Capitulo 5

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  Capítulo 5]

Esa noche, Simón y Luna se vistieron con sus ropas más elegantes. Luna llevaba un vestido largo de color verde manzana. Calzada con unos taconazos de infarto, se acercó a Simón, que la estaba esperando en la puerta del piso, junto a Nicolás. Los tres irían a casa de Ámbar a buscarla, ya que había ido allí para vestirse.
- Dios mío, Luna. Estás realmente despampanante. - dijo Simón, que no podía dejar de mirar a su amiga. Sabía que era guapa y que tenía buen cuerpo, pero estaba realmente... - Alucinante.
- Gracias, Simón. ¿Nicolás?
- Ese vestido es demasiado pequeño. - dijo Nicolás, dándose la vuelta, evitando mirar el cuerpazo de su prima. Se sentía incómodo.
- Pero si me llega hasta los tobillos. - dijo Luna, sin entender la incomodidad de su primo.
- Se te marca todo.
Luna miró a Simón, que asintió levemente con la cabeza, y ésta comenzó a reír.
- No sé de qué te ríes. - dijo Nicolás, en tono ofendido.
- Nicolás, verás a muchas mujeres vestidas así esta noche y ¿te molesta que yo también vista así?
- Esas mujeres no son mis primas.
- Mira que eres bobo. - dijo Luna, yendo a abrazar a su primo. - Solo es un vestido. Lo único que debes hacer es mirar hacia otro lado.
Nicolás miró a Simón, que no se molestaba en disimular una sonrisa.
- Bueno, vámonos a buscar a la jefa. - dijo Luna, cogiendo a Simón de la mano.
...
Ámbar estaba en la calle, frente a su edificio. Hacía frío, pero no pensaba subir a por una chaqueta. Matteo había aparecido en el piso y no quería estar en el mismo lugar que él, así que se había vestido rápidamente y se había marchado a esperar a sus nuevos amigos, que no tardaron en llegar.
Simón casi se cae al salir del coche. Ámbar estaba bellísima esa noche. Más de lo habitual, si fuera posible. Llevaba un vestido púrpura eléctrico que le llegaba por las rodillas. Con escote palabra de honor y unos zapatos con el mismo tacón que los de Luna, del mismo color del vestido. Llevaba su largo cabello recogido en una trenza lateral.
- Estás guapísima. - dijo Luna, saliendo del coche. - ¿Pero por qué no llevas una chaqueta?
- Matteo está arriba.
- ¿Quieres que suba a pegarle una paliza? - dijo Luna, haciendo reír a Ámbar, que se lo tomó a broma.
- Es capaz. - dijo Nicolás, acercándose a ellas. - Buenas noches. Estás bellísima.
- Gracias. - dijo Ámbar, sonrojándose. Miró a Simón. Estaba muy guapo con el esmóquin. Llevaba un peinado distinto. Se le veía muy bien. – También están muy guapos.
- Gracias. - dijeron ambos chicos al mismo tiempo. Nicolás con orgullo y Simón con vergüenza.
- Bueno, vámonos antes de que suba y ocurra una desgracia. - dijo Luna, cogiendo a Ámbar del brazo.
Durante el trayecto en coche, Ámbar les contó cómo sería la cena de esa noche. Como ya sabían, era una cena de etiqueta. Primero habría como un pica pica, en el que la gente se relacionaba con todo el mundo. Allí verían a todos los integrantes de la empresa. Más tarde, entrarían a un comedor, donde cenarían. En las mesas ya estaban los nombres de los comensales. Tras la cena y los postres, pondrían música y podrían bailar mientras toman una copa.
Simón comenzó a ponerse nervioso. Sabía que en la cena habría mucha gente, pero no se imaginaba que estaría toda la empresa. Y al fin vería al socio de Ámbar, al que aún no conocía.
Notó como Luna tomaba su mano y la miró. Sonreía.
- Gracias.
- ¿Por qué? - preguntó la chica, sorprendida.
- Por estar siempre conmigo.
- Mira que eres tonto. - dijo Luna, abrazando a su amigo, al que quería con toda su alma. – Eres como mi hermano. Pues claro que voy a estar siempre contigo. - Ámbar sonrió al verles. Ella siempre había querido tener una amiga así, que la quisiera y a la que querer tanto. - Y si alguien te molesta, me lo dices y le dejo cojo con estos tacones. - Simón sonrió y la abrazó.
Ámbar volvió el rostro, al notar que se estaba emocionando. Nunca antes había visto tanto amor entre dos personas. Lo envidiaba. Notó una mano sobre su hombro y miró a Nicolás, que conducía.
- ¿Estás bien?
- Si. Es que me he emocionado.
Luna la miró, se inclinó hacia delante y la abrazó como pudo desde el asiento trasero del coche.
- También les daría un taconazo por ti. - dijo, logrando emocionarla aún más.
- Pero si apenas me conoces. - sollozó, cada vez más emocionada.
- Te conozco lo suficiente como para saber que daría mi vida por ti, al igual que la daría por Simón o Nicolás.
- Se me va a estropear el maquillaje. - dijo, cogiendo un pañuelo que le tendía Nicolás.
- Pues ya te volveré a maquillar cuando lleguemos. - dijo Luna, haciendo reír a Ámbar. - Me bastó media hora para saber que Simón estaría toda la vida a mi lado. Contigo necesité una mañana de resaca para saber que vale la pena comprar una cama para que te mudes a nuestro departamento hasta que liberen el tuyo.
- Dios, ahora sí que se me ha corrido el rimel. - dijo, riendo, abrazando a Luna.
Simón sonrió, intentando no llorar él también. Tener a Luna en su vida era lo mejor que le había ocurrido. Y el ver como trataba a la gente... Nada comparado con las horrendas amigas de su jefa, que tras una vida de amistad, solo conseguían desquiciarla cada día más. Ámbar no se quejaba, pero podía verlo en sus ojos.
Al fin llegaron al hotel Ritz, donde se celebraría la fiesta. Habían alquilado el salón principal. Al salir del coche, Luna cogió su pequeño neceser y arregló el maquillaje de Ámbar. Cuando terminó, Luna enlazó su brazo con el de Simón y Nicolás hizo lo mismo con el de Ámbar, y los cuatro entraron en el hotel. Ya estaba lleno de gente, que se acercaron a ellos en cuanto vieron a Ámbar.
Delfina y Jazmin estaban a un lado del salón, mirándoles. Aun no se podían creer que su amiga hubiera aparecido en la fiesta con aquel hombre. Aunque iba del brazo de un chico muy guapo.
- ¿Lo has traído? - susurró Delfina a Jazmin, que sacó una botellita de su bolso para enseñársela. - No va a salir del baño en toda la noche.
- Ya que él no se molesta en hacerlo, le echaremos una mano. - dijo, guardando el laxante de nuevo en el bolso. - Ya verás cómo Ámbar no se acerca a él en toda la noche.
- Jajaja. - rieron ambas al mismo tiempo, cuales brujas pensando en su malvado plan.
Ambas enlazaron sus brazos y, con una falsa sonrisa en sus labios, se acercaron a su amiga.
- Ámbar, al fin llegas. - dijo Jazmin, cogiéndola del brazo que tenía libre.
- ¿Qué tal?
- Muy bien. Aquí, tomando una copita. - dijo Delfina. - ¿No vas a presentarnos a tu acompañante?
- Claro. Chicas, él es Nicolás. Nicolás, estas son Jazmin y Delfina, mis amigas y directoras de arte. Comparten el puesto. - añadió al oído de Nicolás, que sonrió, intentando que no se le escapara la risa.
- Encantado de conocerlas chicas
- Y esta es Luna, su prima. Y ya conocen a Simón.
- Si, claro. - dijo Jazmin, sin mirarle. - Menudo vestido más atrevido. - dijo, mirando a Luna.
- Pensé que, como aquí son todas tan estilosas, debía cumplir. - dijo Luna, mirando a aquellas dos mujeres, que más bien parecían esqueletos.
- Bueno, vamos a tomar una copa. - dijo Ámbar, que se dio cuenta de cómo sus amigas miraban a la despampanante Luna.
Tras tomar algo junto a Nicolás y Ámbar, Simón y Luna fueron a sentarse a la mesa de los becarios y secretarios, los cuales eran de lo más amables y simpáticos. La mayoría de ellos acudieron solos.
- ¿Te lo estás pasando bien? - le preguntó Luna a Simón, que asintió con la cabeza, mientras terminaba de comer su plato. - Son muy simpáticos, ¿no? - dijo, refiriéndose a los chicos con los que compartían mesa. - Son muy atentos.
- Te están mirando las nalgas- dijo Simón, hablándole al oído a su amiga, que sonrió. - ¿No te molesta que lo hagan?
- Me da igual. - dijo, encogiéndose de hombros. - Pero como alguien intente pasarse conmigo, le clavo el tacón. - dijo, sin molestarse en hablar en voz baja – ya sabes dónde.
Dos de los chicos, que habían estado mirando a Luna, bajaron la vista de golpe. Luna sonrió de nuevo y miró a Simón, que todavía se sorprendía ante las ocurrencias de su amiga.
- ¿Lo están pasando bien? - dijo Ámbar, apareciendo de repente a su lado, acompañada de Jazmin y Delfina.
- Si, gracias. - dijo Luna.
- ¿Quieren un poco de pastel? - dijo Jazmin. - Simón y Luna se miraron con sorpresa. No era nada habitual que Jazmin se mostrara tan simpática. - He visto que aún no lo han probado.
- Gracias, pero no puedo. Soy diabética. - dijo Luna, a la que se le hacía la boca agua ante la buena pinta que tenía.
- ¿Simón?
- No me apetece, gracias. - dijo. No quería dar pie a que Jazmin y Delfina se rieran de él.
- Solo un trocito.
- No insistas, Jazmin. Si no le apetece, no le apetece. - dijo Ámbar, extrañada por el comportamiento de su amiga.
- Solo quería ser amable... - murmuró Jazmin, poniendo cara de pena.
A Simón le supo mal ver así a Jazmin y ya que había intentado ser amable con él, cogió el plato de la mano de Jazmin, haciendo que ésta sonriera.
- Está rico.
- Me alegro de que te guste. - dijo Jazmin, mirando de reojo a Delfina, que sonreía con disimulo.
- Yo ya me he comido dos trozos. - dijo Ámbar, que se sentó en la silla que había al lado de Simón. - Me alegra de que estéis aquí. Hoy necesito apoyo.
- Vaya, Ámbar. Pero si estás aquí! - dijo una voz tras ellos. - Menos mal que te encuentro. ¿Te escondías de mí?
Ámbar se tensó y tanto Simón como Luna se dieron cuenta de ello. Respiró hondo y controló las ganas de echar a correr. Debía comportarse. Al fin y al cabo, él también era dueño de la empresa.
- Simón, Luna. Permitanme que os presente a Matteo Balsano, mi socio. - dijo, al tiempo que se ponía en pie.
Simón y Luna asociaron enseguida la incomodidad de Ámbar con el nombre. Ese tal Matteo Balsano era su ex-novio.
- Matteo, este es mi nuevo ayudante Simón, y su acompañante es Luna.
- Encantado. - dijo mirando directamente y sin disimuloa Luna, lo que la asqueó al momento.
- Igualmente. - dijo, cogiendo a Simón por la cintura. - Una gran fiesta.
- Gracias. Bueno, Ámbar. Tengo que hablar contigo. - dijo Matteo, volviéndose hacia Ámbar.
- No tenemos nada de lo que hablar. - dijo por lo bajo, viendo que nadie les prestaba atención.
- Ámbar, por favor. - dijo, cogiéndola por la muñeca, pero ella se soltó de golpe. - No armes ningún escándalo.
- ¿Escándalo yo? - dijo, intentando no mandarle a freír espárragos. - No vuelvas a tocarme.
- Ámbar, por el amor de Dios. Deja que te lo explique.
- No quiero escucharte.
- Pero...
- Te follaste a mi hermana en mi própia casa! - dijo, llamando la atención de aquellos que tenían a su alrededor. - Creo que lo entiendo perfectamente.
- Pero yo te quiero.
- Si me quisieras no me habrías hecho tanto daño.
Luna, que se había apartado un poco junto a Simón, se acercó a ellos, haciendo como que no había escuchado nada, y cogió a Ámbar con cariño del brazo.
- Disculpa. Ámbar, creo que el jefe de personal te busca. El señor...
- Collins. - dijo Matteo, mirando de nuevo a Luna.
- Si. Exacto. Ámbar, el señor Collins te está buscando.
- Gracias por avisarme, Luna. - dijo Ámbar, enormemente agradecida con su nueva amiga. - Si me disculpas, voy a buscarlo.
Ámbar se marchó, cogiendo aire, dejando atrás a Luna y Matteo. Fue en busca de Simón, pero no le vio por ninguna parte, lo cual le extrañó. ¿Dónde diablos se había metido?
A un lado del gran salón, Jazmin y Delfina aún seguían en pleno ataque de risa. Simón hacía cinco minutos que había entrado corriendo al baño.
Simón no entendía qué le había podido sentar mal. Había comido lo mismo que Luna y ella se encontraba bien.
Se sentía ridículo, ahí, sentado en la taza del water, con un tremendo dolor de tripa.
- ¿Simón?
Simón se estremeció al oír la voz de Ámbar.
- Joder, ya no sé dónde más buscar.
Simón continuó sin contestar. Le avergonzaba que la chica que había comenzado a gustarle le encontrara en aquella tesitura.
- Simón, te necesito. - murmuró Ámbar, volviendo al salón.
Simón salió del retrete tras media hora más. Buscó a su jefa, pero no la encontró. Pero a quien sí que vio fue a Jazmin y Delfina, que al verle, se pusieron a reír de nuevo. Seguro que le habían visto entrar en el baño. Suspiró. Decidió ir en busca de Luna. Quería marcharse de allí cuanto antes.
- Bueno, Luna...
- Bueno, señor Balsano.
- ¿Tú también trabajas en la empresa?
- No, he venido acompañando a Simón.
- ¿Es tu novio?
Luna se hizo a un lado. Matteo estaba muy cerca de ella y le estaba incomodando. Tenía dos opciones en ese momento: apartarse de Matteo o darle una patada en la entrepierna.
- Creo que eso no es asunto suyo, señor Balsano.
- Eso es que no.
Luna se topó contra la pared y Matteo se colocó frente a ella, posando las manos a ambos lados de su cabeza.
- Aléjese de mí.
- ¿Por qué te resistes, si lo estás deseando?
- O se aleja de mí o tendré que apartarle yo.
- ¿Y como pensas hacer eso?
Luna, al ver que Matteo acercaba más su cuerpo al de ella, esta levantó la rodilla y le dio con fuera en la entrepierna. Matteo cayó al suelo de inmediato y Luna se apartó de él con asco.
- Eso por ser un idiota. - dijo, antes de salir del balcón y entrar de nuevo en el comedor.
Luna vio a Simón en un lugar apartado del comedor, tomando una infusión. En cuanto vio a su amiga, Simón corrió hacia ella y la cogió de la mano.
- Vámonos de aquí, por favor. - suplicó, sintiendo de nuevo un retortijón.
- Si. Busquemos a Nicolás y Ámbar y larguémonos. - dijo, tirando de Simón.
Ninguno de los dos dijo nada de lo que les rondaba la cabeza. Simón seguía avergonzado por lo que le había ocurrido y por no haber podido ayudar a Ámbar. Luna no podía quitarse los nervios de encima. Aun podía sentir el aliento de los nervios del asqueroso de Matteo sobre su rostro.
- ¿Dónde diablos se ha metido esta chica?  

No Todo Es Lo Que Parece TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora