VI

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Guatemala, 3 de diciembre de 1944

El mes pasó sin muchos cambios. Logré quedarme con el trabajo luego de hacer horas extras y ayudar a las modistas con la toma de mediciones para los trajes, pero la verdad es que no podía quejarme. La paga seguía siendo mísera, pero era ligeramente mejor que en mi trabajo en la fábrica.

Las cartas de Vincent llegaban regularmente, pero, al igual que siempre, no entraban muy en detalle. Yo le escribía todos los días, a pesar de que él decía que mis cartas no siempre le llegaban.

Lucinda también comenzó a escribir cartas. No me hablaba de ellas, ni a quién estaban destinadas, por lo que yo hacía de cuenta que no veía su cara de decepción cada vez que el cartero me entregaba las cartas sólo a mí.

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