"Bendito el hombre que confía en Dios y pone su confianza en él. Sera como un árbol plantado junto al agua, que se extienden sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto."
Jeremías 17:7-8.
Pensé mucho al hablar de Dios en mi historia, pues este no es un libro de religión, mucho menos quiero imponer en tus creencias ni cambiar tu manera de pensar, así que si quieres pasar este capítulo estas en todo tu derecho. Pero si eres buen lector y curioso te quedaras aquí leyendo para saber el por qué hablo de él. Bien sé que muchos de mis lectores tendrán creencias diferentes a mí, puede que seas católico, cristiano, mormón, palero, santero, evangélico, quizás ni creas en Dios, pero algo que si tenemos todo en común y es que en alguien o algo creemos.
Si te pones a pensar todo lo que has logrado, lo que tienes, todo lo que has hecho es gracias a ti, pero yo soy fiel creyente de que de tras de todo ese logro hay alguien siempre que nos ayuda y nos guía, para mí es Dios. Siempre nos colocamos de rodillas y lo único que sabemos es pedirle, rogarle, reclamarle y nunca le damos gracias por lo que tenemos, porque podemos ver, oír, caminar, escuchar, tocar, hablar. Nunca le damos gracias por los errores, que son tan importantes en la vida para aprender y mejorar. Está totalmente ciego si piensa que todo aquel que es exitoso hoy, fue porque se levanto dijo su nombre y listo, éxito para él. No, estamos equivocados. La mayoría de las personas creen que una vez que uno planifica, busca las estrategias y llega a las metas, sin importar el proceso ni nada más en el proceso, uno puede hablar de éxito. Exitosa, hoy en día, es aquella persona que puede llegar a concretar sus metas, aquel que puede utilizar cualquier medio con tal de llegar a ese fin. También se considera exitoso a los que buscan posicionarse, no solamente él sino su ministerio, su libro, etc., y tener un impacto, una gran influencia. Pero si miramos, notaremos que ese no es el todo del éxito, ni es el éxito a la manera de Dios. Ahí empezaremos a ver algunas diferencias.
El éxito humano está en ser la mejor versión de ti, en ser más agradecido, en ser más humano con el prójimo, ayudar al que no tiene o no puede, darle a los que necesitan, escuchar y respetar opiniones, ser respetuoso. Saber vivir de manera sana contigo mismo y con los demás. El verdadero éxito que tienes que tener contigo y con Dios es el de vivir para los demás y no para ti, porque al ayudar a los demás te estarás ayudando a ti mismo, te estarás dando una mejor vida. Busca el éxito en tu verdadero ser humano y no en el dinero ni en las reglas de la sociedad.