Prefacio

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"No le teme a nada, no le importa caminar sola entre la tormenta, sabe que si sonríe, no hay sol que se le resista."

-David Sant.

Asentí en forma mecánica sin molestarme en prestarle atención en lo absoluto y le subí el volumen a la canción que salía de mis auriculares. Giré el rostro y suspiré al ver que el auto se detenía en una casa blanca de dos pisos.

-Llegamos.

Me saqué los auriculares y me bajé del auto haciendo una mueca de disgusto.

-¿Esta es tú casa? -señalé con mi uña la casa y él asintió rodando los ojos.

-A partir de ahora será de ambos Astrid -dijo serio y asentí frustrada.

Caminé hacia la casa haciendo repiquetear mis tacones contra el pavimento mientras veía de reojo como mi padre cargaba mis maletas. Me paré a un lado de la puerta de brazos cruzados esperando a que me abriera la estúpida puerta.

Cuando llegó a mi lado dejó mis maletas en el suelo y abrió la puerta haciendo un ademán con la cabeza para que entre.

-Después de ti -dijo y gruñí.

Mi humor había caído por los suelos hace un mes atrás. No quería ver a nadie y no quería hablar con nadie. Nisiquiera con mis mejores amigas. Para mi todos estaban muertos.

Menos mi padre.

Entré y mis tacones hicieron eco en el piso de madera. Observé todo con curiosidad y a simple vista se veía simplona para mi gusto. Un sofá beige con almohadones peludos de color gris claro, una mesa de vidrio enfrente donde tenía algún que otro adorno, una televisión pantalla plana pegada a la pared. Las paredes estaban pintadas de color blanco y había algún que otro cuadro.

-¿Qué te parece? -preguntó parandose a mi lado y me encogí de hombros.

-Bien -murmuré y observé de reojo que ya había bajado mis cinco maletas.

-Ven, te enseño tú habitación -dijo y comenzó a subir las escaleras.

Lo seguí y una vez arriba caminamos por un pasillo blanco decorado con algún que otro cuadro de paisajes. Se detuvo en una puerta blanca y la abrió, se hizo a un lado y me adentré al cuarto.

Las paredes eran blancas. Había una gran cama con enrededón rosa claro pegada a un rincón del cuarto, a su lado izquierdo había un closet también de color blanco. Asentí para mi misma.

-¿Y el baño? -pregunté y caminó hacia una puerta que no había notado.

-Suponía que querías privacidad y lo mandé hacer hace un par de días cuando me entere que vendrías -dijo sonriendo y la abrió-Adelante, fíjate.

Me acerqué y sonreí al ver que había una ducha, que en vez de aburridas cortinas de baño tenía una pared de cristal que se deslizaba hacia un lado. Las paredes eran de color gris oscuro y el interior de la ducha eran pequeñas piedras de color negro.

-Me gusta -dije y volteé a verlo. Mi padre sonreía orgulloso del trabajo.

Dejamos el baño y me senté en el borde de la cama suspirando.

-Traeré tus maletas y luego me tendré que ir a la comisaría, de camino iré al instituto para pasar a buscar tú horario y la lista de lo que necesites -dijo y me tensé al escuchar lo del nuevo instituto.

-Bien -murmuré y dejó mi habitación.

Me tiré a la cama y cerré los ojos unos momentos recordandome a mi misma que esto era por mi bien. Que yo había elegido venir acá.

Astrid [Terminada✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora