Capitulo 8

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Tras media hora de conversación, Jazmin y Delfina llegaron a una conclusión. Debían hacer que Simón se alejara de Ámbar, ya que ella no tenía ninguna intención de alejarse de él.

Llegaron al hospital a primera hora, antes de ir al trabajo.
Simón se quedó alucinado al ver a las dos chicas entrar en la habitación del hospital. Hubiera esperado ver a cualquiera menos a ellas.
- Hola Simón. ¿Cómo estás? - dijo Delfina, entrando sonriente en la habitación. - Tienes buena cara.
- Gracias. Estoy bien. - dijo, sentándose en la cama, cada vez más confuso. - ¿Que hacéis vosotras aquí?
- Ámbar me dijo que estabas enfermo y pensamos en venir a verte. - dijo Jazmin.
- Gracias. Y... Ámbar... Ejem... ¿Cómo está?
- Ella está muy bien. Queríamos avisarle de que íbamos a venir, para venir a verte las tres juntas, pero esta noche ha dormido en casa de Laurent y no queríamos molestarles. - dijo Delfina, a la que se le daba realmente bien mentir.
- Lo entiendo... Es normal... - murmuró. - No... no sabía que...
- Bueno... No quiere que la gente conozca su relación. Solo lo sabemos los más íntimos. - continuó diciendo Delfina.
- Claro, claro.
Jazmin se volvió para esconder una sonrisa. El plan estaba funcionando a la perfección.
- ¿Has adelgazado, no? - preguntó Jazmin, mirando de nuevo a Simón.
- Un poco...
- Eso es genial. La verdad es que es lo mejor para la empresa. - volvió a hablar Delfina, que se estaba viniendo arriba con sus mentiras. - Supongo que lo entiendes. Al fin y al cabo, trabajamos en una revista de moda.
- Mi aspecto no es el apropiado. - murmuró Simón, sintiendo como le costaba salir la voz. - Claro... Lo entiendo...
- Genial. Supongo que continuarás con la dieta. Te está funcionando muy bien.
- Claro... La dieta...
- Ámbar estará muy contenta. - remató Delfina.
Si la habitación hubiera estado en silencio, podría haberse oído el corazón de Simón partirse en mil pedazos.
- Gracias por venir a verme. - dijo Simón, deseando que se marcharan.
- Adiós. - dijeron las chicas al mismo tiempo. Se dieron la vuelta y se marcharon con una amplia sonrisa en sus rostros.
Simón se quedó sumido en la tristeza. Jazmin y Delfina habían dado a entender que a Ámbar no le agradaba su aspecto y que su amistad no era tan fuerte como pensaba. Él ni siquiera sabía que tenía novio.
...
Luna se había pasado la noche en el apartamento, encerrada en su dormitorio, pensando en cómo afrontar todo el asunto. Esa mañana, había llamado a Simón para ver cómo se encontraba y, tras notar como la tristeza dominaba su voz e insistirle, Simón al fin le contó lo que había sucedido. Aquello hizo que se decidiera. Todo apuntaba a que había sido ella.
Salió de su dormitorio hecha una furia y fue hacia el de Ámbar, aporreando la puerta hasta que ésta le abrió.
- ¿Qué es lo que ocurre? - preguntó Ámbar, aun somnolienta, debido a las pastillas que se tomaba para poder dormir.
- Vete de mi casa ahora mismo. - dijo, conteniendo como podía la ira que dominaba su cuerpo.
- ¿Qué?
- Que te vayas de mi casa.
- Pero... ¿Qué ocurre? No entiendo...
- Es muy simple. O recoges tus cosas ahora mismo o las cojo yo y las tiro por la ventana. - dicho esto, se dio media vuelta y se marchó.
Ámbar se quedó paralizada en la puerta del dormitorio. No entendía nada. Nunca antes había visto a Luna tan seria y enfadada.
Seguía parada en el mismo sitio cuando Luna volvió a entrar en el piso y fue hacia ella.
-¡¿Cómo te has atrevido a hacerle eso a Simón?! - comenzó a gritar. - ¡Le has estado envenenando!
- ¿Cómo dices?
- Como no te gusta el aspecto de Simón, decidiste meter laxantes en sus comidas para que adelgazara! Claro, como no está esquelético como todos en tu empresa, no es lo suficientemente bueno, no?
- Yo no le he hecho nada a Simón. - gritó también. - Simón es mi mejor amigo. El único en quien confío.
- No te creo.
- ¿Pero por qué me decís todo esto? Yo... Yo quiero a Simón.
- Y yo. Por eso te quiero fuera de mi casa en una hora.
- Pero...
- Me has decepcionado, Ámbar. Pensaba que tu era diferente.
- Luna.
- Tienes una hora. O se va todo por la ventana.
Ámbar abrió la boca de nuevo para hablar, pero no pudo decir nada. Luna se dio la vuelta y se marchó dando un tremendo portazo.
Cuando al fin logró reaccionar, Ámbar se vistió a toda prisa y fue a toda velocidad hacia el hospital, pero no encontró a Simón. La habitación que había estado ocupando durante la última semana, estaba vacía.
Salió corriendo de allí y fue hacia la empresa. Tal vez Simón hubiera ido allí, pero cuando llegó no le encontró a él, sino a Nicolás, que llevaba en las manos la última caja con las cosas de Simón.
- ¿Qué está pasando, Nicolás?
- ¿Cómo has podido?
- ¿Cómo he podido qué? ¿Qué es lo que está pasando, Nicolás? No entiendo nada. Luna me ha dicho que...
- Pensaba que le amabas... - la interrumpió, dejando atrás a una alucinada Ámbar sin siquiera mirarla.
Estaba dolido. Aun le costaba creer que Ámbar hubiera podido haberle hecho eso a Simón. Había algo más en todo el asunto y esperaba poder descubrirlo pronto.
Ámbar se quedó bloqueada, intentando entender lo que estaba pasando. Sin ver por dónde iba, fue buscando a Jazmin, a la que encontró tomando una coca cola light en la cafetería, tonteando con Matteo. Respiró hondo y se acercó a ellos,
- Jazmin, ¿podemos hablar? - dijo, sin andarse por las ramas. No quería estar cerca de Matteo más de lo estrictamente necesário.
- Hola Ámbar, ¿Qué tal estás? - dijo Matteo, burlón. Ámbar ni le miró.
- Jazmin?
- Claro, amiga. Dime.
- En privado, por favor.
- Claro. - Jazmin cogió a Ámbar del brazo y fueron hacia el otro lado de la cafetería. - ¿Te ocurre algo? Te veo nerviosa.
- Lo estoy. Lo estoy. - dijo, intentando calmarse. - Tengo que hacerte una pregunta y espero que me respondas con sinceridad.
- Claro. Dime.
- ¿Has echado alguna vez laxantes en la comida a Simón?
Jazmin se quedó paralizada. ¿Como sabía Ámbar aquello?
- ¿Por qué decís eso, Ámbar?
- Responde, por favor.
- Claro que no, Ámbar. Yo nunca haría eso. ¿Por quién me tomas? - dijo, intentando que no se le notara lo nerviosa que estaba.
- ¿Y has visto a alguien que pudiera haberlo hecho?
- ¡No, claro que no! ¿A qué viene esto?
- A nada.. A nada.. Tranquila. Gracias. - Ámbar besó la mejilla de su amiga y se marchó hacia su despacho.
Se sentó en la silla del despacho, echó la cabeza hacia atrás y respiró hondo mientras notaba las lágrimas rodar por sus mejillas. No entendía nada de lo que estaba pasando. Solo entendía que alguien había echado laxantes en la comida de Simón y pensaban que había sido ella. ¿Pero cómo iba a hacerle aquello a Simón? ¿Cómo iba a hacerle aquello a la persona a la que amaba?
Se levantó de golpe y cogió las llaves del coche. No podía dejar las cosas así. Tenía que ver a Simón, por mucho que se opusieran sus amigos.
Cogió el coche y condujo directamente al apartamento. Lo primero que vio fue un montón de cosas tiradas por el suelo. Luna había cumplido con su amenaza y le había tirado sus cosas por la ventana, lámparas incluídas. Pero se olvidó de todo cuando vio el 4x4 de Nicolás ponerse en marcha.
- ¡Simón! - gritó al verle por la ventanilla! - ¡Simón!
Simón, que oyó la voz de Ámbar, se volvió para mirarla, pero apartó la vista de golpe y cerró los ojos. Estaba cansado y dolido. Aun no se podía creer que la persona a la que amaba le hubiera hecho tanto daño, tanto física como emocionalmente.
- ¡SIMÓN! - el coche se puso en marcha y Ámbar echó a correr tras él. - No te vayas, por favor. Te quiero!
Pero ya no pudieron oírla. El coche se alejó y, con él, el amor de su vida.

No Todo Es Lo Que Parece TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora