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Al llegar a la mansión, encontraron a un joven pálido, con cabellos color chocolate y ojos ámbar paseando de un lado a otro. Preocupado. –Ian. ¿Piensas hacer una zanja yendo de aquí para allá de esa manera? –preguntó Vladimir.
El joven se detuvo y los miró. Sus ojos se iluminaron al ver a Aysel. Vladimir gruñó. –Mi reina –dijo con emoción y tomándola de las manos–. Que alegría que esté con nosotros.
– Gracias –contestó apretando sus manos–. ¿Qué te sucede?
Ian la miró con sorpresa y pena. –Es que dentro de dos días cumplo los trescientos años.
– ¿Y? –ella preguntó como si nada.
– Pues… verá. Nosotros los vampiros adquirimos nuestra pareja a partir de los trescientos años. Y… temo que sea un chico.
– No tienes que preocuparte por eso –dijo Vladimir deshaciendo el lazo de sus mano–. Igual. El amor viene acompañado con tu pareja.
– Pero… –empezó a decir paseando nuevamente de un lado a otro–. ¿Y soy el pasivo?
Vladimir abrió los ojos conteniendo una risa que quería salir pero ahogó enseguida debido a un codazo que le dio Aysel. – ¿Eso es lo que te preocupa?
– ¿Es que no lo entiende? –Suspiró frustrado y hundió los hombros–. Me volvería el débil.
En ese momento unas carcajadas llamaron su atención y vio en la entrada a Esteban con Bastean, el Alfa Jack acompañado de su mate, Isaac, y al Alfa Scott que lo miraba con un extraño brillo en la mirada. Sabía que odiaba a los vampiros porque fueron los que mataron a MaFe, su mate; pero también sabía que ellos no habían sido. Entonces, ¿por qué el brillo en su mirada?
– Tranquilo chico. No por ser el pasivo te va a convertir en un débil –dijo Scott pasando un brazo por sus hombros–. Si no mira a Isaac. Él es el pasivo y como puedes ver no es ningún débil –dijo señalando a la pareja que estaba aún en el umbral de la puerta.
Ian los observó y notó cómo el Alfa Jack lo tomaba de la mano y subía con él al segundo piso. Sonrió. –Tiene razón Alfa Scott –luego bajó la mirada–. Y… lamento lo de su Luna.
Scott se tensó y retiró el brazo lentamente. –No te preocupes. No fue culpa de ustedes.
Se separó de él y subió a su habitación con un dolor en los ojos que Ian alcanzó a ver y se sintió mal por ello.

Esos dos días pasaron rápido. Hacían cambio de guardia cada ocho horas. Los habitantes de la manada trataban de vivir su vida lo más normal posible. Hicieron reformas en la mansión para albergar a un sin número de personas en momentos de guerra. Construyeron un albergue subterráneo donde ingresarían a las mujeres y los niños de todas las manadas que estaban viviendo con ellos. Era de noche y los chicos celebraban el cumpleaños de Ian en el jardín mientras que los Alfas estaban con Vladimir en la biblioteca discutiendo sobre las medidas de seguridad y establecer cómo iban a defender, pues pensaban esperar el ataque ya que si iban a enfrentarlos quizá les tendieran una emboscada.
Les harían creer que estaban confiados bajo la protección que ofrecía Moon Light.
Habían trabajado en eso los dos días seguidos y realmente necesitaba un descanso. Deseaba estar con Aysel.
Vladimir. Te necesito –escuchó la voz de su luna un poco urgente.
– ¿Pequeña? ¿Dónde estás?
– En nuestra habitación –él sonrió con picardía.
Estoy en tres minutos.
Se levantó del escritorio y miró a los demás. –Lamento tener que dejarlos; pero… mi Luna me necesita –dicho eso salió con la velocidad del vampiro.

Abrió la puerta y frunció el ceño. La habitación estaba vacía. Sentía su olor pero no la veía. – ¿Pequeña?
Avanzó al interior de la habitación. Escuchó la puerta cerrase detrás de él y sintió erizarse los vellos de la nuca. Se giró y cerró los ojos esperando el golpe. Era embestido por un pequeño cuerpo canela que lo tiró de espaldas a la cama. Sucedió tan rápido que cuando abrió los ojos estaba con las manos en las caderas del pequeño cuerpo que lo había embestido.
Ella estaba a horcajadas sobre él y apoyando las manos en la cama a cada lado de su cabeza. –Ya era hora de que llegaras. Te tardaste mucho.
Él sonrió. – ¿Me extrañaste?
– Cada segundo.
La besó y le sacó la blusa que llevaba por la cabeza. –Te deseo y no aguanto más…

Una explosión en las fronteras los obligó a parar. – ¿Qué sucede? –preguntó Vladimir por los dos enlaces al tiempo.
– Llegó la hora. Han venido a atacarnos –contestaron ambos, Marcus y Said, al tiempo a través de su enlace.
Miró a Aysel y le dio un beso duro y lleno de frustración. –Lo siento pero debemos dejarlo para más tarde.
Ella asintió y se levantó de encima de él. Se colocó nuevamente la blusa y se abrochó los vaqueros. Él se abotonó la camisa y también los vaqueros. Se dirigieron a la puerta y antes de salir Aysel se volvió. –Cuando esto acabe no te vas a librar –se empinó y le dio un beso. Luego salieron a reunirse con los demás que ya estaban en posición.

Ian corría hacia la entrada donde se tropezó con Jack. –Lo siento Alfa Jack.
Jack lo había agarrado de los hombros para que no cayera. –No te preocupes. Ahora hay que ir con los demás –dijo haciéndolo a un lado y agarrando de la mano a Isaac para correr con los demás.
Ian se quedó viendo a la pareja que bajaba y escuchó cuando Jack le dijo a Isaac:
– Ayuda a resguardar a los niños y no te expongas demasiado –y para sorpresa de Ian este asintió con tristeza en los ojos y antes de que Isaac se girara Jack lo había agarrado por la muñeca y le había plantado un beso. Luego se separó y pegó su frente con la de él. –Sé que si necesito ayuda tú estarás ahí; pero ahora te quiero a salvo.
En esta ocasión, Isaac asintió con determinación. Él sonrió. Se giró entrar a la mansión y abrir el refugio interior para albergar a las mujeres y niños de la manada cuando se estrelló con el fuerte pecho negro de Scott. Abrió los ojos como luna llena y contuvo la respiración.
–Alfa Scott –dijo en un susurro. Sus ojos miel lo miraban de un modo que lo tenían paralizado. Lo vio subir su mano hacia su mentón y lo acarició. Su corazón se saltó un latido. Luego lo vio acercarse a su cuello y olerlo con un suspiro. Se alejó de él conteniendo los temblores de su cuerpo. –Iba a abrir las compuertas del refugio.
Scott lo miró y se acercó mucho su rostro. –Eso espero –le acarició los labios con los suyos notando el estremecimiento del chico–. Sé que eres muy fuerte; pero te quiero a salvo. No te perderé a ti también. Prometeme que no te expondrás demasiado.
Él no pudo más que asentir. Luego sintió la boca de él apoderándose de la suya y después un vacío. Scott ya iba corriendo a reunirse con los demás.

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⏰ Última actualización: Jun 02, 2019 ⏰

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