.
Dex se giró bruscamente, se podía apreciar cómo le chorreaba un líquido negro de los ojos.
  Dex los miró y salió corriendo girando a la derecha en la primera esquina.
  –¿Cómo ha hecho eso?–Preguntó Alfredo.
  –Me tengo que ir.–dijo Vanessa mientras salía corriendo en dirección contraria de donde se había ido Dex.
  Alfredo como no sabía qué hacer se fue a buscar a su hermano corriendo.
  Tras un rato buscando lo encontró en una esquina del patio del colegio, que solo era un descampado de cemento, liso, con unas cuantas mesas y una pista de fútbol.
  –¿Dex?¿Por qué has salido corriendo?–Preguntó Alfredo.
  –Me mirabais como si fuera un monstruo... Como si fuera un bicho raro.
  –Tú sabes que yo nunca te despreciaría de ese modo; hermano.
  –Gracias, al menos sé que siempre podré contar contigo.
  –Gracias. Por cierto, ¿te acuerdas de que no sabías dónde pusiste tus zapatillas rojas? Fuí yo.
  –¿Pero qué...? ¡Eran mis favoritas! ¿Cómo pudiste?
  –Se las comió Fuffy.
  –¿Qué? ¿El perro del abuelo?
  –Eran las zapatillas o mi pierna, ¿que querías que hiciese?
  –Que te quedaras quieto y murieras como un hombre.
  –¿Para qué tener enemigos? Teniéndote a ti... Ahora en serio, ¿cómo has hecho eso?
  –No lo sé; simplemente pensé en ti. Pensé en salvarte, y de repente noté un calor abrasante en el pecho, y en un abrir y cerrar de ojos estaba delante del tio ese. Bueno; lo demás ya lo sabes.
  –Espero que lo puedas controlar en un futuro. Bueno, voy a ver qué tal está tu contrincante. Te espero a la salida del colegio.

El límite de lo infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora