IX

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Marcus, Said y los dos Alfas hospedados en su mansión abrieron las puertas de par en par y entraron en la habitación de Vladimir.
Said se puso a su lado usando su velocidad. – ¿Mi rey? –dijo colocándole una mano en su hombro.
Él lo miro y giró a ver a su Beta. Observó que los otros Alfas estaban viéndolo desconcertados. –Tengo que ir por ella –fue lo único que dijo y se lanzó por el balcón. Todos corrieron al borde de este y vieron cómo un lobo gris se perdía entre el bosque. –Encárguense de todo. Volveré pronto con ella –les dijo a Marcus y Said a través del enlace. Y se sorprendió de usar ambos enlaces al tiempo.

Llegó al Lago del Cerezo y contuvo la respiración cuando la vio tirada en las raíces del cerezo. Tenía medio cuerpo desnudo e dentro del lago. Se lanzó a las frías aguas del lago y nadó hacia ella. Le lamió el rostro y ella soltó un quejido.
Volvió a su forma humana. Con una mano y con delicadeza la tomó por la cintura poniéndola de frente a él. Pegó su cuerpo delicado contra el de él notando cómo la punta de sus senos rozaba con el fuerte pecho de él. Con la otra mano agarró su cabeza evitando que cayera hacia atrás.
Le dio un suave beso en los labios. –Despierta –susurró-. Despierta por favor –le dio otro beso–. No puedes abandonarme. Te necesitamos. Yo… te necesito.
Ella abrió un poco los ojos, lo miró e intentó sonreír. – ¿Por qué…? Yo sólo… quiero… morir –dijo con mucho esfuerzo y tan bajo que él tuvo que acercar su oreja a sus labios y notó cómo sus senos se pegaban más a su pecho.
– No permitiré que mueras, ¿me oyes? –dijo y una lágrima corrió por su mejilla.
Ella volvió a verlo. Sus ojos grises se estaban oscureciendo. Su piel estaba sin color. – ¿Por… qué…? –dijo en susurro.
– Porque tienes que regresar conmigo –se oía cada vez más desesperado.
– ¿Por… qué…?
– Porque tu lugar está conmigo.
– ¿Por… qué…? –dijo casi sin aliento.
– Porque… porque… te amo –dijo con dos voces, la de él y la Blake, combinadas–. Te amo Aysel y si mueres yo muero –ella sonrió y él también, entonces, la besó.
Una luz brillante proveniente de la Luna la abrazó elevándola y arrancándola de sus brazos. Vio su cuerpo desnudo, elevado por encima de su cabeza, recuperar su color canela y su cabellos tomaron nuevamente su color negro brillante.
Ella regresó a sus brazos lentamente y él la sostenía con miedo a que se cayera. La tenía abrazada. Sentía su respiración serena.

Después de recuperarse, ella se alejó un poco y él pudo ver esos ojos grises con motas azul hielo que tanto amaba y que le recordaba a la niña que había salvado nueve años antes.
–Ya sabes que tienes que hacer –dijo ella haciéndose el cabello a un lado dejando al descubierto su cuello.
Él la miró anonadado. –Pero serán dos marcas y no sé si puedas soportarlo.
– ¿Acaso no confías en mí? –dijo seductoramente.
Él sonrió respondiendo a su seducción. – ¿No debería ser yo quien te hiciera esa pregunta?
Ella sonrió y entonces él sacó los colmillos de vampiro y la mordió donde se une el cuello con el hombro probando de su sangre y en su espalda apareció una marca en forma de atrapasueños. Luego sacó los colmillos de lobo y la mordió encima de la clavícula e inmediatamente de la marca del atrapasueños emergió, del centro, la figura de la cabeza de un lobo aullando y luego la dejó para lamerse los labios retirando así, la sangre que quedaba en ellos.
Ella se acercó más a él pegando su cuerpo con el suyo. Lo miró fijamente a los ojos y le sonrió. –Ahora tienes que despertar tú –dijo y lo besó.
Sorprendido la agarró por la cintura y la pegó a su sexo que respondía de una forma frenética a ella. La acarició por todo el cuerpo. Ella gemía mientras hacía lo mismo con él, entregándose, por primera vez desde que lo encontrara, al torrente de sensaciones que él le hacía sentir. Hicieron el amor de una manera tierna y a la vez posesiva porque ella era suya, siempre lo había sido y siempre lo sería. Y dejaría claro que mataría a quien siquiera tuviera la osadía de mirarla con deseo.
Al llegar a la cumbre de su éxtasis junto al de ella, el enorme cerezo resplandeció entrando en él una luz cegadora que llegó con recuerdos de su nacimiento y dejando el cerezo sin su brillo característico. Parecía … normal.
Había nacido dentro de ese lago y vivido los primeros años de su vida antes de que su madre muriera y le dijera que debía ser fuerte porque él era la esperanza del mundo.
Cuando abrió los ojos se encontró con unos grises de motas azul hielo que lo miraban con dulzura y amor. Le sonrió y la abrazó con fuerza. –No sabes cuánto he esperado a que regresaras.
– Y yo a encontrarnos –dijo colocando una mano en su mejilla. Él ladeó la cabeza apoyándola en su palma y besando el interior de su muñeca.

El ruido de su camioneta lo hizo girarse para cubrir la desnudez de Aysel con su cuerpo. –Hasta que se dignaron a venir. ¿Qué los detuvo tanto?
Marcus y Said se miraron y se rascaron la nuca al mismo tiempo, parecían un espejo de reflejos desiguales.
– Verás –empezó a decir Said–. Ian pronto cumplirá los trescientos años y su pareja se hará presente.
– Ajá –dijo cruzando los brazos–. ¿Y eso que tiene que ver con que se hayan demorado?
– Lo molestábamos –esta vez quien habló fue Marcus tratando de ayudar a su amigo. Se habían hecho casi hermanos en tan poco tiempo. Los unía la preocupación por su líder y la amistad que compartían con él–. Porque como sabrás la pareja que nos otorga la luna no diferencia entre hombres y mujeres.
– Sí para ejemplo ahí está el Alfa Jack, su mate es un chico dulce pero guerrero –completó Said.
– El pobre está preocupado –dijeron al tiempo estallando en risas.
Él los miró duramente y a la vez intentando controlar la risa que luchaba por salir.
– Por reírse así de él serán castigados con su pareja y espero que sea del mismo sexo que sea la de Ian –dijo Aysel asomándose por el costado de Vladimir–. Así que más les vale disculparse con él y rezar para que sea una chica la pareja de él.
– ¡Aysel! –dijo él rodándose para cubrirla–. ¡Y ustedes qué miran! –Vio cómo Said se sonrojaba y desviaba la mirada. Frunció el ceño y gruñó–. Y tú –dijo señalando a Said–. Espero que si tu pareja es hombre seas tú el pasivo.
Said abrió mucho los ojos. –Pero… mi rey…. –No pudo terminar de hablar. Las carcajadas de Marcus lo sacaron de sus casillas y lo miró fulminándolo con la mirada provocando el silencio inmediato de este.
– ¡Oh! ¿El imperturbable ha sido perturbado? –dijo Vladimir y sintió la mano de Aysel en su hombro.
– Si no los haces traer la camioneta hasta acá para poder salir del lago te juro que saldré sin importarme que me vean. Me estoy volviendo una uva pasa, cariño –eso último lo dijo con sarcasmo. Ella nunca fue dada a los apelativos cursis.
Él se tensó. –Bien. Ya la oyeron. Traigan la camioneta y no miren sino quieren que los castre.

Mi Pequeña Mate AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora