Capitulo 15

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Luna tardó más de una hora en encontrar a Ámbar. Estaba escondida en un callejón, sentada en el suelo, escondida tras unos cartones. Suspiró al verla. Estaba llorando desconsoladamente. Luna se acercó a ella y la abrazó.

- Al fin te encuentro.
- Yo nunca le hice nada a Simón. - dijo, sin poder dejar de llorar, abrazándose a Luna.
- Lo sé, lo sé.
- Le quiero.
- ¿De verdad?
- Siempre.
- Pero... ¿desde cuándo?
- Desde antes de ir a vivir con ustedes. - dijo, reconociendo al fin todos sus sentimientos. - Pero no quería sufrir, por eso no dije nada. Simón siempre me ha visto como una amiga. Y después creyó que le hice todo aquello...
- Sht...
- Y ahora tiene novia.
- Siento haber tirado todas tus cosas por la ventana. - dijo Luna, acariciando la espalda de Ámbar. - Me enojé. Ni siquiera te pregunté, simplemente sacamos nuestras propias conclusiones, por mucho que nos doliera que ello pudiera ser verdad, pero Jazmin me ha contado la verdad.
- Yo tampoco lo sabía, lo descubrí ayer. - dijo, mirando a Luna, que también se había puesto a llorar. - Si lo hubiera sabido antes, hubiera venido antes a buscarle.
- Lo sé...
- Le he visto, Luna. Le he visto besarse con otra chica. He podido sentir como el corazón se me partía. - dijo, llevando su mano al pecho. El corazón le latía descontroladamente.
- ¿Se han besado? - preguntó, sorprendida. - Hace más de un año que nos marchamos de. Ya era hora de que Simón rehiciera su vida.
- ¿Es feliz?
- Si. Creo que si. Al menos eso dice él.
- Entonces yo también. - dijo, limpiándole las lágrimas. - Por mucho que me duela que no sea estando conmigo.
- Eso es muy maduro por tu parte. - acarició es rostro de Ámbar y sonrió. - Estás muy guapa. Este peinado te favorece mucho.
- Gracias.
- Y me encanta que no estés tan delgada. - se puso en pie y ayudó a Ámbar a hacer lo mismo. - Ahora estás buenísima.
- ¡Luna! - exclamó, sonrojándose.
- ¿Qué pasa?
- No digas esas cosas. Sabes que me da vergüenza.
- Pero si es la verdad. - dijo, contenta de ver a Ámbar sonreír.
- La verdad es que la gente se sorprende al verme, pero me han dicho que estoy mejor. - dijo Ámbar, sonrojándose aún más.
- Por que es verdad. Un momento. - el móvil de Luna estaba sonando y respondió al teléfono. - Dime. - dijo, intentando que no se notara que era Simón quien le estaba llamando.
- Estoy en casa.
- De acuerdo.
- ¿No vas a hacer preguntas? - dijo Simón, sorprendido. Ella siempre hacía preguntas.
- Estoy ocupada. - se dio la vuelta y bajó la voz.
- Ah, vale. - dijo, extrañado.
- Pero ya que insistes, va. ¿lo hicieron?
- Luna, por el amor de Dios! - exclamó Simón, sintiendo como se sonrojaba. - Sabes que no me gustaba hablar de estas cosas,
- Vale, vale. Eres tú quien me ha dicho que preguntara.
- Ya... Tienes razón.
- ¿Pero lo han hecho o no?
- ¡no! - exclamó, dejándose caer en el sofá. - No he podido. No podía quitarme a Ámbar de la cabeza.
- Entonces mejor que no hayas hecho nada. No sería justo para Jim.
- Por eso le he dicho que me ha encantado salir con ella esta noche y que ya quedaríamos otro día.
- Me siento muy orgullosa de ti. - dijo Luna, mirando de reojo a Ámbar. - Tengo que colgar. Nos vemos pronto.
- Estás muy rara, Luna.
- Ya me conoces. - colgó el teléfono y lo guardó en el bolsillo de los vaqueros. - ¿Quieres ir a tomar una copa?
- Solo quiero irme a dormir.
- Vale. Te acompaño. Supongo que tenemos que hablar de muchas cosas.
- ¿Como de qué estás saliendo con Ruggero?
- ¿Tu amiga no sabe estarse callada?
Ámbar rió. Había conseguido lo nunca visto. Sonrojar a Luna.
Luna enlazó su brazo con el de Ámbar y fueron caminando de nuevo hacia el restaurante. Allí seguían Nicolás, su hermana y Jazmin, aunque no estaban sentados a la mesa, como cuando se habían marchado. La mayor de las Smith estaba en la barra tomando una copa y Nicolás y Jazmin estaban a un lado, bailando, besándose. Tanto Luna como Ámbar se quedaron de piedra al verles, pero en cuanto se miraron, se pusieron a reír.
- Echaba de menos esto. - dijo Ámbar, mirando a Luna. - Los he echado mucho de menos a todos.
- Reconozco que yo también.
- Espero que podamos ser amigos de nuevo.
- ¿Pero es que me has perdonado? - dijo Luna, sorprendida.
- ¿Qué es lo que debería perdonarte? Si no has hecho nada. - dijo Ámbar, sin entender.
- Te he tratado fatal, tiré tus cosas desde un décimo piso. He pegado a tu amiga y he estado a punto de hacer lo mismo contigo.
- No hay nada que perdonar. Solo ha sido un mal entendido. - dijo Ámbar, acariciando el rostro de Luna. - Mañana me voy a casa.
- ¿Pero qué dices? - exclamó Luna. - No puedes irte. Tienes que hablar con Simón.
- No puedo.
- Tienes que contarle la verdad. Debe conocer la verdad. Lo merece.
- Eso sí. Tienes razón. - suspiró. - Hablaré con Jazmin. Quiere ser ella quien se lo diga.
- Perfecto. Mañana por la mañana en mi piso. A las nueve.
- Vale.
- Sean puntuales. Simón sale de casa a las nueve y media los sábados para ir al gimnasio. - Luna entró en el restaurante y se colocó una silla entre Nicolás y Jazmin. - ¿Molesto?
Ámbar sonrió ante lo que tenía ante ella. Sus amigos conocían la verdad y estaban todos juntos. Solo faltaba Simón. Sabía que nada volvería a ser como antes, pero al menos Simón conocería la verdad.
...
Simón estuvo despierto hasta que oyó a Luna llegar a casa. Cerró los ojos y se hizo el dormido, pero no podía engañar a Luna, que se tumbó a su lado y le abrazó.
- ¿Te lo has pasado bien? - dijo Luna, apoyando el rostro en el pecho de Simón.
- Después de cenar, nos estuvimos besando un rato. Después fuimos a tomar una copa y a bailar. Volvimos a besarnos, pero solo eso. La acompañé a casa y me invitó a subir. Algo me decía que no era buena idea, pero por primera vez en la vida, seguí tu consejo y me dejé llevar. - Simón suspiró. Luna le miró expectante. - Volvimos a besarnos, comenzamos a quitarnos la ropa, pero entonces su rostro apareció en mi mente y le dije que parase.
- Se debió haber sacado de onda
- Un poco. Pero le dije que hacía mucho que no estaba con una mujer y que preferiría que fuéramos más despacio. Entonces le dije que podíamos quedar otro día.
- ¿Se quedó conforme?
- Si. Me dijo que era buena idea y que mañana ya hablaríamos.
- Eres un buen chico, Simón.
- Gracias.
- ¿Y cuánto hace que no estás con una mujer? - preguntó Luna, mirando a Simón, que no respondió. - Simón?
- ¿Si?
- ¿Has estado con alguna mujer? - Simón volvió a guardar silencio. Le daba vergüenza reconocerlo. - Tienes casi veintiséis años.
- Sé los años que tengo.
- Y eres virgen. - no preguntó.
- ¿Hay algún problema?
- No, claro que no. - se sentó a horcajadas sobre la cintura de Simón y se inclinó sobre él, sujetando sus muñecas al lado de su cabeza. - ¿Quieres que lo hagamos?
- ¿Pero qué dices?
- La primera vez no suele ser bonita, podríamos hacerlo y así ya tendrías práctica. - Simón intentó quitarse a Luna de encima, pero ella tenía demasiada fuerza. - No estoy bromeando.
- Prefiero que la primera vez sea desastrosa, pero con la mujer a la que ame.
- Nunca vas a poder tener sexo con nadie.
- ¿Por qué?
- Porque a quien amas es a Ámbar. - Simón dejó de forcejear. - Aun la amas. Tú corazón late con fuerza. - dijo, pegando la oreja al pecho de Simón. - Respiras muy deprisa.
- Quítate de encima. - Luna le hizo caso y se sentó a su lado. - No me lo puedo creer. - dijo, pasando las manos por su cara. - Luna, no lo estoy pasando nada bien. Lo último que necesito es que no dejes de hablarme de Ámbar y que te me pongas encima de esta manera. Si, soy virgen. Si, amo a Ámbar. ¿Quieres saber algo más?
- No. - dijo Luna, sorprendida por ver así a Simón. - Perdona.
Luna se encerró en su dormitorio y le mandó un mensaje a Nicolás. Le decía que avisara a Ámbar. Debían ir al piso más temprano. Cuando Simón no se sentía bien, solía madrugar y marcharse a correr.
...
Ámbar y Jazmin estaban frente a la puerta. Llevaban allí desde hacía quince minutos, pero ninguna de las dos se atrevió a llamar a la puerta.
- Creo que deberías hablar tu primero con él. - dijo Ámbar, escondiéndose a un lado. - Si me ve a mí, intentará huir.
- Joder... - suspiró. - Vale.
Jazmin llamó al timbre y esperó. Luna oyó el timbre, pero no se movió de la cama. Quería que Simón fuera quien abriera la puerta.
- Hola. - dijo al verle. Se le resecó la garganta al ver a Simón vestido con un simple pantalón de pijama, con el torso desnudo. - Tengo que hablar contigo.
- Pero yo no quiero.
- Pues no hables. Solo escúchame. - dijo Jazmin, manteniéndose firme. Simón se cruzó de brazos, con la taza de café en las manos, y se mantuvo a la espera. - Estos días que he estado acosándote, he querido decirte una cosa. A parte de lo que ya te dije. Sé que me perdonaste aquello, pero esto no me lo vas a perdonar nunca. - Jazmin cerró los ojos y suspiró. - Yo te puse los laxantes en la comida y en el té.
Jazmin abrió los ojos al oír un golpe. La taza de café estaba en el suelo.
- Dios mío, te has cortado! - exclamó Jazmin. Se acercó para ayudar a Simón, pero este se apartó. - Simón, lo siento mucho. Yo...
- ¿Por qué? - logró decir, poniéndose a llorar. - ¿Por qué? - repitió.
- Te envidiaba.
- Te daba asco.
- Eso también, pero porque tenías lo que yo nunca pude conseguir hasta que me maté de hambre y adelgacé.
- Pero yo nunca te hice nada. - no podía controlar las lágrimas. Le dolía el corazón. - Yo nunca le he hecho daño a nadie y siempre me han odiado. ¿Tan malo es estar gordo?
- Ahora ya no lo estás.
- Porque me he obsesionado! - exclamó, llorando ya sin control. - Es lo único que tengo ahora. Tengo un trabajo de mierda y durante un año he odiado a la única persona a la que he amado. Todo es un asco.
- Me dijiste que eras feliz. - dijo Luna a sus espaldas. Simón no se volvió.
- He aprendido a mentir.
- ¿Estabas enamorado de Ámbar? - dijo Jazmin. Simón no se movió. - Ella también se enamoró de ti. Por eso te dijimos aquello en el hospital.
- Creo que me estoy mareando. - dijo Simón, yendo dando traspiés hacia el sofá.
Luna y Jazmin le ayudaron a llegar hasta él y le tumbaron. Simón cerró los ojos y se desmayó.
Simón notaba como curaban su pie. Debía de haberse cortado con los trozos de la taza y Luna le estaba curando. Hizo una mueca de dolor al notar un fuerte pinchazo.
- Perdona.
Simón abrió los ojos de golpe al oír aquella voz. No podía ser verdad. Debía de estar soñando.
- Hola, Simón. - dijo Ámbar, sentándose en el suelo. Simón se sentó en el sofá, pero tardó pocos segundos en sentarse también en el suelo, al lado de Ámbar. - Dios, si no fuera por tus ojos, no sabría que eres vos.
- ¿Esto es un sueño? - dijo, alzando su mano, acariciando la mejilla de Ámbar.
- Espero que no. Aunque sería un sueño muy bonito. - dijo, sonriendo. - Salvo por el corte de tu pie. - Simón rió. - Esa sonrisa... Si... Eres el Simón que conocí. - dijo, acariciando el rostro de Simón. - Nunca creí que volvería a verte.
- Y yo deseé no hacerlo nunca. - reconoció. Ámbar perdió la sonrisa de golpe. - Pero Jazmin me contó la verdad. Y ahora me siento muy culpable.
- ¿Por qué?
- Por odiarte.
- Lo entiendo. Era comprensible. Te hicieron algo horrible. Has sufrido mucho.
- Si...
- Simón, no llores por favor. - dijo, lanzándose a sus brazos. - No me gusta nada verte así.
- Es que soy feliz por verte, ahora que sé que no fuiste tú.
- Yo nunca te hubiera hecho daño.
- Que bonita pareja hacen. - dijo Luna, que estaba escondida con Jazmin en su dormitorio. - Son tan guapos los dos... ¿Y tú por qué lloras?
- Es que estoy tan contenta de verlos juntos...
- Vamos. Tenemos que dejarles solos para que puedan hablar.
- Vale.
- Pero deja de llorar o nos pillaran.
- Es que no puedo.
- Pues ya te callo yo. - dijo Luna, tapando la boca de Jazmin con la mano.
Luna y Jazmin salieron a hurtadillas sin hacer ruido del dormitorio y del piso, dejando a Ámbar y Simón abrazados en el suelo del salón.

No Todo Es Lo Que Parece TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora