III: buzón de voz

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Suspiró. Marcó de nuevo. Nada.
"¡Tal vez si pensaras en cómo me siento, nada de esto hubiera pasado!"
Ese diálogo seguía retumbando en su cabeza, cada vez más fuerte, cada vez más cierto.
Se quitó los lentes y despegó la vista del teléfono. Necesitaba un respiro. Un respiro que duraría cinco segundos. Y volvería a llamar.
¿Cuánto llevaba haciendo esto? Meses.
¿Ha obtenido respuesta? No. A menos que consideres a un buzón de voz y un posible bloqueo telefónico una respuesta, entonces tal vez su progreso se haya estancado.
Sí, era un idiota. Sí, la había cagado y no sabía cómo rehacer las cosas. Pero ahí estaba, llamando ansioso.
Había cambiado. Se miró en el reflejo de la pantalla apagada y soltó una risa floja.
Si su yo de la preparatoria lo viera, se reiría en su cara y después de lanzaría de un puente. Él tampoco podía creer que en lo que se había convertido era un montón de líneas de espera y saldos acabados.
Estaba desesperado, frustrado. Solo podía preguntarse si él estaría allí, igual de mal que él, viendo la pantalla de su celular preguntándose porqué demonios había cambiado tanto.
Pero probablemente solo eran ilusiones suyas.
Si pudiera viajar en el tiempo... Tal vez le daría un buen golpe a su versión de preparatoria.
El número estaba ahí, un botón y ya. Un maldito botón y ya.
¿Por qué tenía que arruinar las cosas?
— Oye, tenemos práctica en unos minutos. Espabila de una buena vez.
— Sí, sí.— Dejó su celular en su bolsa de entrenamiento y se dirigió a la cancha.
Golpea. Espera. Bloquea. Repite.
"¡La verdad no sé si sientes algo por mí!"
Golpea. Pase. Saca. Repite.
"¡Estoy harto de que tomes mis sentimientos como una broma!"
Golpea. Espera. Bloquea. Repite.
"¡Adelante, vete! ¡No me importa!"
Golpea. Pase. Saca.
"No es tan fácil borrar y perdonar algo que sucede todos los días"
Bloquea. Repite.
"¿Vas a terminar conmigo?"
Espabila.
"¡Lárgate! ¡No quiero verte más! ¡Te odio!"
— ¡Cuidado! — La pelota de volleyball le dio directo en la cara. Se lo merecía.
La sangre no tardó en salir, así que se decidió que la práctica estaba bien por esa tarde.
Tomó su bolsa y sacó su celular. Llamadas que podían esperar y mensajes que podía contestar luego fueron ignorados.
Suspiró. Marcó de nuevo. Nada.
"Te amo, Tsukishima"
Él también lo amaba.

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