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Estaba de espaldas al ventanal de su oficina con las manos en los bolsillos mientras observaba a su esposa. Verónica Black. Su cabello rubio se movía al ritmo de sus movimientos al hablar. En esos momentos atendía una llamada importante y él esperaba paciente para darle su beso de bienvenida. Acababa de llegar de firmar un tratado de paz con unos hombres lobos.
Aún no podía creer que existiera ese tipo de seres, aunque claro, si existían los vampiros ¿por qué no los lobos? Ella la reina de ellos. Una hermosa híbrida mitad humana; pero tenía una fuerza y una agilidad impresionantes.
La vio girar y posar sus ojos color caoba en él, recorriéndolo con la mirada y haciéndolo sonreír de medio lado. Se acercó a ella y la besó. La tomó por la cintura acercándola más a él.
– Debo atender un asunto en las fronteras de Moon Red –le dijo cuándo se separaron.
– Pero si acabas de llegar –protestó–. ¿Acaso no puede encargarse Anwar o Said?
– No. Es un asunto por invasión de terreno y quieren negociar.
– Te acompaño.
– No. No permitiré que te dañen. Eres…
– Importante para ti y para los demás. Cuando me encontraste lo sentiste de inmediato y sientes que debes protegerme –la interrumpió–. Ya lo sé. Me lo has dicho desde que nos casamos.
– Así es. Por eso tienes que quedarte.
– Bien –dijo no muy convencido–. Pero si necesitas ayuda… no dudes en avisar, ¿está bien?
– Está bien. Te amo.
– También te amo. Regresa sana y salva.
– Lo haré.
La besó y la abrazó con fuerza. Luego la vio salir contoneando sus caderas con la elegancia que la caracterizaba.
Seis horas después ella aún no regresaba. Se empezó a desesperar. Llamó por el teléfono al tercero de Verónica. –Jael. Necesito que vengas a mi oficina ya.
– Sí, señor –contestó una voz femenina un poco asustada.

– ¿Me necesitaba, señor?
Él se giró del ventanal con los brazos cruzados sobre el pecho y vio a una pelirroja de ojos azul cielo asomada en la puerta. –Sí Jael. Necesito de tu enlace y localices a Verónica. Hace tiempo se fue y me preocupa que no se haya comunicado conmigo.
– Entiendo, señor, enseguida me pongo en eso.
Unos minutos después, Jael abrió los ojos como plato.
– ¿Qué sucede…? –no pudo terminar.
Un fuerte dolor de cabeza lo invadió. –Vlad te necesito –escuchó en su cabeza y luego el dolor desapareció.
– Reúne a los ejecutores. Nos encontramos en las fronteras de Moon Red.
– Sí señor.

Al llegar a la frontera vieron una batalla y se les unieron Verónica estaba cansada al igual que Said y Anwar. Ellos pelearon con todo. Había lobos. Y no eran los lobos de la manada Moon Red. Eran rogues y vampiros exiliados. Les habían tendido una trampa. Vio una flecha dirigida a él; pero una sombra se interpuso y el cuerpo de ella cayó sobre él. – ¡Verónica! –gritó. Buscó al responsable y lo miró con mucha ira reflejada. De pronto el exiliado se incineró. Frunció el ceño al ver lo sucedido y más aún cuando los demás se retiraron.
Miró a su esposa que yacía en sus brazos y le acariciaba la mejilla.
– No los abandones. Son tuyos ahora.
– Amor, no me puedes dejar.
Ella le sonrió y se mordió el labio provocando sangre. –Bésame que me voy.
Él la besó y sintió el sabor metálico de su sangre. –Te amo –dijo contra sus labios.
– También te amo.
Luego no sintió más el movimiento de sus labios contra los suyos y levantó la cabeza. De sus ojos salieron lágrimas. No podía creerlo. Lo había dejado. Su esposa se había ido…

– La echas mucho de menos, ¿cierto?
La voz de su segundo lo sacó de sus recuerdos haciéndolo apartar la mirada de la foto que tenía en el escritorio de su oficina. Sintió algo húmedo correr por sus mejillas y se sorprendió. No sabía que había llorado mientras recordaba a Verónica.
Habían pasado ya tres años de su muerte y de que él subiera al trono de los vampiros. Miró al hombre de piel pálida, cabello rojo, ojos verdes y carácter apaciguador y sonrió mientras retiraba la lágrima rebelde que había resbalado por su mejilla segundos antes. –Sí, la extraño mucho.
Said se sentó en un sillón enfrente de su escritorio. –A todos nos hace falta. Era una gran mujer –hizo una pausa–. Ella… te amó a pesar de no ser su alma gemela.
– Sí, yo también la amé.
– Lo sé amigo. Pero es hora de hablar de otros asuntos más importantes.
Él lo miró fijamente. – ¿Qué sucede?
– Los lobos de Moon Light han colocado una valla de advertencia en el terreno neutro que esta entre nuestras fronteras.
– ¿A quién has enviado a averiguar?
– Ese es el problema. No tenemos a quien enviar.
– Bien, entonces yo me haré cargo.
– Te cuidado. Dicen que quien colocó esa valla fue la Luna Alfa de esa manada.
– Tranquilo. Bastean irá conmigo. Además tres años de entrenamiento con ustedes y mis propias habilidades más desarrolladas han de servir de algo.
– No te creas invencible amigo –le dijo Said antes de levantarse y dirigirse a la puerta.
– Sabes que no me creo invencible, Said –este giró antes de tocar el picaporte de la puerta–. Lo soy –dijo Vladimir con un aire de suficiencia e imponencia.
Said negó con la cabeza y sonrió. –Ese pensamiento, amigo mío, será tu perdición.
– Veremos al final quien tiene la razón.

Salió de las oficinas y se montó en su Aston Martín negro seguido por Bastean en su Pulsar roja. –Bien, Bastean, sígueme a la frontera con Moon Light –dijo Vladimir por el enlace vampiro.

Mi Pequeña Mate AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora