Creo que nadie más que Shōyō puede entender cuánto tiempo había pasado desde que se sentía así.
No podía quedarse quieto, su sonrisa no bastaba para demostrar lo vivo que se sentía, lo brillante que estaba.
Temblaba ligeramente de nervios, de emoción y también de nostalgia. Ese sentimiento, esa energía cruda que lo había abandonado por mucho tiempo, estaba devuelta. Era tan cruda y tan caótica cómo siempre lo había sido.Una a una, las clases pasaron rápido para llegar a lo que importaba. La práctica de ese día.
Los miembros del mediocre club de volleyball universitario no estaban listos para ver a ese huracán naranja que succionaba sus energías y los escupía cuando ya no podían más.
No estaban listos para ver a ese chico imparable que saltaba, volaba y gritaba mientras todo a su alrededor observaba cómo Hinata Shōyō contenía debajo de su carne a un sol líquido, que rugía las emociones que Shōyō manifestaba con cada golpe y cada salto.
Todos observaron el talento que Shōyō poseía en la punta de sus dedos y todos fueron quemados por Shōyō, por ese chiquillo sediento de victoria que aún estaba vivo.La práctica terminó con jadeos y un: "Buena práctica. Nos vemos mañana".
Hinata recogió sus cosas, se cambió de ropa y salió sin decir adiós, a final de cuentas, no extrañaría a nada ni a nadie.Tomó su bicicleta y pedaleó lo más rápido que pudo. Reía y apretaba los manubrios sin saber cómo sacar esa felicidad que lo ocupaba y lo llenaba. Llegó a casa tropezándose con su bicicleta, con el corazón latiendo acelerado y temblando.
Entró con sus piernas derritiéndose y subió los escalones con su cuerpo saltando con una fuerza pura que le destruía los músculos.
Se tiró en la cama pataleando, deshaciéndose en risillas y suspiros.
Tomó el volante y lo apretó entre sus manos queriendo acelerar el tiempo y despertar lejos de todo eso. Cerró los ojos con fuerza y Shōyō se quedó dormido, siendo arrastrado por su propio remolino.— ¡Shō! ¡Es hora de cenar! — La suave y filosa voz de su madre lo expulsó fuera de esa ilusión dulce con la que se había dormido.
Se levantó y sufrió un batazo de ansiedad en el estómago, cuando se dio cuenta que todavía tenía el volante en la mano, y que todavía seguía en ese momento, donde él pendía de unas cuantas palabras.
— Espero que no te haya enojado que no te llamé para comer. Estabas durmiendo profundamente, así que pensé que estaría bien dejarte así, últimamente has estado tan cansado.— Shōyō siguió a su madre por las escaleras mientras mordía su labio para no gritar y estar consciente por unos momentos más.
Natsu ya estaba sentada y señaló una silla junto a ella para indicarle a Shōyō que quería sentarse junto a él.
Shōyō obedeció mientras sus palmas mojaban el volante con su sudor y su garganta se secaba, dejándole con una tos que sacudía su pecho y le recordaba lo que tenía que hacer.
Pronto, todos estuvieron en la mesa. Su madre, su padre —quién no había intercambiado palabra con Shōyō—, su hermana y él.
— ¿Shō, te sientes bien? No has comido nada.
— ¡Estoy bien! Ah... ¡Sí, muy bien! — Shōyō se metió un bocado a la boca para demostrar que los nervios aún no se lo comían vivo.
— ¿Hay algo que quieras decir?— Su padre le miró irritado.
Bien, no había marcha atrás. Este era el momento donde podría ir empacando sus cosas o tener un colapso por el estrés.
Shōyō tomó aire y miró a sus padres fijamente, listo para absolutamente nada.
— ¿Y bien?
— Bueno... Hoy en la universidad repartieron estos volantes...— Le tendió el volante a su padre y éste lo tomó exasperado mientras seguía esperando la explicación de su hijo— Resulta que hay un programa de intercambio y con mi promedio puedo aplicar para una de las becas que están ahí y atender varios semestres en otra universidad de Japón...
Sus padres quitaron la vista del volante para mirarlo a él, incrédulos y molestos.
— Shōyō, ya hemos hablado de esto y sabes cuál es mi respuesta.
— ¡Pero esto es diferente! ¡No me iría toda la carrera sino unos cuantos semestres!
— ¡No lo es! ¡No es diferente por el hecho en que ves cualquier oportunidad para salir corriendo de esta ciudad! — La voz de su padre cortó su respiración pero no iba a ceder. Iba a tener una respuesta afirmativa, ya sea que tuviera que quedarse sin voz por gritar.
— ¡Pero esta es una oportunidad única! Podría expander mi panorama y estudiar en una buena universidad.
— ¿Qué tiene de malo la universidad en donde estudias?
— Bueno, no es mala, pero podría ser...
— Mira Shōyō, he accedido a muchas cosas. Accedí a que pudieras practicar ese maldito volleyball y a que fueras a todos los partidos, campamentos y campeonatos que quisiste. Acepté a que llegarás tarde a casa, a qué practicaras con tus amigos ¡E incluso fui tolerante cuando no pisabas la casa en días! ¡Pero no voy a acceder a que te vayas permanentemente y un no, es un no!— Y con eso, el padre de Shōyō, finalmente logró apagar ese torbellino, y el suministro de energía que Hinata sentía estaba siendo drenado y enviado a quién sabe dónde.
Hinata se levantó de la mesa sollozando y le dio las buenas noches (de forma bastante pasivo-agresiva) a sus padres y a Natsu.Llegó a su cuarto con las piernas cansadas, las mejillas mojadas, su cerebro pulsándole y los ojos ardiéndole.
Tenía ganas de dormir, de desvanecerse ahí, en su cama, mientras toda la felicidad que había sentido salía por sus ojos y sus cuerdas vocales, amarga, viscosa y filosa.
Shōyō trataba de tragarse esos sollozos, sintiendo a esa energía salir decepcionada.
A final de cuentas, ya jamás podría volver a ser Hinata Shōyō. Solo podía ser una sombra, un reflejo inconsistente.
Esa oportunidad había sido arrugada y aventada al basurero de su habitación.Y esa oportunidad sería aprovechada por alguien más.
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Do re mi
Fanfiction"¿Sabes qué Tsukishima? Si pudiera volver al día en que te conocí, probablemente me quedaría en cama para no cometer el mismo error." •••••••••••••••• Hinata siempre es dejado atrás por otras personas. Ya es tiempo que él sea el que deje atrás a los...