VII

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Guatemala, 15 de diciembre de 1944

Normalmente cuando llegaba a casa del trabajo, Lucinda me esperaba con la cena preparada, o a medio hacer. Decía que estaba cansada de sentirse como un parásito, sólo comiendo mi comida y escuchando la radio, por lo que pasaba las tardes con Miriam a la casa de los patrones y ayudaba a planchar sábanas y coser ropa; a cambio, ellos le daban unas cuantas monedas, y así nos las arreglábamos juntas.

Las cartas de Vincent pararon de llegar, la última fue el veinte de noviembre. Aprendí a vivir con ello, pero el miedo no terminaba de irse de mis huesos cuando no tenía noticias de él, sobre todo después de que él me haya dicho que no tenía un buen presentimiento de Alasia, en Francia. "Pasan cosas extrañas" me había dicho, aunque no tenía idea de qué me estaba hablando.

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