Cinco

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El fin de semana había terminado y el comienzo de las clases se acercaba con el paso de las horas.

De nueva cuenta yacía un británico boca abajo con una ropa cómoda para dormir.

-Tom, ¿gustas desayunar?- Matt abrió la puerta y miró a su amigo con melancolía -Entiendo...

No hacían falta las palabras, un día antes lo encontraron en el suelo con la mirada perdida, "¿qué estará pasando con él?" se preguntaban.

-¿De nuevo?- Edd preguntó mirando a su pareja que bajaba por las con mirada fría.

-¡Y todavía me lo preguntas!- exclamó golpeando la pared -Es doloroso.

-Lo sé, pero él no quiere que lo ayudemos, yo también quisiera agarrarlo de las orejas y obligarlo a ser el mismo- sonrió -Pero no creo que seamos los indicados.

Ambos se abrazaron, temían por la vida del británico, pero para ser sinceros, él ya había muerto cuando escuchó los últimos latidos de su madre.

Después de aquello, su mirada se volvió débil y cada vez se ponía más sensible.

Nadie podía hablar con él acerca del día del niño, el día de la amistad y sobre todo, el día de las madres, todo era ácido para su cuerpo.

Todos se preguntaban "¿qué es lo que piensa?" "¿cuál es su problema?"

Ansiaban ver la vida en la expectativa de sus cuencas, ¿quieres probarlo? Perfecto.

Hace meses él ya no apreciaba el mundo como todo un estudiante, su vista se volvía nublada cuando alguien se acercaba a hablarle, caminaba detrás de todos y se mantenía en silencio, más bien, lloraba en silencio.

Su mundo se destruía pero no solo por la muerte de su madre, para algo hay una entrada y una salida. A pesar de todo eso, todos elegimos entrar por la salida y salir por la entrada, ¿o miento?

La sociedad pensaba que su sufrimiento comenzó por haber perdido a un ser querido, error número cinco, el sufrió por eso pero fue la gota que llenó el vaso.

Él es humano, salió por la entrada, todos los días se preocupaba por: "¿Qué hago para agradarle a la gente?" "¿Por qué nadie me habla?" "¿Acaso soy invisible?"

Se sentaba en una de las bancas más cercana a la sociedad, miraba el cielo y se mantenía en contacto con su relajación. ¿Sabes en dónde se encontraba eso? No era en un patio, ni un parque y mucho menos un bosque. Esa banca la usaba en el mundo, uno donde todo se escondía en las mentiras y solo había alguien que le alentaba.

-¿Hijo sucede algo?- una bella mujer sostenía de las manos de su pequeño niño.

-Sucede de todo mamá- sus mejillas ardían, estaba a punto de soltarse en llanto.

-No mi pequeño, ¿sabes?, algún día no estaré contigo, así que debes recordar- sujetó sus mejillas transportando su cariño -No tengas miedo, ya que con solo parpadear y abrir los ojos encontrarás la luz.

Y eso fue lo que hizo por años, siempre veía a su madre a lado de él en momentos pésimos.

¿Y ahora?

-¡Mamá!- la voz se le rompía con cada grito -¡Ayúdenla!

-Hijo, te acuerdas lo que te dije- su madre empezaba a volverse cada vez más pálida, parecía no tener vida -Parpadea...

-Si lo hago, ¿aparecerás?- preguntó con una sonrisa dejando a su vez salir pequeñas lágrimas de sus cuencas rodeadas en un tono rojo.

-Hijo, ¡se fuerte!- respiró profundo -Alguien más cuidará de ti, juro haré lo que sea para que alguien más te cuide.

Su madre murió después de eso. ¿Qué fue lo que la mató?

Una enfermedad atacó su sistema debilitándola con el pasar de los días y dolorosamente tuvo que despedirse del mundo.

A pesar de todo eso, lo único que pudo ver Tom en esos momentos era a aquel chico de cuernos, el cual lo hacía desvelarse por la verdad, lo mantenía ocupado, sus labios ansiaban verlo nuevamente. Eso daba inicio al error número seis.

Ese chico logró lo que nadie podía, aquel joven noruego comenzaba a llenar a Thomas, incluso si eso significaba perderlo todo, era un juego tan peligroso.


¿Enloquecemos Juntos? -TordTom-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora