X: Sombras

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No sabía. No sabía por qué había llamado.
Hinata dejó el teléfono temblando. Sus sollozos morían poco a poco, dejando solamente los espasmos y unas lágrimas que insistían en caer.
¿Qué más daba ya? No sé iría de intercambio, no podría perseguir su sueño. Su padre lo quería ahí, como un perrito amarrado a su casita de madera.
¿Y Tsukishima? ¿Acaso lo extrañaba tanto como Hinata lo extrañaba a él?
Esa llamada representaba el final de los intentos de Hinata. Se había rendido.

Hinata no había olvidado nada. Todas las memorias de Karasuno lo quemaban, era su sol personal.
El significado de Karasuno doblegaba a Hinata de una manera que nadie más comprende, le pesa y lo extraña. Lo extraña tanto que le arde y le hace gritar y sollozar cuando nadie ve ni escucha.
Hinata está tan perdido que ni en sus memorias puede recuperar lo que era antes.
Apagado, con unos cuantos amigos. Le da asco en quién se ha vuelto, pero por más que quiera sus amigos no están ahí y Hinata es una sombra.
Ahora que todo había cambiado, Hinata se había quedado estancado y se había apropiado de las sombras de sus amigos. Las sombras lo lastimaban de tal forma que le parecía que era mejor no tener nada más.
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Tsukishima dejó su teléfono a un lado, frustrado, molesto.
¿Por qué Hinata debía ser así? Aparecía y desaparecía, hacía que su corazón latiera errático, emocionado.
Lo hacía llorar, lo hacía querer tocar el cielo con las puntas de sus dedos. Él quería tener a Hinata lo más cerca posible.
Hinata lo confundía y mezclaba sus sentimientos en una sopa rara e irregular.
Pequeñas lágrimas hicieron su aparición. Tan pequeñas que dejaban rastros de dolor aún más notorios.
Lo extrañaba, lo quería a su lado. Si tenía que volver a su ciudad natal, que así fuera.
— Hinata... Quédate a mi lado. — Kei cerró los ojos por el cansancio y el dolor. Esperaba que al menos, Hinata le siguiera queriendo en sus sueños.

Hay dos figuras en un parque. Ambas están en silencio, pero ese no es el problema.
— ¿Bueno, de qué querías hablar?— La figura pequeña se veía nerviosa, jugueteaba con sus dedos, tartamudeando.
— Verás... yo quería decirte algo muy importante.... ¿Pero no te vayas a reír, entendiste?
— Claro que no me reiré, anda, dilo.— La figura más larga parecía tener un atisbo de esperanza en su voz, cómo si esperara una frase en especial.
— Yo... bueno, desde que tú y yo hemos estado en el equipo yo... eh... — La figura pequeña tomó aire. Parecía que la frase no podía salir, parecía que quería expulsarla en lugar de decirla. — Quiero que sepas que ¡Tú me gustas mucho! Y... está bien si ya no quieres ser mi amigo... Yo, lo entiendo. Lamento si te molesté.
La figura más larga se quedó callada unos momentos. Tomó las manos de la figura pequeña entre las suyas.
— ¿Esto es cierto?
— Claro que sí. — La figura larga no podía creerlo. Era la frase que había estado esperando, de la boca que más quería en este mundo.
— Tu también me gustas mucho... ¿Crees qué podría abrazarte? — Ambas siluetas se abrazaron. perplejas y felices. Hay algo extraño y maravilloso en que alguien te diga que también te ama.
— Me gustas, Tsukishima.
— Me gustas Hinata. — Se pronunciaron esas palabras entre risas.
¿Quién diría que tales sentimientos dulces tendrían un final amargo?

Quizá ahora, de lo único que estaban enamorados, era de unas simples sombras.

Do re miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora