Al día siguiente...
Eran las diez de la mañana, y Alfredo todavía seguía tirado en la cama bocabajo. Una chica rubia, de ojos verdes, y vestida con una chaqueta de cuero negro y una minifalda blanca estaba de pie en frente de la cama.
La chica tiró a Alfredo de la cama de una patada.
–¡Auh! –Se quejó Alfredo desde el suelo.
–¿Quién eres?¿Eres el novio de Vanessa? –Preguntó la chica sentándose en la cama.
–Más quisiera él...–Intervino Vanessa mientras ayudaba a Alfredo a levantarse.
–Entonces dime quién es ese, antes de que me lo cargue por babear la almohada.
–Es... Un amigo. –dijo Vanessa intentando desviar la pregunta.
–Tú no tienes amigos...–Declaró la chica acercándose a Alfredo, sus narices casi se tocaron.
La chica olía a menta, por el chicle que estaba mascando.
–Sí que tengo.
–Dime uno solo que no sea este chico.
–Eh...
En ese momento las manos de Alfredo empezaron a emitir una especie de brillo negro, y la presión del aire empezó a aumentar.
–¡Sal de aquí Ángela! –Le ordenó su hermana.
–Me duele la mucho cabeza. –dijo Ángela mientras caía de rodillas.
Vanessa también empezó a inclinarse con las manos en la cabeza, a causa del mismo dolor. Ella puso los brazos en cruz, se concentró y materializó el traje blanco y violeta.
–Alfredo, tienes que relajarte. –Le indicó Vanessa controlando sus manos al sujetarle los brazos por las muñecas.
–Lo intento, pero no puedo parar...
Acabada la frase, de las manos salió un rayo negro que impactó contra el techo, pasando a escasos centímetros de la cara de Vanessa.
–Piensa en cosas que te hagan feliz.
–Lo intento, pero tengo la mente en blanco.
Vanessa se acercó a Alfredo, se puso de puntillas y juntó sus labios contra los de él. Las manos de Alfredo empezaron a volver a su color natural, y Vanessa le soltó las muñecas y le sujetó la cabeza con las dos manos. Pero de repente les pegó un calambrazo, y ambos salieron disparados en direcciones contrarias. Alfredo impactó contra una estantería la cual se derrumbó en el acto. Vanessa impactó contra la puerta, pero esta no se movió lo más mínimo. Ambos quedaron tendidos en el suelo. Vanessa fue la primera en levantarse, seguida muy de cerca por Alfredo. Entre los dos ayudaron a Ángela a levantarse.
–Lo siento.–dijo Vanessa sujetando a Ángela por el brazo izquierdo.
–No pasa nada.–Respondió Alfredo sujetando a Ángela por el otro brazo– Yo también lo siento, no quería causar molestias.
–No te preocupes, no nos has causado demasiadas molestias.
–No sé quién eres... Pero molas mucho. –dijo finalmente Ángela cuando ya estaba incorporada.
–Te seré sincero, todavía me tiemblan las piernas, y tengo la piel de gallina.
–¿Tú también eres de Marte?
–Ah...No... No, yo soy como tu hermana. Pero de la Tierra.
–¿¡Eres el Dios de la Tierra!?
–Aspirante a Dios diría yo... – Intervino Vanessa apoyando el codo en el hombro de Alfredo.
–¡Oye, que seré un super Dios!
–No me cabe duda. Pero de momento sólo eres un aprendiz. Oye Alfredo, tengo que ir a cerciorarme de que tu hermano siga con vida. ¿Te quieres venir? –Preguntó Vanessa de espaldas, mientras abría la puerta de la habitación.– Voy a ponerme algo de ropa.
–¿Puedo acompañaros? –Preguntó Ángela con gran timidez.
–¿Tú?¿Quieres ir a una de mis misiones super aburridas y sin sentido? –Le respondió Vanessa sarcásticamente.
–He cambiado de opinión, ahora me parecen super interesantes y divertidas.
–Déjala venir.–Le sugirió Alfredo.
–Vale, puedes venir... –dijo finalmente Vanessa junto con un notado suspiro de desesperación.
–¡Bien! –Proclamó Ángela– Gracias, Alfredo.
Alfredo y Ángela estuvieron esperando a Vanessa durante unos minutos en las escaleras del porche delantero de la casa.
–¿Cuánto lleváis saliendo juntos? –Preguntó Ángela disimuladamente.
–¿Eh..? ¿Qué? Ah... Yo no estoy saliendo con tu hermana.–Respondió Alfredo rápidamente.
–¿Y por qué os habéis besado antes?
–Tenía que controlarme, si no os podría haber matado a las dos.
En ese momento Vanessa salió por la puerta, llevaba unos vaqueros azul marino con una camiseta amarilla de manga corta, también llevaba los pendientes con su gema.
–Vámonos –dijo nada más salir por la puerta.
Acto seguido los tres se fueron andando hacia la casa de Alfredo.
–Se está nublando.– Anunció Alfredo mientras miraba al cielo.
–Démonos prisa.–dijo Vanessa aligerando el paso.
–Vanessa...–dijo Alfredo tocándole el hombro.
–¿Qué ocurre?
–¿Puedes irte un poco para adelante, por favor, Ángela?
–No hay problema.–Le respondió Ángela avanzando más rápido.
–¿Qué ocurre?
–¿Por qué mi hermano tiene poderes, si se supone que sólo yo debería tenerlos?
–Verás; está ocurriendo lo mismo que pasó en Noxtrod.
–¿Y qué pasó en Noxtrod?
–Que el Guerrero Celestial, Pettian, tuvo un hermano llamado Kren. También obtuvo poderes, al igual que tu hermano, pero no supo mantenerlo bajo control. Se sobrecargó, y creó una supernova que destruyó todo su sistema planetario. Raika perdió su brazo por culpa de ese altercado. Por eso no dejará vivir a ningún niño que despierte poderes y que no entre en sus planes.
–¿Por qué nos ayudas?
–Quiero ver a Raika caer.
Las primeras gotas de lluvia empezaron a caer. Vanessa intentaba contener el frío a raya para no tiritar, pero las gotas que le recorrían la espalda no favorecen su propósito. Alfredo se quitó su chaqueta de cuero y se la ofreció a Vanessa.
–Gracias.–Le dijo Vanessa poniéndose la chaqueta.
–Ya hemos llegado.– Anunció Alfredo abriendo la puerta de su casa.
–Alfredo, tú busca en el piso de arriba. Ángela, tú busca en la planta baja. Yo buscaré en el sótano.
–De acuerdo.–Dijeron Alfredo y Ángela al unísono.
Ángela empezó a buscar por la planta baja, entró en el salón. La televisión estaba encendida pero no se sintoniza ningún ningún canal en la pantalla. Entró en la cocina, pero también estaba vacía. Abrió la puerta que daba al jardín, sólo había charcos en la hierba. Pasó al comedor, había un plato con restos de comida sobre la larga mesa.
Alfredo subió las escaleras y se dirigió directamente a la habitación de Dex, abrió la puerta, todo estaba en orden. La cama estaba sin hacer, y había algunas prendas por el suelo. Salió de la habitación y siguió andando por el ancho pasillo hasta llegar a su habitación. La puerta estaba abierta al igual que la ventana, abrió el armario en el que había encontrado la espada anteriormente. Estaba vacío, ni siquiera la ropa. Como no encontró nada, salió de su cuarto cerrando la puerta tras de sí, giró una esquina, y abrió la puerta de la habitación de sus padres; estaba vacía. Sobre la cama de matrimonio había una especie de aparato metálico brillante. Miró hacia el techo, había un boquete; el aparato debía de haber entrado por ahí. Alfredo lo cogió con la mano y lo observó detenidamente, no parecía tener mayor importancia y lo volvió a dejar sobre la cama. Abrió el vestidor, toda la ropa también había desaparecido. Salió nuevamente al pasillo y se dirigió al baño, abrió la puerta, corrió las cortinas... De repente, se escucharon gritos provenientes del sótano. Alfredo salió corriendo lo más rápido que pudo, bajó las escaleras de tres en tres. Se encontró con Ángela que también corría hacia el sótano. Alfredo intentó abrir la puerta del sótano, pero estaba cerrada desde dentro. Intentaron abrirla a patadas pero no se movía. Entonces Alfredo se acordó de la entrada del sótano que daba al jardín. También estaba cerrada, pero las bisagras cedieron a la primera patada, y esta salió disparada, cayendo estrepitosamente por las escaleras. Bajaron corriendo, saltando por encima de la puerta que se había quedado encajada entre las paredes al final de las escaleras. Al llegar abajo Vanessa estaba tirada en el suelo, inmóvil. Dex estaba de pie, les estaba dando la espalda, Fuera de aquí!.–dijo Alfredo blandiendo su espada con la mano derecha.
Ángela cogió a su hermana y la subió en sus hombros.
—Hermano, ¿me reconoces?–Trató de razonar Alfredo.– Soy yo, Alfre...
Dex se dió rápidamente la vuelta y arremetió contra su hermano intentado hundir la daga en su pecho. Alfredo paró el ataque hábilmente, pero la velocidad de su adversario era demasiada, no parecía humano. En un intento, giró sobre sus caderas y derribó a Dex. Este no duró ni un instante en el suelo, pues se levantó con una voltereta, propinando una patada en la mano, que desarmó al joven dios en el acto. Dex le lanzó un revés que le desgarró la camiseta, aprovechó el momento, y le derribó con un fuerte empellón. Al caer, Alfredo recuperó su espada a tiempo para detener una puñalada directa al corazón. Y le dió una patada en las costillas que le hizo aflojar. Alfredo no desperdició esa oportunidad, y con un giro le hizo un corte muy profundo en el antebrazo. Se le abrió una herida, y el fuego empezó a envolverle. Se le estaba desintegrando el brazo. Dex cayó al suelo agonizando de dolor, poco después dejó de moverse.
Alfredo le cogió en brazos y subió las escaleras con dificultad. Ángela estaba en el porche de la casa intentando contener la sangre.
–Coge a tu hermana.–Le indicó Alfredo.
–Voy.–Respondió Ángela cogiendo a su hermana.
–Tengo una idea.–dijo Alfredo dejando a Dex en el suelo.
–Haz lo que tengas que hacer, pero hazlo rápido.–Le pidió Ángela intentando resistir el peso de Vanessa.
–Vanessa dijo que yo tenía los poderes de la antimateria, o sea que podía controlar la antimateria. Bien, pues aquí va mi hipótesis... Si concentró la antimateria en un espacio reducido, tal vez, y sólo tal vez, podré dilatar el espacio, acercando el destino.
–¿Qué? Bueno, no lo he entendido, pero hazlo.
–Voy a crear un portal.
Alfredo extendió los brazos, se concentró. Sus manos se empezaron a poner negro mate, puso una mueca de esfuerzo. De repente, de sus yemas salieron unos rayos, y frente a ellos apareció un portal circular negro.
–Vamos.–dijo Alfredo cogiendo a su hermano con un brazo.
–Démonos prisa.
Alfredo atravesó el portal, seguido de Ángela. Aparecieron en la planta ciento siete, Remiux estaba junto a la consola de control.
–¡Remiux! –Gritó Ángela dejando a Vanessa en el suelo.– Se le está desintegrando la piel.
–Y Dex se está quedando sin brazo.
–Venid conmigo. ¡Corred! No les queda mucho tiempo.
Se metieron en el ascensor, Remiux sostenía a Vanessa y Dex, uno con cada brazo. Subieron un par de plantas.
–Estamos en el ala médica.–dijo Remiux mientras colocaba a Vanessa y a Dex en una especie de cápsulas transparentes. La sala era muy luminosa y sólo estaban las dos cápsulas en el medio de la misma.
–¿Se pondrán bien? –Preguntó Ángela preocupada.
–Vanessa estará bien en un par de horas. Pero el diagnóstico de Dex es muy grave, en las próximas horas sabremos si vive o muere.
–¿Podrá salvar el brazo? –Preguntó Alfredo. Él se sentía culpable, y si mataba a su hermano no podría perdonárselo en la vida.– Es que le he cortado con la espada.
–No lo sé, esta cápsula médica no está diseñada para lidiar con los cortes de la espada del infinito. Ya veremos si no pierde el brazo. Dejémosles descansar, me quedaré vigilando, por si se despiertan con mal humor.–dijo Remiux mirando la cápsula de Dex.
–Gracias.–dijo Ángela saliendo por la puerta con la compañía de Alfredo.
Ángela y Alfredo subieron a la casa y se quedaron en el salón esperando a que se recuperen. En ese momento, entró Márgara en el salón.
–Mamá.–Saludó Ángela, levantándose del sillón.
–¿Qué ocurre? ¿Por qué esa cara de angustia? –Preguntó Márgara preocupada.
–Es Vanessa, está malherida. Se encuentra en el ala médica, descansando en una cápsula de sanación. Al igual que el hermano de Alfredo.
–¿Cómo? –dijo Márgara corriendo a la estantería. Cogió un libro, puso la mano en su lomo.
–ADN autentificado. –dijo una voz robótica proveniente de la estantería.
La estantería se abrió, y los tres se metieron en el ascensor. Llegaron al ala médica, Márgara se acercó a la cápsula de Vanessa, y después a la de Dex.
–¿Quién os ha atacado? Las marcas de Vanessa son de Kuarlum.
–Mi hermano –Respondió Alfredo acercándose a las cápsulas.
–¿Quién? ¿Dex?
–Se debió de volver loco o algo.–Intervino Ángela
–¿Y quién le cortó el brazo?
–Eso me temo que es culpa mía... Estábamos en el sótano de mi casa, y él estaba empuñando una daga de Kuarlum, y cuando intentó atacarme le hice un pequeño corte con la espada. Y desde entonces se le ha estado desintegrando el brazo.
En ese momento, la cápsula de Vanessa se abrió, y ella se incorporó. Remiux se acercó y los tres fueron corriendo a la cápsula. Ángela abrazó a su hermana como si la vida le fuera en ello.
–¡Auh! –Se quejó Vanessa mientras se tocaba el abdomen.–¿Qué ha pasado?
–Dex te apuñaló.–Respondió Alfredo abrazándola.
–Sí, de eso me acuerdo. Pero, ¿qué pasó después?–Preguntó Vanessa devolviéndole el abrazo.
–Que tu caballero de brillante armadura corrió a tu auxilio.–Respondió Ángela con tono irónico.
–¿Y Dex?–Preguntó Vanessa levantándose.
–Vanessa, estás muy débil, todavía no deberías levantarte...–dijo Márgara sujetándola con precaución.
–No te preocupes.–Le aseguró Vanessa.
–Dexter está ahí.–Le respondió Remiux señalando la cápsula de Dex.
Vanessa se acercó a la cápsula, tocó el cristal, y de repente esta se abrió y Dex se incorporó de golpe. Cogió a Vanessa por el cuello, con el brazo que le quedaba. La mano se le estaba poniendo de un color negro.
–¡Detenedle! –Gritó Márgara
Alfredo le apartó la mano de la garganta de Vanessa, y lo apretó con fuerza contra la cápsula. Remiux lo sujetó de los hombros y lo empujó hacia abajo, y Márgara le inyectó un líquido que hizo efecto en unos pocos segundos, pues Dex se estaba quedando nuevamente dormido.
–¿Qué le pasa?–Preguntó Ángela intrigada.
–Según el diagnóstico de la cápsula, está sometido a algún control mental, o tiene un parásito en el sistema nervioso.–Le respondió Remiux volviendo a cerrar el cristal de la cápsula.
–¿Y cómo se puede solucionar? –preguntó Alfredo.
–No se puede...–Respondió Vanessa.
–¿Cómo que no se puede?–Preguntó nuevamente Alfredo.
–Tenemos que averiguar quién le controla, y forzarle a que le suelte.
–Me pondré a ello.–dijo Remiux, dirigiéndose a la consola de control del piso ciento siete.
–¡Madre mía! –Suspiró Alfredo.
–¿Te ocurre algo? –Le preguntó Vanessa que estaba sentada en la cápsula.
Alfredo se sentó junto a ella, y le puso la mano en la pierna.
–Está pasando todo demasiado rápido. Ayer solo era un chico más del montón...Y ahora sé que puedo hacer cosas que ni siquiera sabía que existían.
–Tú nunca has sido un chico del montón, Alfredo. El mundo cambia; y tenemos que adaptarnos para poder seguir adelante.
–Gracias. Por cierto,¿qué tal te encuentras?
–Bueno, ahora no podré lucir tripa en la playa.–dijo Vanessa levantándose levemente la camiseta, lo justo para dejar ver una cicatriz que le cruzaba en diagonal el abdomen.
–Lo siento, debí llegar antes.
–Tenemos que afrontar que algunas veces nos pueden herir.
–¿Si yo tengo la antimateria como poder principal, tú que tienes?
–La luz, controlo las partículas de luz.
–¿Y Drivol?
–Controla la presión.
–¿Y eso es algo bueno o malo?
–Si consideras que morir aplastado hasta el límite de tus células es bueno, pues sí.
–Pues parece bastante malo. Oye, ¿mañana irás a clase?
–Mañana estaré vivita y coleando, no te preocupes.
–Bueno, te dejo descansar.–dijo Alfredo mientras se iba del ala médica.
–¡Alfredo! –Le llamó Vanessa.– Lo siento, por el beso.
–No te preocupes, a mí me gustó.–Le respondió Alfredo cogiéndole la mano.
–Tenía que controlarte, y eso era mi último recurso.
–En serio, no pasa nada. Tú descansa.
–Gracias otra vez, yo también te lo digo en serio.– Le agradeció Vanessa mientras le daba un beso en la mejilla.
–Ahora no tenías que controlarme.
–Pero yo sí que tenía que controlarme...
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El límite de lo infinito
Ficção Científica¿Qué me dirías si yo te digo a tí que cada mundo tiene su dios, digamos algo como un protector? Tras ver cómo su madre era secuestrada y su hermano corrompido por fuerzas malignas; Alfredo, Dios de la Tierra tendrá que unir fuerzas con diferentes...