Diez

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-Tan vacío- se dijo así mismo.

Su salud había empeorado, tanto mental como física, el silencio lo estaba matando. Su mundo se estaba destruyendo en pequeños fragmentos de segundos.

Sabía que él había tomado la decisión de terminar, pero para ser sinceros, él no había cambiado nada. Volvió a ser ese inútil adolescente que no le importa la gente, ya que para él no existe.

Pero Larsson, ese idiota que era más grande que una caja de secretos, no le molestaba ser aquel pirata que lo buscara por mares, sin rendirse, ya que puede estar vacío o lleno de vida.

"Pero qué importa"

Solo era un maldito esclavo de los errores, temía sentirse de nuevo solo.

A veces, intentaba socializar pero, ¿quién más tiene unos cuernos en forma de cabello y sonrisa juguetona?

-¿Me amas?- preguntó a la nada.

Ansiaba escuchar ese "Claro amor, como nunca", pero como era de esperarse, no hubo respuesta.

Tom estaba muriendo, no de amor, no de compromiso, no de soledad, simplemente sentía que era alguien renacido, pero era tiempo de dormir.

La idea de sus amigos para que olvidara aquel momento de males fue que lo llevarían de compras.

-¡Compraremos muchos espejos!- exclamó el narcisista.

-No, la promoción de Coca-Cola 2x1- articuló alzando un dedo -¡Y tú pagarás!

Matt abandonó aquella sonrisa, reemplazándola con una mirada de decepción.

-Y Tom, ¿qué vas a comprar?- preguntó ahora Matt, recuperando un poco el sentido del humor.

-Flores...

La pareja lo miró con la boca abierta, hubieran esperado una respuesta como "una Smirnoff" o "unos audífonos".

-Me parece estupendo, ya faltaba para los arreglos de la mesa.

-Yo quiero unas para mí... De preferencia rojas y azules- dijo débil.

-¿Cómo para qué?- Matt se hizo notar en aquella extraña petición.

Pero fue un "ya veraz", algo que le comía el cerebro a la preciada pareja.

Sin darse cuenta ya habían llegado a casa, Matt y Edd habían planeado una cena por aniversario. Sin contar con la presencia de Thomas, lo dejaron solo en la habitación.

No lograban escuchar los gritos de alguien diciendo "¡Sálvenlo!", "¡Ayuden su alma!", "¡Él no está bien!".

Nadie en realidad podía escucharlos.

Tom estaba dispuesto a partir, pero no por débil o cobarde a no querer apreciar ese gran regalo que le dio el gran señor.

Si no al que le perdió interés hace mucho tiempo, tirándolo como juguete viejo.

La tina estaba a punto de ser llenada, llevaba ropa completamente cómoda, no quería sufrir por pantalones apretados.

Tomo las flores del cesto, quería aunque sea agradecerle a Larsson por haberle hecho esos meses.

Las puso alrededor del suelo luego poniendo las rojas en la tina para que fueran llevadas ligeramente por el agua.

Cerró la llave con tristeza y metiendo la pierna sintió un escalofrío apoderarse de su columna vertebral, estaba fría, como él deseaba.

Luego de tiempos de pensamiento que contradecían lo que iba a hacer, el agua finalmente le llegaba hasta su pecho y él permanecía con miedo.

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⏰ Última actualización: Jan 11, 2019 ⏰

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