IV: camino a casa.

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Caminar con Fujioka a casa era raro e insípido.
No es que le desagradara a Hinata, pero esta situación traía recuerdos a la mente de Hinata que todos los días ocultaba bajo la cama.
Bueno, sí, no le agradaba.
— Oye Hinata ¿Tú también estudiaste en Karasuno, cierto? — Hinata apretó los manubrios de su bicicleta.
— Sí, estudié ahí ¿por? — Hinata apartó la mirada con una sonrisa fría.
— ¿¡Entonces conociste a las estrellas de volleyball?! Tsukishima, Yamaguchi, Kageyama... — Hinata se subió bruscamente a la bicicleta con el asco asomándose en sus ojos. Su dolor fue recubierto con una sábana sonriente.
— Creo que iré desde aquí solo, es muy empinado el camino y es algo peligroso, gracias por acompañarme Fujioka. — Antes que Fujioka pudiera volver a abrir la boca y lastimar más a Hinata, este pedaleó con todas sus fuerzas.
No es cierto.
"Mientras yo esté aquí, eres invencible"
Ellos lo dejaron.
"¡Eso fue fantástico Hinata! En serio eres genial!"
No es cierto.
"Tienes habilidades y talentos sorprendentes, para ser un enano"
Eso no significó nada.
"Cállate Tsukki, Hinata sabe cómo volar"
Hinata llegó a casa destrozado por una simple pregunta. No debería afectarle, no debería llorar, pero Hinata no puede. No puede decir con orgullo que fue parte de Karasuno porque no está donde quiere estar.
Se dirigió a su habitación energizado con su frustración y aventó las llaves en la mesa.
— ¡No es cierto! ¡No es cierto! ¡Todos me dejaron! — Hinata decía sin parar con las lágrimas manchando sus mejillas.
Se agachó en el piso temblando, mientras su puño masacraba su lado de la cama. Dejó de golpear la sábana y la apretó con un puño, amenazado con romperla.
Su celular sonó de nuevo y con amargura vio el número. Lo tomó con una de sus manos mientras sorbía su nariz de forma grotesca.
Su dedo titubeaba y cambiaba de posición entre aceptar la llamada y negarla.
Ya no hay nada más que pueda romperme ahora, pensó con los ojos llorosos.
Hinata aceptó la llamada con un suspiro y los nervios creciéndole en sus entrañas.
— ¡Finalmente contestas, idiota!— Una voz grave y poco educada se escuchó. No hacía falta saber quién era.
Hinata volvió a titubear ¿Qué iba a decir? ¿Acaso debía hacer algo?
¿Podría decir algo sin ahogarse? No podía, no podía, no podía.
— Todo el mundo está preocupado por ti ¿Dónde demonios te metiste? Ya no contestas mis llamadas o las del equipo. Tsukishima está vuelto loco. —
Hinata río con amargura creciéndole, envolviéndolo.
— ¿De qué te ríes, Hinata idiota? ¡Estuvimos preocupados por ti!— La voz de Kageyama hacia hoyos en su dolor y a Hinata le dolía. Hinata solo podía llorar y reír de lo patético que era.
"Ya no más", pensó y colgó la llamada ignorando esa voz que lo atormentaba y demandaba más de lo que Hinata podría ofrecer.
Hinata solo había sido otro cuervo sin alas.

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