I: El naranja opaco.

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Hinata siempre fue asociado con colores vibrantes, la luz del sol, sentimientos reconfortantes. Hinata era la definición de la energía y del día mismo con sus risas encantadoras y sinceras, su emoción y determinación.
Y, aunque ese Hinata siga en existencia, los colores opacos son su emblema.
Los colores opacos no brillan ni destacan, y eso le gustaba. Aunque no se equivoquen, Hinata Shōyō seguía brillando como siempre lo hizo.
Seguía atrayendo personas con su linda actitud, seguía riendo alegre y usando su bicicleta para irse a casa.
Pero si cualquiera de las personas que conformaron su pasado vieran al Hinata Shōyō de ahora, notarían algo distinto. Algo sutil y suave. Un detalle que no debería tomar la forma de un elefante cuando Hinata estaba solo.
La melancolía pasajera en esos ojos cafés era lo más común, esa mueca de desolación y tristeza ante la mención del volleyball. El esfuerzo tan grande por el club de volleyball; el cual no era tomado muy en serio por sus demás integrantes, pero Hinata mostraba una pasión inexplicable por ese deporte, y cualquier mención de ello traía dualidades a flote.
Hinata siempre fue la representación exacta al naranja, alegre, brillante. Un color especial y casi intocable. Y digo "casi" porque hubo un momento donde algo manchó ese color. Una mancha pequeña, suave que fue creciendo hasta envolver todo el color en un tono más oscuro, más opaco.
Ahora, en una clase cuyo nombre no es relevante, Hinata recuerda, recuerda y se entristece. Pero también se molesta.
El naranja pacífico y dulce se torna algo enrarecido y volátil. Los recuerdos vuelan a través del salón universitario y queman el contorno de las siluetas.
Y ahí está Hinata en dos lugares al mismo tiempo. En cuerpo estaba en la universidad, tomando notas en las clases y riendo con un amigo suyo que se sentaba atrás de él. En mente, estaba en el lugar de memorias dulces con un final amargo.
— ¡Hinata! ¡Hi-na-ta! — Hinata parpadeó como si lo hubieran sacado de una hipnosis.
— ¿Eh? ¿Qué...? — Pequeña y estupefacta, la voz de Hinata se detuvo por no saber qué contestar.
— Pregunté si querías ser mi pareja para la exposición — Su amigo volvió a preguntar con una sonrisa. Hinata asintió.
"¿Quieres ser mi pareja, Hinata Shōyō?"
Hinata sacudió su cabeza, no. Ahora no iba a recordarlo, no le daría el beneficio de recordarlo.
Pero ¿Acaso él recordaba a Hinata? Probablemente no. Hinata estaba ahí, sentado trabajando en una exposición, pero él no. Él no estaba y nunca estuvo.
Hinata seguía pensando en él, haciéndose más y más pequeño, más y más opaco. Pero ¿Y él? Hinata resopló, él de seguro era más brillante.
Él tomaba toda la energía de Hinata sin pensarlo, sin sentirlo y sin quererlo. Hacía años que lo había hecho ¿Por qué esto era diferente?
Ah, sí. Porque él no estaba presente.
El timbre sonó y la siguiente clase estaba en otra aula.
— Vamos Hinata.
— Ya voy.
Hinata ya había escuchado eso antes. Sacudió su cabeza de nuevo. ¿Qué demonios le pasaba hoy? Pero si seguimos esa lógica ¿Qué demonios le pasaba estos últimos meses?
Ya debía haberse levantado, sacudido y seguido.
Pero este es Hinata Shōyō, y es difícil levantarse, sacudirse y seguir cuando lo único que queda alrededor son sombras y siluetas.
Es difícil ser Hinata Shōyō, es difícil ser naranja. Es difícil mirar las fotos colgadas en la habitación y tirarlas en un impulso para después recuperarlas.
Era difícil verse al espejo y ver solamente trazos, líneas de quién solía ser, saber que si el Hinata de la preparatoria lo viera, estaría profundamente decepcionado.
Era difícil llegar a casa y saber que esto no es lo que él quería. Era difícil estar, era difícil ser él.
Era difícil no mirar su bolsa y no llenarla de ropa y cualquier otra cosa, era difícil no irse en la noche cuando todos dormían, simplemente escapar.
Era difícil sonreírle a su hermana y jugar volleyball con ella, para después llorar en el parque. Era difícil.
Pero ahí estaba.
— ¡Hinata, despierta! ¿Qué demonios te pasa el día de hoy? — Él mismo se había preguntado eso, pero nunca pudo contestar.
— ¿Qué? — Regresó el sonido, los pasos, los murmullos y las conversaciones. La universidad.
— Te caíste en medio del pasillo, en serio Hinata ¿Estás seguro que estás bien? — No, la verdad no.
— Yo solo...
— Ven, vamos a llevarte a la enfermería. — Su amigo, Fujioka, le ayudó a incorporarse y pasó uno de los brazos de Hinata en sus hombros para ayudarlo a apoyarse. Una vez de pie, Fujioka pasó un brazo un poco más arriba de las caderas de Hinata para sostenerlo.
— ¿Oye? ¿¡Te enteraste!?
— ¿De qué?
— ¡La estrella Tsukishima Kei y su equipo volvieron a ganar en un partido contra el equipo de Yamaguchi Tadashi!
— ¡No es cierto!
— ¡Checa las noticias!
Ese pudo haber sido él.

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